Capítulo 73.

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-Cheerleader

Días más tarde y antes de Año Nuevo, se hace el entierro. Nunca se puede decir de un entierro que es una experiencia maravillosa, ni aunque el hecho de que sirva para "despedir a esa persona" trate de hacer que sea mejor. Porque no lo es. Un entierro es una mierda por todo lo que significa.

Durante el transcurso del entierro, le ofrecen a Cris hablar, por si quiere decir algo antes de que Vanessa se "vaya para siempre". Pero Cris piensa que Vanessa ya se ha ido, que por mucho que ella salga ahí a decir cuatro estupideces su hermana no va a levantarse de la tumba, decirle "Yo también te quiero" y volverse a ir. No. Todo es una mierda.

Así que Cris rechaza el ofrecimiento, decidiendo guardarse para sí misma los sentimientos hacia su hermana.

Horas más tarde de ese día 28, Cris pasa por su casa por primera vez en días. Lleva en casa de Rubius desde el día 25 y, todo lo que ha necesitado, o se lo ha traído su hermano o se lo ha dejado Rubius. Aún no ha sido capaz de ir a casa y afrontar la situación, pero ya va siendo hora.

Mete las llaves en la cerradura del piso. Suspira.

"Vamos allá" –se dice.

-¡Hola! –exclama al entrar en su antigua casa, si es que la casa de Rubius ya se puede considerar como su "nueva casa".

No recibe respuesta, pero sabe que sus padres están en casa por el ruido proveniente de la cocina. Cierra la puerta.

Todo sigue igual, ya que tres días tampoco es periodo suficiente de tiempo como para que todo cambie. Camina hasta la cocina, donde su padre se encuentra fregando o haciendo algo del estilo. Nunca ha sido buena diferenciando ese tipo de cosas.

Se para en el umbral de la cocina. ¿Entra?

-Papa, hola...

Su padre le sigue dando la espalda. Repara un poco en él y se da cuenta de que lleva auriculares puestos. ¡Auriculares! ¡Música! ¡Su padre! ¿Desde cuándo? Algo sí que han cambiado las cosas...

Se acerca a él y le toca el hombro. Sorprendido, el hombre da un respingo. Luego, se da la vuelta y recibe a su hija con los brazos abiertos y una gran sonrisa. Ninguno de los dos viste como en el funeral, ambos se han cambiado ya.

-Te dije que me pasaría por casa... -le susurra mientras se abrazan.

-Te quiero, cariño –le responde él.

Se separan y suben a la habitación de Cris. Ahí está Nieves, ordenando un par de cosas. La mujer recibe también a su hija con los brazos abiertos. Actualmente, su única hija...

La familia pasa un rato charlando, ultimando los detalles de la nueva casa de Cris, hasta que la chica decide que tiene que volver a casa. Antes de marcharse, coge el regalo de Navidad que tiene para Rubius.

Lejos de allí, en una vivienda por el centro de Madrid...

Le da rabia. Le da mucha rabia. Iba todo tan bien...

Pega una patada a un cojín que estaba tirado en el suelo. Raspby lo mira asustado.

-Y tú qué coño miras –le dice Rubius.

La gata ladea la cabeza y, arrepentido por haberle hablado así, Rubius le acaricia la cabeza. No puede pagar la rabia que siente por la muerte de Vanessa con todo lo que se encuentre a su alrededor.

De repente, le apetece fumar. Mandaría casi un año sin fumar a la mierda, pero ¡demonios! Qué más dará. Tiene toda la vida por delante para dejar el vicio.

Es que le apetece tanto...

Entra en su habitación y, del rincón más oscuro de su armario, saca un paquete de Marlboro que probablemente lleve allí ya un tiempo. Toma el mechero que se encuentra al lado y se dirige al salón, no sin antes coger tambien un cenicero que tenía por ahí. Descorre las cortinas, abre la ventana y se apoya en ella. Saca un cigarro del paquete y lo sostiene entre sus labios. Mientras lo enciende, se dice:

La gamer del Starbucks (Fanfic Rubius) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora