Capítulo 33.

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-¿Y si...?

En ese momento todo pasa como a cámara lenta. Rubius y los demás, contemplan como el camión se dirige a toda velocidad hacia Hachi.

El corazón de Cris late a una velocidad inimaginable. Está paralizada del miedo. Quiere mucho a esa gata. No soportaría que le pasara algo.

Rubius, en cambio, controlando todos sus nervios, consigue gritar una orden que la gata comprende enseguida:

-¡Hachi, sofá! –grita con todas sus fuerzas.

¿Sofá?, os preguntaréis. La cosa es que hace unos meses o algo así, Rubius se decidió por, digamos, "entrenar" a sus gatas: que aprendieran un par de órdenes, que respondieran a su nombre... Su gata Raspberry, al ser mayor, en seguida captó la mayoría de las cosas que Rubius le pedía que hiciera. En cambio, Hachi, al ser más pequeña y traviesa, se negaba en obedecer a su amo. Hasta que un día, por fin, Rubius consiguió que le hiciera caso en algo. ¿En acudir cuándo la llaman? No. Rubius colocaba a la gata en un extremo de la sala. Luego gritaba "¡Sofá!" y la gata tenía que ir corriendo hacia el sofá y subirse en él. Extraño que aprenda antes eso tan complicado a responder a su nombre ¿eh? Pues así es Hachi.

Y para algo le sirvió aprender eso. En cuanto la gata oye esa orden, inmediatamente echa a correr en línea recta, aun viendo que no hay ningún sofá.

Hachi es pequeña y ágil, así que consigue escapar justo a tiempo de que las ruedas del camión pasen justo detrás de ella. Cuando llega al otro extremo de la calle, se da la vuelta y tuerce la cabeza, como preguntándose para qué le ha ordenado su amo eso si no hay ningún sofá.

Los corazones de todos comienzan a recuperar un ritmo normal. Rubius suspira aliviado, y se echa de rodillas en la acera. Cris, rápida, cruza la acera (mirando que no venga ningún coche), coge a la gata en brazos y la lleva de vuelta con su amo.

Rubius la coge en sus brazos y la abraza:

-No me vuelvas a hacer esto nunca más...

La gata suelta un "miau" y Rubius sonríe.

Los demás hacen un par de comentarios, diciendo que qué suerte han tenido, que si no sé qué... Rubius lo único que hace es apretar la gata contra su pecho.

Deciden dar la fiesta por concluida. Todos suben a casa de Rubius y recogen sus cosas. Se despiden y, finalmente, quedan Rubius y Cris solos en la casa de él.

Rubius camina hacia el sofá y se echa en él.  Mira hacia las gatas, que juegan tranquilamente en la alfombra, como si nada hubiera pasado. Rubius mantiene la mirada fija en algún punto, allá por la alfombra.

-Ey –Cris se sienta a su lado y le coge de la mano. Se la aprieta suavemente- Ya está, no ha pasado nada. Estate tranquilo...

-Lo he visto, Cris.

-¿El qué?

-La he visto. Ahí, atropellada, muerta. Sangrando. Sin moverse. La he visto, Cris. Y esa imagen no va a salir de mi cabeza.

-Pero... No ha pasado eso, Rubén.

-¿Y si hubiera pasado? –Rubius la mira.

-Pero no ha pasado.

-¿Y si no hubiera entendido mi orden? ¿Y si el camión la habría aplastado? ¿Y si hubiera muerto? –Rubius se siente muy mal.

-¡Pero no ha pasado, joder! –Cris se enfada- Tienes la jodida suerte de que no ha pasado. No todos tenemos esa suerte.

Cris se levanta y, enfadada, se dirige al baño. Rubius la mira extrañada. ¿Acaso...?

-Cris –la llama.

La gamer del Starbucks (Fanfic Rubius) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora