Capítulo 70.

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-Amor

La palabra "Fin" aparece en la television de Iris. Las chicas, sentadas en el sofá y con una caja vacía de pizza a sus pies, sonríen. Ha sido una gran película, la segunda que se han visto hoy.

-Menudo final. Sublime –comenta Iris.

-Me ha encantado Cadena Perpetua.

-Ya somos dos.

Se miran y se sonríen. Luego, miran al frente y contemplan los créditos. Tras pasar un rato en silencio, tan solo acompañadas de la musiquita de fondo de los créditos finales, Cris habla:

-¿Sabes? Recuerdo cuando me enseñaba a montar en bici. –Iris la mira y se percata de que la mirada de Cris está perdida en un inmenso infinito, como si su cabeza estuviera viajando a otra dimensión a la que tan solo se puede llegar a través de recuerdos.

-¿Quién?

-Vanessa.

-¿Vanessa? ¿Tu hermana?

-Sí. Yo tenía cinco años, era una enana. Ella nueve. Recuerdo que, todos los días por la mañana, nos levantábamos a la vez. Bajábamos al parque con su bici. Y ella me la prestaba. Menuda paciencia tenía conmigo... -Cris suelta una risita nostálgica-. Me caía todo el rato y ella siempre venía a socorrerme. Siempre.

Un suspiro por parte de Cris hace entender a Iris que es mejor no interrumpirla. Su mente está nadando entre recuerdos.

-Una vez, un día de esos, me caí de una manera muy rara...

Hace trece años, en un lugar de la ciudad...

-¡Au! ¡Me duele mucho la rodilla! –protesta la joven Cris.

Su hermana, Vanessa, le pide que se siente en un banco cercano. La pequeña obedece y Vanessa arrastra la bicicleta hasta allí.

-A ver esa rodilla... -Se pone de cuclillas frente a Cris y le coge la pierna delicadamente.

Acerca su cara a la herida. Parece profunda. Observa la cara de su hermanita, cara que denota puro sufrimiento. Tiene que hacer algo. Una vez que ella se cayó, su madre le desinfectó la herida con algo que tenía un nombre muy raro. Mmmm... Subirá a casa a por algo que ayude a Cris.

-Espérame aquí, enana. –Y echa a correr hacia casa, consciente de que no puede dejar mucho tiempo sola a su hermana pequeña.

Cristina balancea los pies. No toca el suelo con ellos, ese banco es muy alto y ella aún es muy pequeña. Pero ya crecerá. Su madre le ha prometido que, si come muchos platos de esas cosas verdes y alargadas que saben a vómito de dragón, crecerá muchísimo.

Un ligero viento sopla. Son horas tempranas de la mañana. Las dos coletas de Cris se mueven de un lado a otro. Ella observa todo con curiosidad. A lo lejos ve el sol, asomándose. Se recobija en su abrigo. Quizás hoy haga calor, a pesar de ser principios de primavera.

El tiempo pasa y Vanessa no vuelve. La pequeña se muerde las uñas, nerviosa, aun sabiendo que su madre le echará una buena bronca si la ve con las uñas mordidas. Pero qué más da. Quiere que su hermana vuelva. ¿Adónde ha ido y por qué?

Un soplo de aire frío la estremece. ¿Y si la abandona y la deja solita? ¿Y si un señor malo de esos viene y la rapta? Tiene miedo. Le entran ganas de llorar. Hasta que...

-¡Buh! ¡Hola, peque! –La dulce voz de Vanessa la sorprende por detrás.

Observa a su hermana arrodillarse frente a ella. Coge su pierna y saca de su bolsillo un bote raro. Hay algo escrito en él. A ver si es capaz de leerlo... Achina los ojos y consigue descifrarlo. ¡Eso es Vetadine! ¿Para qué servirá? Qué nombre tan raro. Parece chino.

La gamer del Starbucks (Fanfic Rubius) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora