Capítulo 1

29K 1.1K 213
                                    

-Una mañana como otra cualquiera

Qué duro se le está haciendo segundo de bachillerato, más de lo esperado. Se podría decir que los exámenes son lo que supone mayor reto para ella. La semana que viene empiezan los temidos exámenes finales y, con ellos, la famosa selectividad. Es la recta final, la más dura.

A pesar de haber terminado lo que es el curso a mediados de mayo, ella y varios de sus compañeros decidieron aceptar una propuesta hecha por el instituto; básicamente, consiste en seguir asistiendo a clase a pesar de que no haya nada programado. Esto sirve, más que nada, para preparar bien la selectividad, gracias a una serie de clases que el instituto declaró que estaba dispuesto a ofrecer. Muchos profesores aceptaron esta iniciativa con gusto, así que el proyecto siguió adelante; por lo tanto, aún hay clases, a pesar de que en bachillerato las clases acaben a mediados de mayo (al menos en España, claro está).

Las 7:00 de la mañana marca el despertador que ahora mismo está sonando en la habitación de una joven de dieciocho años. Cristina apaga su despertador de muy mal humor y suspira, frotándose los ojos con actitud molesta. Instantáneamente viene a su cabeza el dato de que ya es viernes. Solo un día más para que acabe la semana. Solo un día más para que llegue el esperado fin de semana. Se da ánimos a sí misma y piensa que, o se levanta, o llegará tarde. No le apetece empezar ese viernes llegando tarde al instituto, así que emprende la dura tarea de abandonar su cama.

Después de vestirse y desayunar, se despide de su madre con un beso en la mejilla y sale por la puerta de casa. Se mira en el espejo del ascensor mientras este baja hasta la planta baja. Taconea nerviosa. Al parecer, se ha planteado muy en serio el objetivo de no llegar tarde.

Planta B. Sale de su portal. El calor se hace notar y se quita su chaqueta vaquera, muy a su pesar. Se recoloca su camiseta blanca, la cual tiene una bandera irlandesa en el centro, y sacude su melena. Acelera el paso.

A pesar de parecer una mañana como otra cualquiera, Cristina está irremediablemente feliz. Esa noche, sus dos mejores amigas y ella, irán a una nueva discoteca que han abierto por el centro de Madrid. Se lo pasarán en grande y, por unas horas, olvidarán los exámenes finales, que ya les hace falta despejarse un poco.

Y, bueno, como diría su amiga Sandra, así de paso ligarán un poco. Tras esto, su amiga Sofía la miraría con mala cara y diría algo como: "Esta chica nunca dejará de tener las hormonas por las nubes". Cristina sonríe al imaginarse a sus dos amigas discutiendo. Qué peculiares son.

La joven llega a un paso de cebra y se detiene, no con intenciones de cruzar. Allí es donde quedan siempre ella y sus dos mejores amigas, las ya mencionadas Sandra y Sofía. Normalmente quedan muy pronto, ya que siempre se retrasa alguna de las tres. Y esa mañana no va a ser diferente, por supuesto.

Al cabo de unos minutos, es Sofía la que llega.

-¡Hey, hola! ¡Bua, lo siento, se me habían olvidado los libros y he tenido que volver a por ellos! –exclama la chica desde la lejanía, acelerando el paso y dándose cuenta de que Sandra aún no ha llegado. Este último hecho tranquiliza su conciencia.

-No pasa nada, mujer. –Cris sonríe tiernamente.

Se dan un abrazo y un beso en la mejilla. Al cabo de unos minutos, ocurre una escena parecida con Sandra.

-¡Chica, siempre tarde! –le recrimina Sof (abreviatura de Sofía).

Esta última abreviatura tiene una larga historia por detrás que os resumiré en pocas palabras. Un día, vete tú a saber hace cuánto, Sandra se dio cuenta de que, al estornudar, Sofía hacía algo como "¡Tsof!". Desde entonces, a la joven le han asignado como "mote" el derivado de eso, Sof.

La gamer del Starbucks (Fanfic Rubius) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora