Emiliana
Me sentía relajada por primera vez en mi vida.
Me senté en el sofa y mire mi nuevo departamento, era hermoso, cálido y olía a cítrico con un toque de menta, aquel olor tan peculiar me calmaba y me hacía sentir que estaba en el lugar correcto.
Este es mi hogar.
Desde donde estaba se veía la variedad de colores que había en el, tan extraña era la combinación que me recordaba a la carpa de un circo, pero extrañamente llenaba de vida el departamento.
La pequeña sala de estar era roja, con sus muebles en diferentes tonos marrones, la cocina era verde manzana con sus muebles en naranja, el pasillo que conectaba el resto del departamento era azul, el baño era neutro, todo el blanco y negro contrastando con el esquema de los colores y finalmente la única habitación era de color amarillo pálido con muebles en blanco. No era grande, pero era perfecto para mi, me había mudado sola y no necesitaba ningún otro espacio.Mire sin ganas las pocas cajas que traje, odiaba desempacar. Agradecía que la casa haya venido equipada.
—¿No piensas acomodar nada?—escuché la voz de mi madre que me traía a la realidad. Me había olvidado que ellos estaban aquí, conmigo.
Gire el rostro hacia el pasillo, ella se movía con fluidez por el espacio. Su larga cabellera rubia estaba suelta parecía bailar, su vestido largo perfectamente combinados con sus zapatos de tacos y en su rostro una mueca de evidente rechazo hacía mi nuevo hogar.
—Que vulgar...
—Pense que lo bueno de vivir sola era no recibir ordenes—le contesté de muy mala manera antes de que opine.
—Emiliana...—mi padre me advirtió no solo diciendo mi nombre, sino que también me dio una mirada que decía "respeta a tu madre"
Él se veía más a gusto, sonriendo hacía todos los lugares multicolores.
—Lo haré más tarde, ahora me quiero familiarizar con el lugar—dije en un tono más conciliador.
—Claro—contestó mi madre.
—Entonces te dejamos sola. Llamanos si necesitas algo—dijo mi padre mientras se retiraba del departamento. Mi madre lo siguió y se marchó sin decir adiós.
Suspire mientras cerraba la puerta, aquello no debería extrañarme pero tampoco podía negar cuanto me molestaba, y dolía, su actitud.
La relación con mis padres era complicada, sobre todo con mi madre. Ella era una persona fría y muy cerrada, jamás recibí un consejo, una palabra de aliento, nunca me apoyo en mis decisiones.
No teníamos la tipica relación madre e hija que se cuentan todo y confían entre ellas.
Seguramente si tenía un problema, o me sentía mal, la última persona a la que podía recurrir era a mi madre. Si, bastante triste.Mi padre, bueno era... ¿Raro? Si es que <raro> es una definición, mi pedre seguro entraba en ella. El hacía todo para hacer feliz a mi madre o, en su defecto, para evitar discutir con ella.
Más de una vez estuvimos solos y en esos momentos encontré un lado nuevo de él, era ese padre con el que podías hacer bromas, tenías complicidad, era perfecto, pero todo se esfumaba rápidamente cuando estaba ella, era deprimente ver como se convertía en una persona cerrada, aburrida y fría cuando estaba con mi madre.Alejé todo pensamiento y mire a mi alrededor, no podía evitar sonreír. Sentía la estúpida necesidad de gritar y saltar de felicidad, asi que lo hice, púes aquí podía ser yo misma sin temer hacer el ridículo.
Pensar que debería estar viviendo sola hace mucho.
Aleje rápidamente ese pensamiento triste de mi cabeza, no quería recordar porqué me había retrasado un año.
Me dirigí a mi habitación y me tiré a la cama, era suave. Desde el décimo piso se veía perfectamente el paisaje de la ciudad, me deleite un rato con el, desde aquí el atardecer sería una maravilla.
Mi móvil se escuchaba de lejos, no tenía ganas de levantarme pero ante la insistencia de la llamada lo hice.
—¿Hola?
—¿Emiliana estas bien?—Sonreí al escuchar su preocupación.
—Tia lo estoy, sólo estaba acostada.
—Cielo sólo quería saber como fue la mudanza.
El amor que transmitía su voz me hacia sentir segura, amada, importante. Ella cumplía el rol que mi madre no a pesar de que nos llevábamos muy pocos años.
—Muy bien, el lugar es hermoso. No veo la hora de que lo conozcas.
—Me alegro Emi—la escuché suspirar—Ahora tengo que dejarte, mi jefe me llama. Te hablo más tarde. Besos. Te quiero.
—Tambien te quiero—dije y finalicé la llamada.
Me acerque a la baranda del balcón y respire profundo mientras cerraba los ojos sintiendo una libertad que se extendía por cada parte de mi cuerpo.
Era algo hermoso y único me hacía sentir libre y feliz.Abrí los ojos y la realidad se presentó ante mi:
Un departamento nuevo, en una ciudad nueva, en una universidad nueva, lejos de todo mi pasado.Una nueva vida, una nueva Emiliana.
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Eres Mia
Romance*NO SE ACEPTAN ADAPTACIONES DE NINGÚN TIPO* Emiliana, una chica como cualquier otra, solo su triste pasado la diferenciaba de otras. Alan, un joven como cualquier otro. Su atractivo y encanto eran una combinación perfecta. Ambos comenzaban la univer...