Capítulo 42

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Alan

Noviembre estaba llegando a su fin, aquel mes había pasado entre los nervios de los exámenes, el estrés del estudio, el poco contacto social y el calor agobiante de Buenos Aires.

—Desearía estar en la playa—comento Emi mientras reposaba desnuda sobre mi cuerpo.

Sonreí mientras una leve brisa entraba por la ventana de su habitación.

Le debía aún el regalo de su cumpleaños y ya estaba en ello, las playas de Brasil nos esperaban luego de celebrar, junto a nuestros amigos, año nuevo.

—Aun tienes que dar exámenes—le recordé.

Ella bufo mientras se levantaba de la cama. Sentí que mi cuerpo reaccionaba cuando veía como estiraba el suyo.

—Eso me recuerda que debería estar estudiando.

Dejo un beso en mis labios cuando se levanto. No pude quitarle mis ojos de encima mientras se colocaba aquella pequeña tanga negra, aquel color en ella hacia maravillas. Luego peino su cabello con sus dedos, dejándolo suelto. Camino hacia su pequeño balcón y cerro los ojos, disfrutando la poca corriente de aire fresco que había.

Tome mi smartphone sin pensarlo y capture aquel momento en una foto, me estaba volviendo adicto a tomarlas. Ella era perfecta quería retratar todo eso.

Deje el móvil de lado, y me levante de la cama, no me importo estar desnudo, salí y la abracé de atrás.
Sentir el calor de su cuerpo era la mejor sensación del mundo.

—¿Que sucede?—le pregunte. Habia estado extrañamente silenciosa.

Mis labios besaron su cuello, suavemente y la sentí suspirar.
Aún me emocionaba saber lo que provocaba en ella.

—Te extrañé, parece que no tengo suficiente de ti. Me asusta.

Sabia lo que sentía, estas últimas dos semanas la había necesitado tanto. 

—También te extrañe mi amor.

Su cuerpo se estremeció cuando mis manos se posaron en sus pechos, masajeandolos lentamente.

—Deberiamos entrar.

No hice caso a sus palabras, seguí tocándola mientras mis labios recorrían su cuello, su clavícula, su espalda.

No me importaban que me vieran así con ella, al contrario, me encantaba la idea de que vieran como su cuerpo me pertenecía a mi, solo a mi.

Ella era mía, y quería gritarlo al mundo.

Una de mis manos descendió por su vientre colándose entre la ropa interior. Me deleite con la calidez que encontré allí, aquella que reflejaba la necesidad de ella.

—Sigue—me pidió.

Tomo de mi cabello haciendo que mi boca y la de ella se unan en un beso desesperado.

La bocina de un auto se escuchó a lo lejos pero ninguno hizo caso de aquello.

Mis dedos seguían tocando con ansiedad, ahora mas exigentes, más necesitado, respondiendo al deseo y necesidades de la única persona que podía enloquecerme de tal forma.

—Te voy a tomar aquí, ahora.

Ella asintió mientras sus gemidos llenaban el aire de la ciudad.
Aquella ciudad, generalmente ruidosa, dejo de existir. Solo era ella y nadie más.

No me moleste en quitarle la ropa interior para entrar sólo bastó hacerla a un lado, suspire cuando sentí aquel calor envolverme.

—Carajo, si.

Eres MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora