Capitulo 55

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Emi:

El dolor se extendió por mi vientre, respiré profundamente mientras me repetía una y otra vez que ya pasaría.

-Tómalo con calma Emi-susurró mi papá mientras me sostenía.

No podía, necesitaba caminar, necesitaba conocer a mi hija.

Dos días en terapia intensiva, dos días pasaron desde el día de mi parto y aún no conocía a mi hija, no había visto a Alan, no había visto a mi tía.
Era tan injusto que todos hayan besado y sostenido a mi bebe menos yo.

Camine unos pocos pasos mientras mi padre y otra la obstetra controlaban mi ritmo cardíaco y mi reacción.
Con dificultad logré ponerme derecha, sentía como mi vientre se estiraba, dolía nadie me había dicho de esto.
Camine varios pasos y tuve que agarrarme de la pared para no caerme.
Rápidamente la doctora me acerco una silla mientras mi padre me volvía a sostener.

-Lo haces muy bien.

-¿Ya puedo estar con mi hija?

-Esperaremos una hora para ver si el cuerpo tiene alguna reacción, si todo sigue bien te llevaremos a la sala con ella.

Una hora después estaba en una silla de ruedas rumbo a la habitación donde aguardaba mi hija.

Los nervios pronto me invadieron, era absurdo tener aquel sentimiento.

-¿Lista?

-Eso creo papá.

La puerta delante de mi se abrió y mis ojos vieron una escena irreal, una escena que me hizo volar, sentir algo nuevo, inexplicable pero que increíblemente me traía una paz y felicidad que nunca creí que iba a sentir.

Alan sostenía en sus brazos a nuestra hija mientras acaricia su rostro y le cantaba suavemente una canción.

No me alcanzaban las palabras para agradecer lo mucho que tenía.

Mi ojos se llenaron de lágrimas y un repentino sollozo salió de mis labios creo que en mi vida nunca había sentido tanta felicidad junta.
Alan giró repentinamente la cabeza y en su rostro vi la sonrisa más hermosa del mundo.

-Hola amor.

Intenté levantarme pero el dolor fue muy intenso.

-Tranquila, tomalo con calma.

Respiré hondo y decidí que era mejor acercarme con las silla de ruedas.

-Los dejo solos-dijo mi padre y luego se sintió el ruido de la puerta.

Alan se acerco hasta mi con Mayte en los brazos.

-Mira amor aquí esta mamá.

Me coloco a Mayte en mis brazos y puedo jurar que nada en la vida era tan bella como mi niña.

Sus ojos color miel, me miraban con intensidad, supe en ese momento que aquella pequeña cosita me tendría tan solo con una mirada.

Y en ese momento caí, tenía en mis brazos lo que prácticamente era imposible, tenía a mi hija.

Lloré de felicidad por primera vez en mucho tiempo, era una felicidad pura, sin miedo llena de amor.

Unas manos me tomaron de los hombros, sabía a quién pertenecían, él siempre estaba ahí conteniendome.
Aquel hombre me había devuelto la felicidad sin siquiera proponerselo.

-Es hermosa...

-Es igual a ti Emi, es preciosa.

-Gracias, me has dado tanto.

Alan se acercó tomó mi rostro y beso suavemente mis labios.

-Gracias a ti preciosa.

Los siguientes días fueron una total locura, mi recuperación tardo más de lo que creí, cada movimiento era una tortura y me frustraba necesitar ayuda para todo.

Eres MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora