Capítulo 3

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Emiliana

Tenía una mezcla de sentimientos contradictorios, por un lado amaba empezar lejos, en un lugar nuevo y conocer personas, por el otro odiaba comenzar sola, y yo no era conocida por hacer amigos pero sobre todo estaba nerviosa, hoy era el primer día que iba a definir mi futuro, hoy comenzaba la universidad.

Esta última semana pasó en un abrir y cerrar de ojos.
Me había dedicado a ordenar lo poco que había traído, mis ropas, algunas fotos, mis amados libros, y algún que otro adorno.
También me había tomado tiempo para recorrer los alrededores del departamentos.
Encontré un pequeño supermercado a pocas cuadras, no era grande pero tenía todo lo que podría llegar a necesitar, también una casa de comida rápida en donde no dude para pedir su número, si bien pocas veces compraba comida hecha nunca estaba de más tenerlo por alguna urgencia alimenticia.
Fuera de eso encontré un pequeño café en una esquina, parecía detenido en el tiempo y muy frecuentado por gente mayor, también encontré un bar el cuál tenía karaoke, sonreí al ver aquello, no cantaba bien pero no temía hacer el ridículo. Solo me faltaba el eslabón fundamental, amigos.
El centro de la ciudad se acordara encontraba a unos escasos veinte minutos pero no tenía intenciones de recorrerlo aún.

De mis padre no tenía noticias, ellos no me llamaban y, por regla del orgullo, yo tampoco.
Mi tía era otra cosa, llamó casi todos los días para ver como me encontraba en este nuevo lugar y hablabamos casi todo el tiempo, siempre lamente tenerla tan lejos, ella era mi mejor amiga y la distancia dolía.

Luego de meter algunas cosas en la mochila, me bañe dejando que el agua tibia recorra mi cuerpo, intentamdo relajarlo.

Al salir me quede pensando en que me iba a poner, marzo era un mes engañoso dado que el verano se despedía una vez más de nosotros para darle paso al otoño. Habia días que hacia calor y por las noches refrescaba o viceversa.
Hoy sin ir mas lejos era una mañana fresca, pero el sol que se asomaba me indicaba que el resto del día no sería igual.
Me termine vistiendo con un pantalón negro de alguna tela que desconocía pero era sumamente liviano, con una musculosa básica blanca y por encima mi camisa cuadriculada. En los pies me puse unas zapatillas pues no sabia bien todavía la ubicación y estaba segura de que si me perdía lo ultimo que querría llevar puesto son tacos.

Después de ver la ubicación varias veces en Google Maps, ya que era la primera vez que viajaba desde mi departamento, salí rumbo a mi destino. La universidad quedaba a veinte minutos en transporte público y para mi sorpresa era del lado extremo del centro.

Al llegar me sentí intimidada pues no recordaba que aquel edificio frente a mi sea tan grande.
Entre tomando aire como si pudiera de alguna manera tomar valor y encerrarlo dentro de mi.
Luego de ver mis horarios camine hacia mi primer clase: nutrición.

Estaba decidida a estudiar enfermería.
Cuando era chica había tenido un cuadro de fiebre debido a una infección en las vías respiratorias. Luego de intentar por cuatro días que me estabilice me tuvieron que internar así me pasaban medicamento por venas. De esa manera pudieron controlar la fiebre y la infección.
La enfermera fue una persona maravillosa que me cuido y me trato con mucho amor. Nunca la voy a olvidar. Desde ese día supe que quería ser como ella.
Además mi padre era director de un hospital y el pasar mucho tiempo allí, con él, hizo sentirme siempre muy segura de mi decisión.

Al entrar me sentí abrumada por la cantidad de gente en un mismo espacio.

La primer clase había terminado y pronto viernes llego. Me sentía feliz casi abrumada con toda esta experiencia.

—¡Hey espera!—sentí que alguien me gritaba.

Al girar vi a mi compañera Valería, ambas habíamos hablado muy poco a pesar de estar en todas las clases juntas.

—¿Todo bien?—pregunte al ver que sonreía.

—Si—Sonrió—oye por alguna razón la profesora no viene ¿Quieres que vayamos a desayunar hasta que se cumpla el horario?

Su pregunta me sorprendió y luego quise pegarme por estar analizando una pregunta tan simple.

—Es que no conozco a nadie y como hemos estado juntas en la clase...—comezo a hablar y me sentí mal por exponerla a que me de explicaciones de algo tan absurdo.

—Claro—le dije cortanto su discurso —vamos por café.

Val era una chica hermosa, pelo negro y unos ojos del color verde más raro que había visto. Era simpática y me encontré a mi mismo cómoda a su lado, compartiendo mi vida personal.

—Entonces, te mudaste hace poco, no tienes mucha relación con tus padres y tienes una tía a la que amas. ¿Entendí bien?

—Perfecto—le conteste con una sonrisa mientras comía mi media luna.

Ella miró su reloj y puso cara de horror.

—Tenemos clase en quince minutos.

Rápidamente tomé mis cosas, deje unos cuantos billetes sobre la mesa y salimos corriendo de aquel café.

El día paso volando. Entre risas, estudio y charlas.

—Tengo hambre ¿Tu no?

Negué con la cabeza.

—Pero si quieres te acompañó al comedor, ahí debe haber algo de tu gusto.

Ella sonrió y nos dirigimos aquel lugar que había para los cientos de estudiantes. Val me hablo de su vida, resultó ser la mayor de tres hermanos, sus padres eran médicos, se mudo este año al edificio que quedaba a una cuadra del mio y muy amablemente se ofrecio a llevarme y traerme ya que ella tenía auto y estaba sola, igual que yo, en esta nueva ciudad.

—¡Tres hermanos! No puedo imaginar como es tratar con eso.

—Sabes todos pensaran que por ser mayor me hacen caso, pero no ¡Las tres pequeñas ratas espantaron a dos parejas! ¿Puedes creerlo? Le hicieron la vida imposible.

Entramos riendo cuando choque con algo duro.
Levante la vista y me encontré con un par de ojos azules profundos como el océano.

—¿Estas bien?—Escuche una voz que me pregunta.

—Que lindos ojos—fue lo que me salió de los labios, pues me habían hipnotizado.

—Gracias—me respondió alguien.

Parpadee un par de veces y me encontré con esos ojos pero en un rostro, que me sonreía.

Sentí que la sangre me abandonaba.

—Tienes razón son hemosos—dijo mientras me estudiaba lentamente. Su mirada se posó en la mía y sonrió —Soy Alan.

—Emiliana—le dije mientras miraba buscando a Val.

—Yo soy Valeria—dijo estirando su mano—¿Comemos Emi?

—Yo estaba de salida, un placer Emiliana—dijo y salio del comedor.

—Eso es un lindo hombre—dijo Val.

—Lo es.

—Quizas mis ratas me lo espanten pero tu no tienes a ninguna que lo haga ¡Aprovecha!

—No lo creo—le dije forzando una sonrisa.

No quería pensar en parejas, no después de él.

Sabía que no todos eran iguales pero confiar en alguien se me hacía difícil y mi corazón había sufrido mucho, seguía débil.

—¿Estas bien?—preguntó Val.

—Si, solo me agarro hambre ¿Comemos?

Ella sonrió como comprendiendo por que esquivaba el tema, supe entonces que estaba en el lugar correcto, que no tenía que temer, que todos de una u otra manera iba a estar bien en mi vida.

Eres MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora