Capitulo 28

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Emiliana

Mi mejilla sentía el calor de su cuerpo, y la manera en que su pecho subía y bajaba, su respiración era tranquilizadora, me hacía sentir en paz.

Su mano recorrió mi cabello, dejando perezosa caricia, haciéndome saber que aun no se había dormido.

La televisión llenaba el silencio de la casa, aunque ninguno realmente estaba viendo lo que transmitía.

Sentí el frío en mi cuello y sonreí al tocar el metal de la cadena. Amaba cada parte de ella y su significado. Alan me había sorprendido pero ¿cuando no lo hacia?

—¿Que hora es?

—No tengo idea.

Mi cuerpo se apretó más al de él.

—Los chicos quería salir hoy, ya sabes para despedirnos.

Sentí que el pecho se me encogía un poco, se iría de viaje junto a Tylor, casi tres semanas sin verlo.

—¿Te enoja?

¿Como podría enojarme? Alan tenía un espíritu libre, sobre todo leal a las personas que amaba y Tylor sin dudas era una de ellas ¿Como pedirle que cambie su forma de ser? ¿Que se aleje de las personas que amaba? ¿Que cambie una parte vital de su vida? Era imposible, me había enamorado completamente de él por su forma de ser y esto venía en el paquete.

Sin embargo...

Algo me molestaba, esta fuera de mi zona de confort pues nunca me había puesto en esta situación.

Saber que la persona que amaba iba a estar del otro lado del mundo solamente con su mejor amigo, requería, para mi, una gran dosis de confianza ciega, algo que nunca me habían exigido, algo que nunca había dado.

—No—sonreí—pero tendrás que besarme mucho para compensar el tiempo que no estarás.

Era Alan del que hablábamos, la persona que desde el primer día se mostró paciente con mis inseguridades, atento, amoroso. Confiaría en él.

—¿Solo besos?—pronto lo tuve encima de mi, besando mi cuello—por que no pienso liberarte hasta el miércoles. Nos encerraremos aquí y te dejaré totalmente saciada así no me extrañas las próximas semanas.

Sus dientes dieron suaves mordidas en mi clavícula y subieron hasta mi mandíbula.

—¿De verdad?—asintió —eso suena genial.

—Ahora dejemos las palabras y pasemos a los hechos—dijo mientras me quitaba la remera.

~*~

Me mire al espejo otra vez, insegura de mi vestuario.

—¡En verdad me pase con este!

Gire hacia Val, me miraba desde la puerta de mi habitación con una gran sonrisa en el rostro.

—Ese color se te ve fabuloso.

—Es muy corto—Estire la tela del vestido hacía abajo, en un estúpido intento de que quedara a mitad del muslo.

—Tapa la parte correctas y se ajusta como guante a tu cuerpo. Me encanta, pero si quieres lo cambio.

En sus ojos se noto la decepción al decirme aquello.

Suspire, ella había llegado feliz con aquel vestido para mi. Aquel gesto desinteresado me había aplastado de felicidad.

Volví a mirarme, era un vestido hermoso, simple de color vino tinto, y se ajustaba en cada parte de mi cuerpo, no tenia nada salvo un cierre en la parte delantera que recorría de punta a punta la tela.

Eres MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora