Alan
Abrí los ojos al sentir en calor familiar del sol, pero los cerré rápidamente.
Mi cabeza a zumbaba y mis ojos ardían debido a la falta de sueño.
No había dormido en casi tres días, las vacaciones terminaban y comenzaba una nueva etapa para mí, la universidad y junto a mi amigo, Taylor, habíamos decidido despedirnos a lo grande.En algún lado mi maldito telefono estaba sonando con su tono de mierda.
Busqué por todos lados hasta que vi como, en el bolsillo de mi pantalón, prendía luz.—¿Si?
—Solo quería darte las gracias por una noche maravillosa—dijo una voz femenina que reconocía bien.
—Carajo Anabell ¿Me llamaste para eso? Tengo un dolor de mierda en la cabeza, lo último que quiero escuchar es tu voz.
Cada mujer tenía una característica que la distinguía de otras, en el caso de Anabell era su voz. Una voz tan chillona que escucharla por más de dos minutos era perjudicial para la salud de cualquier persona. Eso no impedía que uno pudiera divertirse con ella un rato.
Me levante de la cama y estiré mis brazos junto con mi cuerpo, podía sentir los músculos duros y doloridos.
Fui al baño y tome una larga ducha caliente, me relaje y luego de cambiarme salí de la habitación y baje dirigiendome a la cocina donde se encontraba el paracetamol. Tome dos pildoras rápidamente.—Que gran noche—dijo Taylor entrando a la cocina.
—No recuerdo la mitad de las cosas—abrí la heladera y saqué jamón, tomate y pan, estaba haciendo un sándwich cuando recordé—por cierto ¿Anabell vino conmigo?
—Si—sonrió negando con la cabeza—casi te lo hizo enfrente de todos nosotros, hermano esa mujer esta loca.
Se acerco y me quito el sándwich de la mano mientras se iba corriendo fuera de la cocina.
—Lo sé, pero es buena distracción—susurré para mi.
Unas voces llamaron mi atención y camine hasta el patio.
Mi padre se encontraba frente a una parrilla y mi madre se escondía tras él mientras le gritaba algo.
Me acerque a ellos, al igual que Taylor, y ambos sonreímos al verlos.
—¡Te vas a incendiar la cara si le sigues tirando!—gritaba mi madre.
—Hago parrilladas desde los doce, nada va a pasarme.
En ese momento prendió el fósforo y al tirarlo ambos retrocedieron por la gran llama de fuego, incluso nosotros.
Mi madre le dio un golpe en el hombro el brazo y mi padre sonrió.
—¡Sin ningún daño!
—No tiene caso—le dije mientras la abrazaba.
—Tu padre me matará si sigue haciendo esas cosas.
—¿A que se debe este almuerzo?—preguntó Taylor.
—Cumplimos veinticinco años de estar casados—respondió mi madre con una sonrisa.
—Pero solo tienen ¿Cuarenta?—Respondio Taylor confundido.
—Mamá tiene cuarenta y tres, papá cuarenta y cinco. Se casaron jóvenes.
—Mi suegro no aceptaba que su hija este con un hombre sin casarse, eran otros tiempos Taylor y el era un hombre muy cerrado—mi padre camino hasta mi madre y le dio un beso en la mejilla—no dude ni un segundo.
—¿Pero no fue complicado?
—Cada día, pero no cambiaría nada, tengo a la mujer de mi vida y al mejor hijo que podría desear alguna vez.
Sentí mi pecho inflarse de orgullo.
Pasamos una tarde muy familiar, solo faltaba Danny y las niñas para que sea perfecta.
—Extrañaré esta paz en un par de semanas, estar sentado sin preocupaciones por exámenes, trabajos y otras cosas—le dije a Taylor cuando la noche caía sobre nosotros en el patio de mi casa.
—Exámenes, trabajos, exposiciones, lectura y leyes y más leyes. ¡Mi cabeza va a reventar!
Me reí de él, y su exageración para decir las cosas, mientras lo escuchaba como insultaba a todos los profesores de la universidad. El empezaba su segundo año. Yo por mi parte era el primero y estaba un tanto ansioso.
Pronto se fue a su casa y al entrar a la mía me encontré con mi madre y mi padre que me sonreían.
—Hijo comienzas la universidad.
—Mi pequeño bebé —dijo mi madre con estiraba su mano para agarrarme y sentarme a su lado.
—¿Estas seguro de la carrera? Sabes que no tienes...
—Sabes que siempre quise ser abogado, como tú.
—Y tienes todo mi apoyo, pero si empiezas y ves que no te sientes satisfecho con tu elección, no dudes en dejarla.
Asentí mientras bajaba la cabeza, si había algo que mis padres hicieron todo este tiempo es apoyarme en cada elección, era muy afortunado por ello.
—Sabes hay algo que te tengo que dar.
Saco de su bolsillo y le extendió una pequeña, pero delicada, caja de madera. Al abrirla me encontre con una cadena de oro bastante delicada con un dije en forma de A que se me hacía vagamente conocida.
—Eh.. Gracias es linda—dije extrañado por aquel regalo.
Yo no solía usar cadenas y esa era muy delicada, bastante femenina a simple vista.
—Es tradición familiar, no te presiono. Todos los hombre de la familia recibimos una cuando empezamos la universidad.
Al mirar a mi mamá vi que de su cuello colgaba una bastante parecida.
—Gracias—dije sin saber que más decir.
—De nada, espero que un día le des esa cadena a una mujer que te ame y te haga un buen hombre.
Con esa sola frase sentí la deliciosa presión de, un día, formar familia.
—Esta bien—contesté y fui a mi habitación.
Abrí el cajón y la guardé en el fondo, sin darle importancia.
Ya acostado me puse a pensar en la cadena y en su significado.
Quería tener a mi lado una mujer que me ame, mis padres siempre fueron un modelo a seguir para mi, pero
¿Cuantos tiempo va a pasar hasta que encuentre a una mujer que me enamore tanto para dársela?
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Eres Mia
Romance*NO SE ACEPTAN ADAPTACIONES DE NINGÚN TIPO* Emiliana, una chica como cualquier otra, solo su triste pasado la diferenciaba de otras. Alan, un joven como cualquier otro. Su atractivo y encanto eran una combinación perfecta. Ambos comenzaban la univer...