Capítulo 22

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Emiliana

Me costaba respirar.

Esto es un sueño, me repetía una y otra vez, intentado creer aquello.

No podía ser él, no otra vez, pero mis ojos no mentían.

Nicolás estaba frente a mi, sus ojos grises me miraban fijamente, parecía transmitir preocupación. Pero sus boca tenía una mueca que lastimosamente conocía bien, estaba enfadado.

—Emi—escuche que me llamaban.

En ese momento sentí que alguien me sujetaba, era Alan. Supe en ese instante que él era la causa de su enojo.

Mi cuerpo se puso alerta, el miedo que tan bien conocía apareció.
Este es un sentimiento difícil de explicar, algo que Nicolás creo el para dominarme, para que acaté sus órdenes. Era un miedo que doblegaba mi voluntad y hacía estremecer cada parte de mi.

Tuve, por un segundo, la extraña necesidad de alejar a Alan sin embargo pude contra ello.

Sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo que me sostenían con protección, su calor me envolvía y sus ojos me transmitían una infinidad de amor, mucha más de la que se había animado a confesar.

No podía perderlo a él, no podía perder todo lo que había logrado.

—¿Cómo me encontraste?—pregunté mirando a mi madre.

Me sentí más segura al escuchar que mi voz no temblaba, incluso era indiferente.

—Debo decir que tu padre fue muy astuto al cambiar la dirección, pero yo sabía a la universidad que ibas. Simplemente te seguí.

No podía creer que aquella mujer era mi madre. No podía creer su aquella mujer era la que, por naturaleza, me debía proteger.
Ella rompía cada parte de mi y para mi desagradable sorpresa me encontré que un sentimiento desconocido y desconcertante crecía en lo profundo de mi pecho hacia ella.

Era odio.

La comencé a odior por siempre dejarme de lado, por no darme su amor, por no cuidarme, por arrastrarme hasta él una y otra vez.

—Mimi por favor hablemos—Me estremecí al escuchar aquel estúpido apodo que alguna vez creí que era hermoso.

¿Cómo se atrevía a venir despúes de todo lo que me hizo?

—No, nosotros no tenemos nada que hablar—mi voz tembló un poco al decir eso.

—¡Emiliana! ¿Cómo le contestas así? El vino a darte una segunda oportunidad, niña terca.

Por primera vez sentí la gran necesidad de sacudir a mi madre hasta que reaccione.

Ella estaba cegada por el encanto de Nicolás, y sobre todo, por su posición económica.

Sentí dolor al recodar la historia que mi padre me contó, entonces lo entendí.

Ella veía en Nicolás el hijo que nunca tuvo.

—Carol deja que yo hable con ella—él siempre la había tratado como una madre, se adoraban.

Y el tiempo me demostraba que se merecían, ambos eran la misma clase de persona.

—¡No hay nada que hablar! Yo te di todo pedazo de basura y tú me lo pagaste de la peor manera ¡Te odio!

Sentí la adrenalina correr por lo cuerpo, estaba largando todo lo que tanto tiempo tuve adentro. Lo que nunca me había animado a decirle.

Esta vez ya no sentía tanto miedo.
Tenía a mi padre, mi tía, Alan y amigos de mi lado.

—¡Emiliana basta! Pídele perdon y olvidaremos tu comportamiento—grito mi madre.

Eres MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora