28: ¿Quién demonios eres?

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El verano comenzó con buen pie. Las semanas pasaban y yo seguía mi rutina de siempre. Cierto es que desde hacía unos días, cuando hacía mi paseo rutinario por los campos, me daba una ligera sensación de que alguien me vigilaba. Por lo general trataba de ignorarlo y pensar que seguramente sería imaginación mía; aveces puedo llegar a ser una persona realmente dramática y me monto historias yo sola. No obstante, es cierto que cosas que imaginé que nunca podrían ocurrir en la vida real, finalmente eran ciertas, es decir, mi pareja es un hombre lobo y tengo un amigo vampiro, por lo que tampoco sería muy descabellado que alguien de verdad me persiguera. En estos últimos meses he aprendido que definitivamente la realidad supera la ficción.
Más de una vez pensé en decírselo a Javier, pero finalmente me decantaba por no hacerlo, ya que hasta que no dejara de ser unicamente una sensación, no le daría la suficiente importancia. Necesito ver para creer, como dice el dicho.
Además como ya se sabe de mí, siempre he sido muy escéptica; hasta que no vea algo con mis propios ojos, hasta que no vea pruebas solidas de que algo es real, no lo creeré.

Algo de lo que también me percaté es que cuando Javier me acompañaba en mis paseos, esa sensación mágicamente desaparecía, lo que hacía que no parara de especular sobre lo que podría ser. ¿Y si era algún miedo oculto? Podría ser miedo a la extrema soledad -a pesar de me considero una persona que disfruta de la soledad, pero nada en exceso es bueno- y al peligro, ya que en estos parajes no suele haber nadie, quizá sea el típico miedo a que aparezca alguien peligroso y me haga daño. Eso explicaría por qué con Javier desaparece, ya que con él me siento mucho más segura. Igualmente no debo descartar que pueda ser de verdad alguien y no unicamente mi imaginación, y que sea quien sea con Javier no se atreva a perseguirme.

—Aurora, ¿te ocurre algo? llevo media hora contándote cómo conseguí al fin descargarme este juego y veo que ni caso me haces. —dice Javier poniendo cara de cachorrito.

No puedo evitar sentirme mal. Trato de convencerme de que no le doy importancia, pero para qué mentir, cada día que pasa tengo más miedo a pasear sola, de hecho siempre que puedo le pido a Javier que me acompañe. Sé que debería decirselo, pero no quiero preocuparle innecesariamente.

—Lo siento, no paro de cavilar sobre algo.

—¿Y se puede saber sobre qué señorita? —pregunta tiernamente mientras enarca una ceja.

—Quizá porque aveces parece que prefieres a los videojuegos antes que a mí —digo en tono bromista cruzada de brazos.

—¡Claro que no! os quiero por igual, sin ti y los videojuegos mi vida no tendría ningún sentido.

No puedo evitar reír ante tal ocurrencia.

—Me tengo que ir, ¿puedes pasear conmigo esta tarde? —le pregunto poniendo ojos de cachorrito, con la esperanza de que acepte.

—Me encantaría, pero justo hoy tengo un partido muy importante, lo siento.

Sabía que algunos martes siempre va a fútbol, pero tenía una pequeña esperanza. Mi decepción es palpable y éste se da cuenta.

—Oye... si quieres puedo decir que me encontraba mal o algo, la verdad es que también tengo bastantes ganas de pasar la tarde contigo.

—No, ni se te ocurra, nos vemos mañana y asunto arreglado.

Le doy un beso en la mejilla y me voy maldiciedome mentalmente por ser tan transparente. En momentos como este desearía el tener la habilidad de esconder mejor como me siento.

Vamos Aurora, ignora esa sensación y disfruta más de la naturaleza y el aire libre anda, supera tus miedos, hazlo por ti

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Vamos Aurora, ignora esa sensación y disfruta más de la naturaleza y el aire libre anda, supera tus miedos, hazlo por ti. Respiro hondo y comienzo a caminar.

Al principio todo iba bien, hasta que esa molesta sensación se volvió más intensa que nunca. Sentía a quien fuera más cerca que nunca, oía ruidos y pisadas relativamente cercanas pero no veía nada. Aguanté durante unos minutos hasta que no pude más y grité a todo pulmón:

—¡Ya basta!

Definitivamente no era cosa de mi imaginación, esto ya era demasiado real.

Me sorprendí por haber soltado un grito de tal calibre, pero en los cinco segundos después, no ocurrió nada, era un día nublado y todo estaba en completo silencio, hasta los pájaros se callaron. De repente noto pisadas detrás mía, muy lentas... lentamente escalofriantes, lo cual hace que me sobresate y mantenga en alerta. Un enorme escalofrío recorrió todo mi cuerpo, me giré despacio, y sí, por primera vez había alguien. Era una chica algo más alta que yo, de unos dieciocho o diecinueve años, llevaba una vestimenta algo peculiar y una capa roja, tenía el cabello largo, ondulado y pelirrojo. Sus ojos en un principio eran de un marrón intenso, pero fueron cambiando a un color rojizo. Era bastante hermosa, pero su mirada no transmitía en absoluto confianza.

Mi novio es un hombre loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora