21: La verdad

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Varios días después, me encontraba caminando por la calle un viernes frío ya que había quedado con mis amigas, estaba nublado y hacía bastante viento, pero ellas insistieron. De repente comencé a escuchar como si me persiguieran, pero me giraba y no oía a nadie, la única explicación que le dí fue que podía ser a causa del viento, pero de la nada escuché un ruído más intenso aún detrás de mí, me giré asustada, pero de nuevo no había nadie, miré hacia delante y estaba Eduardo. Del susto casi me caigo al suelo, situaciones tan surrealistas como esta me pueden.

—¿¡Pero qué demonios!? ¡Menudo susto que me has pegado!

Éste sonrió, como si este tipo de reacciones fueran su pan de cada día, y no me extraña con lo misterioso que puede llegar a ser.

—Perdón... pero me encanta dar sustos.

—No... si ya lo veo. ¿Y cómo lo has hecho? esa agilidad y rapidez que has tenido no parecen normales.

Éste adoptó un tono más serio e ignoró lo que dije.

—Venía a darte el premio que te prometí, sube. —Dijo señalando a un coche amplio y gris—

—Wow... ¿Este coche es tuyo? —pregunto sorprendida— Pero si tienes 17 años y no se puede conducir hasta los 18... 

Cada vez me confunde más, este chico es demasiado extraño y es evidente que guarda bastantes secretos.

—Digamos que estoy más preparado que los demás chicos de mi edad.

—Ajá, eres especial... ¿No? 

—Sí —sonríe— Ah, por cierto, se me olvidaba.
—Me pone una venda en los ojos—

—¿¿Qué haces?? —pregunto confundida—

—Es una sorpresa... si vieras el camino se perdería la ilusión ¿No? 

—Supongo...

Si dijera que en ese momento no sentía miedo, mentiría. A pesar de que finalmente no parece un mal tipo, me da la sensación de que a pesar de que nos acabamos de conocer, siente una creciente confianza en mí.
El camino fue algo largo, ninguno de los dos habló, fue algo incómodo y me recordó a lo que me hizo Javier, pero al fin paró el coche.

—Me quita la venda—

—¡Oh dios! Es hermoso! 

Me había llevado a las montañas del pueblo... las vistas eran explendidas; se veía mi pueblo y los de alrededor, y con ello el lugar ofrecía unas hermosas vistas de pequeños castillos, tanto los de los pueblos vecinos como el que se encuentra a nuestro lado, además de miles de árboles y olivas. El aire era puro y el viento más feroz que en ningún otro sitio, el paisaje era oscuro y gris por las nubes, pero aún así era realmente precioso.

—Gracias... en serio, hacía tiempo que no iba a estas montañas, no tengo coche y no me quedaba otra que ir andando, y da bastante pereza, además de que el tiempo escasea, y más aún en invierno.

—Me alegro —asegura sonriente— pero esta no es la sorpresa. Verás, te llevo observando desde que empezaste a asistir a este Instituto. No quiero parecer un acosador ni nada de eso, no me malinterpretes, pero siempre me pareciste alguien especial, diferente a la mayoría. A simple vista eres tímida, con gustos diferentes a la mayoría de los que te rodean, pero en el fondo he podido ver que eres una chica inocente, alegre y vivaracha. Aquella pequeña conversación que tuvimos el otro día me hizo percatarme del bien que me haces y me harías si fuéramos amigos cercanos. Necesito en mi vida a gente tan diferente, alegre y viva como tú.

Me sorprendió enormemente esa gran cantidad de elogios que me dedicó. Y más aún me sorprendió ver que no sólo él y su misteriosidad me llamaban la atención, sino yo y mi estupidez (no sé de qué otra manera denominar mi personalidad infantil) le llamaron también la atención a él. La verdad es que parece un chico joven pero deprimido, como si sufriera una profunda depresión y necesitara la ayuda de alguien como yo... Si es así, yo encantada de ayudar.

—Vaya... muchas gracias por tales elogios. ¿Entonces cuál es la verdadera sorpresa?

—La verdad. 

—¿Cómo? 

—Que la sorpresa es decirte toda la verdad sobre mí. Sé que me consideras alguien misterioso, y no te culpo. Pero ahora me comprenderás.

El ambiente se tornó tenso. Es cierto que tenía pensado averiguar qué ocultaba tarde o temprano, pero ni de broma esperaba que fuese a decirmelo él mismo a muy escaso tiempo de conocernos. Hay algo que no encaja aquí, pero de momento dejaré que me confiese aquella verdad a la que se refiere.

Mi novio es un hombre loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora