Pasaron los días y no le volví a ver desde la entrega de cuadernos, por alguna razón le buscaba todos los días con la mirada, pero nada, no aparecía, era como si se le hubiera tragado la tierra, o como si todo hubiese sido un mero sueño. Me comencé a desesperar y preocupar, y no sabia exactamente por qué, ya que le había acabado de conocer, era prácticamente un desconocido, pero tenía algo especial. Su presencia me transmitió muy buena energía, en los escasos segundos en los que pude hablar con él, sentí que no podía dejarlo ir, y que sería maravilloso poder llegar a conocerlo mejor. Mis amigas se percataron de ello y comenzaron a preguntarme:
—¿Por qué estas así? Es porque el chico ese tan guapo del otro día no ha vuelto a aparecer, ¿a que sí?
—¡No es por eso! —miento— Además no es tristeza, es estrés por los exámenes, esta semana tengo seis exámenes, ¿cómo queréis que esté?
—Ya, claro... seguro que es sólo eso. Vamos Aurora que te conozco como si te hubiera parido.
—dice una de ellas con los brazos cruzados.De repente veo a uno de los compañeros de clase de Javier, o eso imagino ya que era de los que se encontraban jugando al baloncesto aquel día. Sin siquiera pensarlo me acerco a él.
—Oye... ¿Eres compañero de Javier?
—Ehh sí, ¿por?
Se muestra claramente desconcertado, seguramente preguntándose de qué lo conozco. Yo comienzo a ponerme nerviosa ya que literalmente estoy improvisando.
—Es que me gustaría comentarle algo, pero hace días que no le veo, ¿sabes si le ha pasado algo?
—Tiene la gripe, pero según me dijo ayer ya casi está recuperado.
—Ya veo... gracias.
Seguidamente me alejo rápidamente y muerta de vergüenza. Aveces me sorprendo a mí misma, ya que por lo general soy realmente tímida, pero en ocasiones cuando una situación lo requiere con urgencia, tengo una valentía y extroversión que ni sé de dónde salen.
Salgo mentalmente agotada por la intensa clase de matemáticas y me dirijo con pereza a un banco a esperar a mis amigas, como de costumbre. Me dispongo a abrir el paquete de galletas cuando alguien me sorprende por detrás, y es tal mi sobresalto que se me caen todas las galletas al suelo.Me giro y me sorprendo más aún al ver que se trata de Javier, algo más delgado y pálido que la última vez que hablamos. Éste instantáneamente se percata de que toda mi merienda ha acabado desperramada por el suelo.
—Lo siento... lo siento mucho, no pensé que te ibas a sobresaltar tanto. —dice claramente avergonzado, aunque yo lo estoy el doble.
—No pasa nada... no es tu culpa, además hoy no tengo mucha hambre.
—De igual modo me siento mal, ahora mismo te voy a comprar algo en la máquina expendedora.
—No en serio, no es necesario —digo aún avergonzada.
Éste hace oídos sordos y para mi sorpresa se va corriendo hacia el edificio en el que se encuentra la máquina expendedora. Yo decido seguirlo también corriendo ya que no pienso permitir que me invite cuando no es su verdadera culpa, además por lo general no me gusta que me inviten, me hace sentir mal. Me asombro al ver lo tremendamente rápido que es, pero yo sigo esforzándome al máximo.
Inevitablemente gana, cuando llego ya está introduciendo una moneda en la máquina. Exhausta me acerco a él.
—¿Qué quieres?
—Esta bolsa de patatas me vale. —le indico con resignación— pero en serio, no era necesario.
—Aquí tienes —dice con una sonrisa entregandome la bolsa— por cierto, me ha dicho un compañero que preguntaste por mí y que me querías decir algo, por eso te busqué antes, ¿de qué se trata?
Me quedo petrificada al instante, sin saber qué demonios decir ahora.
—Bueno... verás, es que vi que eres un curso superior al mío, y bueno... mañana tengo examen de matemáticas y hay algunas cosas que no entiendo, me da verguenza preguntarle a la profesora, así que si me explicaras te lo agradecería.
Mis mejillas han de estar como un tomate en estos momentos, ha sido lo primero que se me ha pasado por la cabeza, aunque en parte es verdad. Éste sonríe, como si no se esperaba esto en absoluto, aunque es comprensible que le extrañe, es decir, una desconocida acaba de pedirle que le explique un temario de matemáticas.
—No deberías tener vergüenza a preguntar a la profesora, al fin y al cabo para eso está, ¿no? Pero tranquila, no tengo problema en ayudarte, además justamente las matemáticas se me dan bastante bien. Lo único es que aquí sería bastante difícil, ¿no crees? sé que suena un poco atrevido ya que apenas nos conocemos, pero podríamos quedar esta tarde en alguna casa o en la biblioteca y ahí podría explicarte mejor, ¿qué te parece?
Me sorprendo bastante ante tal ofrecimiento, pero pensándolo bien es bastante coherente. Además he sido yo la que ha empezado, ahora no me puedo echar para atrás. Es la oportunidad perfecta para conocerlo mejor, por lo que acabo aceptando.
Ambos quedamos en que él se pasaría por mi casa, aunque tardo bastante en indicarle dónde se encuentra mi vivienda ya que soy bastante mala en las indicaciones.
—Por cierto, ¿no tienes merienda? —le pregunto para romper el silencio que se produjo tras aquello.
—Sí tengo, solo que actualmente se encuentra en mi estómago —dice mientras se toca la barriga con orgullo, lo cual en cierto modo me hace gracia, este chico es más carismático de lo que pensaba.
—¿Eres rápido hasta para comer? —pregunto con asombro.
—ríe— mi filosofía de vida es, ¿para qué hacer algo despacio cuando puedes hacerlo rápido?
Asiento en señal de comprensión, aunque en realidad no puedo estar más en desacuerdo, ya que yo por el contrario soy la persona más lenta que existe.
—Por cierto, he de decir que tu cuaderno me llamó la atención; entre que tu letra es bonita, que tenías dibujos variados por todas partes y que también encontraba pequeños poemas en cada página... deduzco que te aburres bastante en clase, lo bueno es que sabes aprovechar tu aburrimiento. —confiesa seguido de una dulce risa.
Al principio me hace gracia que diga que mi letra es bonita, ¡si es horrible! y seguidamente la vergüenza vuelve a aumentar, ¿en serio vio todo eso? la verdad es que no me había detenido a pensarlo hasta ahora.
Cuando me dispongo a responder, vislumbro a lo lejos a mis amigas espiandome y me quedo boquiabierta. Javier sonríe, como si ya lo supiera desde el principio.
Había olvidado por completo que ellas son de este edificio y seguramente al salir para el patio, nos verían y se quedarían espiandonos.
Javier al sentirse claramente incómodo, se despide con la excusa de que sus amigos seguramente le estén esperando.
Cuando se fue, mis amigas salen de su escondite y se ponen a gritar ¡Acabas de quedar con uno de los chicos más guapo del instituto!
—Qué exageradas sois... —digo con modestia.
Aunque en el fondo me encontraba igual o el doble de ilusionada que ellas.
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Mi novio es un hombre lobo
Teen Fiction¿Cómo sería la reacción de una joven escéptica al descubrir que los seres ficticios existen? ¿Realmente los seres sobrenaturales son tan extraños y terribles como se muestra en las películas?¿A ti te ha pasado que tu vida es completamente normal y m...