CUARENTA.

152 6 3
                                    


El auto aceleraba cuando entramos en la autopista con destino a Las Vegas, Nevada. Durante toda mi vida mi padre había hablado de tal ciudad como una sucursal del mal, aunque suene muy tosco y un poco ridículo, él decía que en ese lugar puedes cumplir con los siete pecados capitales en el mismo día e incluso hacerse una rutina. Esta vez quería probarlo por mí misma, por ninguna manera intentaría practicar esa idea absurda de mi padre, pero hay ciertas cosas que se deben conocer por consentimiento propio.

Era inevitable no sentir miedo, esta es la primera vez que me alejo así de casa, tanto en San Francisco como en La ciudad de Santa Clara me sentía de alguna manera a salvo, ahora tengo un nudo en la garganta, sin embargo no quiero volver atrás, siempre trato de llevar a cabo mis decisiones, aunque me sienta un poco sola, la compañía de Harry era todo lo que quería y necesitaba. Este era un proyecto secreto, no me atreví a contarle a nadie, ni a mis compañeros de universidad que constantemente llamaban para salir a beber a algún club, mucho peor a mi familia ya que seguramente estarían una vez más en desacuerdo.

De esto se trataba nuestra libertad, si queríamos lograrla teníamos que dejar todo atrás. Por parte de Harry parecía que no tenía ningún problema con aquello, esa noche que llegamos a tal acuerdo se vio tan decidido que a lo único que se dedicó era a conseguir el dinero necesario y reparar ciertos fallos del auto. Al parecer estaba ansioso por irnos, por escapar, él quería esto, él no tiene nada ni nadie aquí en San Francisco como para dejar aunque sea un sentimiento de pena o para atorar su pensamiento en un remordimiento interno.

Yo seguía pensativa, apoyaba la cabeza mientras tarareaba Sing de Travis, veía por el vidrio transparente el pasto, sembríos y toda la hierba verde que tenía apariencia de ser maleza, llevaba ese sentimiento de estar alejándome cada vez más -que era lo que realmente sucedía- escuchaba como Harry imitaba el sonido de un tambor con sus dedos contra el volante, él no despegaba la vista de la carretera, aun así sus labios dibujaban palabras dirigidas por la melodía del radio.

Harry comenzó a cantar cada vez más fuerte, bajó el vidrio de su puerta, su cabello bailaba así como también sus brazos al son de la canción, ahora es cuando recuerdo que hace unos años mi hermana Karla me contaba que cuando una persona canta es porque su alma quiere expresar lo que no puede mediante palabras comunes. Siento la alegría y el optimismo de Harry, él estaba tan animado que hasta gritaba las palabras, dentro de mi lista de cosas que deseo hacer no está desanimarlo con mi pesimismo y miedo, yo acepté esto y terminaré este viaje como a dé lugar

―Me dirás qué es lo que te preocupa. ― preguntó Harry cuando ya acabó la canción.

―No es nada―.

― Sé que sientes miedo, pero ahora ya no queda tiempo para eso, tenemos unas tres horas y media hasta llegar a Yosemite, así que despabílate―.

― ¿Iremos a Yosemite? ― pregunté muy alegre. ―Siempre quise ir―.

―Esa imagen que tienes en tu casa delató tus deseos, y para mi tus deseos son órdenes.―me sonrió luego besó mi cabeza mientras seguía el auto en marcha.

Yosemite era mi destino de ensueño desde muy niña, ahora podré ir y conocerlo en persona, mis hermanas mayores eran alérgicas al polen por lo cual nunca era una opción para paseos familiares, yo amaba ese lugar aunque jamás haya ido, todo lo que veía por televisión o por los periódicos parecía ser el mismo cielo, tanto me gustaba que incluso tenía un retrato desde el mirador del valle en la mesa de dormitorio.

Las horas pasaron rápido, entre canciones, juegos, risas y caminos desconocidos, llegamos a una estación de gas, nos encontrábamos ya a treinta minutos de Yosemite pero Harry tenía hambre así que tuvimos que parar a comer algo.

Cigarette Daydreams (H.S) © EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora