SEIS

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  "Nos queríamos con amor prematuro, con la violencia que a menudo destruye vidas adultas"  -Lolita, Vladimir Nabokov


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Como era una mañana sumamente lluviosa y no había asistencia al instituto, decidí por sentarme a meditar un poco frente al gran ventanal trasero de mi cuartito, es lo único por lo que agradezco inmensamente a los dueños de este pequeño lugar, miré al cielo el cual estaba nublando, bajé la mirada para contemplar a los árboles del terreno baldío que por cierto daba la impresión de un bosque.

Entre mis pensamientos se encontraban mi familia, mis amigos en Santa Clara y Harry. La última vez que fui a Santa Clara fue en las vacaciones de Navidad y fin de año, pasé esos momentos felices que solo sientes con tu familia, en los que el mundo y las preocupaciones no tienen lugar alguno. Extrañaba a mi familia y a todos mis hermanos mayores de quienes recibía regalos, ropa, viajes y hasta dinero -Las ventajas de ser la menor de todos los hijos-. Vivir en una familia conservadora con muchos hermanos te limita de muchas cosas, una de ellas la privacidad y la libertad. Recuerdo hace algún tiempo cuando estaba en el segundo año, mi hermano Francis espiaba mi teléfono celular en busca de algún pretendiente, curioseaba incluso las conversaciones embarazosas que mantenía con mis amigas, ¡Era terrible!, tiempo después pude comprender que lo hacía para protegerme de todas las farsas que ofrecían en la sociedad, aunque estando en Santa Clara no tenías mucha oportunidad de perderte en un mundo de malas amistades, drogas, fiestas, alcohol y sexo desenfrenado. En aquella ciudad todo era pacifico, no recuerdo haber asistido a una fiesta loca, solo habían de ese tipo de reuniones que se sentaban en el suelo a comer pizza con Coca Cola y si teníamos suerte se colaba una lata de Heineken sin que los padres del dueño de casa se dieran cuenta. Algo muy mojigato en comparación a las fiestas en San Francisco.

Para mi este tipo de rutina era raro ya que la mayoría de los días desayunaba un café con croissant de la cafetería de la esquina del instituto, y los fines de semana salía a desayunar con Celine o con los grupos de estudio en los cuales soy parte. La última vez que me preparé mi propio desayuno fue alrededor de un mes atrás cuando estaba muy retrasada para ir a mi lugar de estudio, realmente no se trataba de un desayuno, más bien era solo un jugo de envase y unas galletas integrales de sal. Esta vez decidí prepararme el desayuno de mi madre. Mis aptitudes culinarias también eran de las mejores, no es que me sobre autoestima pero esto de vivir sola me ha hecho sentirme auto suficiente e independiente, he aprendido a cocinar (aunque eso ya lo sabía por mi madre), a limpiar perfectamente una habitación, a administrar el dinero del mes; esas son las cualidades que he aprendido, pero las innatas, de esas con las que naces también me han servido para mi supervivencia, como por ejemplo, saber cantar, actuar y jugar baloncesto.

Mi currículo mental estaba lleno por ahora.

Terminé la preparación y serví la porción en mi plato, agarré un tenedor y comí mi gran y nutritivo desayuno, plasmé la vista al frente y me encontré con mi cama (esas son las cosas malas de vivir en un cuarto minúsculo), tendida a la perfección y la carta volvía a yacer entre los edredones, imaginé por un momento a Harry tomando el desayuno conmigo, probablemente diciendo que le encantaba la comida del sur de América y que tengo grandes aptitudes culinarias pero no era así, estaba yo, sola, aguantando el frío de la mañana, suspirando por alguien tan malagradecido como Harry... Espera... ¿Harry?

El rose de Harry la noche anterior había dejado marcada mi piel, recordaba como acariciaba con sus labios mis facciones y casi llega hasta mis labios ¿Con que afán lo hacía?

Cigarette Daydreams (H.S) © EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora