SEGUNDA PARTE: TRECE

33 2 0
                                    


Hoy estaba haciendo buen día, el sol hacía de las suyas y no había llovido en días lo cual era más que bueno. No había mucho trabajo que hacer, estaba sentada en el sillón de mi pequeña oficina, detrás del escritorio con las manos entrelazadas sobre mi vientre y la cabeza hacia atrás, sintiéndome muy cansada, la noche anterior no pude dormir ni un poco, estaba tensa, decepcionada y tal vez un poco triste pero ya estaba acostumbrada, era habitual sentirme de esa manera, la mayoría del tiempo solía llorar, recostarme sobre la cama la mayoría del día y hacer lo que tenía que hacerlo. Recuerdo a Klauss como la persona que supo cómo sacarme de aquel hoyo en el que me encontraba, siempre estará en mis mejores recuerdos.

Toc, toc, toc.

― Adelante ―grité desde mi asiento.

Detrás de la puerta se encontraban Josh, Clara, Pablo y Esther, cabizbajos, con un semblante apesadumbrado. Algo me decía que sabía a lo que venían.

― Berni... ¿Estas ocupada? ―preguntó Pablo muy suavemente.

― No, estaba descansando un poco ―expliqué―. ¿Por qué esas caras?

― Venimos a disculparnos por lo de anoche, te hemos visto algo pensativa durante el día y supongo que fue por lo que pasó. ―intervino Esther con sus manos siendo entrelazadas, estaba muy nerviosa, se notaba a leguas.

― Escuchamos todo, lamentablemente el baño estaba algo cerca de nuestra mesa y hablaban alto, no quisimos causarles problemas, de veras...

― No, no se preocupen, en serio, no tuvieron la culpa en nada. Yo fui quien no supo hablar cuando debía y pues las cosas suceden por algo ―intervine interrumpiendo las disculpas de Josh―, más bien perdónenme a mí por involucrar problemas de pareja en la velada que debió ser exclusiva para nosotros.

― Estamos muy apenados por lo que sucedió, asi que te hemos traído algo rico, como ni siquiera fuiste a almorzar pensamos en que tendrías hambre... ―Clara me entregó una bolsa llena de algún tipo de comida que ahora no me placía tomar, pero lo hice por cordialidad.

― Gracias, de veras, son buenos compañeros y no se preocupen por nada, está todo bien ―les brindé la mejor de mis sonrisas. Siempre había sido partidaria en que las personas no deben ser las afectadas por la tristeza o el mal humor que tengamos en el momento, si son ajenas a nosotros que también lo sean ante nuestras actitudes. No merecen ser tratados mal cuando yo tenga la peor de las rabietas ni mucho menos deben ser quienes sequen mi lagrimas cada vez y cuando, a las personas les molesta eso y yo haría lo mismo en su lugar.

Ellos se despidieron para que cada quien vuelva a ejercer su labor, contaba los minutos para que sean las cinco y finalmente pueda irme. El momento llegó cuando menos me esperé y salí disparada hacia mi apartamento. Hoy me había organizado un poco para empezar a arreglar las maletas y no tener que hacer todo a último momento. Pensaba en que esto se está tornando más melancólico de lo que pensé, no me imaginé a mí misma volviendo a San Francisco, pero algo que si era cierto es que allá lo tenía todo, empezando por mi familia, algunos de mis hermanos viven allá, mientras que mamá sigue muy arraigada a Santa Clara por alguna extraña razón.

Me había quedado dormida en medio de los trapos tirados sobre la cama, el teléfono empezó a sonar y vibrar sobre las sabanas impacientemente lo cual me hizo despertar de un tirón.

― ¿Diga? ―contesté con la peor de las ganas.

― Hola Berni, soy Klauss.

― ¡Hey! ¿Cómo estás? ―respondí cordial.

― No tan bien como suenas estarlo tú.

Lancé una risa.

― No estoy tan bien como debería pero la vida sigue, Kla ―dije― ¿A qué se debe tu llamada?

― Pues, quería saber si ya estabas en San Francisco.

― Me iré la próxima semana.

Klauss seguía haciendo preguntas y comentarios cada vez que respondía. No sabia muchas cosas de él luego de nuestra relación quedó en un simple hecho del pasado, no me veía en el plano de volver a comunicarnos si habíamos terminado nuestra alianza tan frágilmente y más cuando fui yo el artífice del hecho. Hablamos alrededor de unos quince minutos en los que brevemente me supo contar que iría a Nueva York a vivir con su padre y que buscaría un empleo allá que vaya acorde a su profesión. Lo felicité y le deseé la mejor de las suertes, mis anhelos hacia él eran sinceros, era un joven bastante valiente y dulce que en el lugar donde vaya siempre seguirá siendo ese gran ser merecedor de lo mejor en este mundo. Lo que siento ahora no sé si sea arrepentimiento o lastima por mi situación, pero extraño los buenos tratos, las caricias diarias, los deseos de buenas noches y las caminatas por la ciudad. Algo en mi mente me hace pensar que tal vez extraño la compañía de alguien que siempre estuvo ahí conmigo y ahora lo he dejado ir por mis estúpidos confusos sentimientos.

La rabia me consumía de apoco, soy una mujer adulta que debería tener sus prioridades en la vida, que debería pensar con sensatez e inteligencia en cada situación. No soy una analfabeta ni una bruta, me he dedicado al estudio, al fin obtuve una carrera que me ha costado comerme libros enteros de infinitas páginas y aun así, no sé cómo soy incapaz tomar buenas decisiones, si para otras cosas incluso más complicadas soy tan lista. Capaz en las mentes de las personas que leen esto se halle el mero pensamiento: "Que tonta" pues, están en toda la razón. Soy tonta, soy burra y testaruda conmigo mismo y ahora me pesa la cruz de mis acciones como consecuencia. 

Cigarette Daydreams (H.S) © EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora