EPILOGO|| FINAl

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  "Las cartas de amor se escriben empezando sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho"  


¿Quién soy yo?

¡Vaya! Quisiera tanto responderme esa pregunta, pero es simple, ya no sé quién soy, mucho menos sé en qué me convertí. Si hace un tiempo me hubiesen preguntado aquello hubiera dado mi mejor respuesta, pero ahora incluso me da vergüenza darme cuenta qué he llegado a ser. A veces el dolor te hace dejar de sentir, es tan fuerte que te autodisciplinas para no seguir sufriendo. Eso me pasa a mí, le vendí mi alma al diablo, aquel ser venido de la nada que me había robado el corazón y sin duda me había arrebatado la felicidad.

Ahora él debe estar gozando de que al fin pueda lograr sus días con Anna, riéndose de mí, recordando aquellos bellos momentos como sufrimientos... ¡Qué bien que sabe actuar!

Ya era media noche y yo divagaba por las carreteras buscando un buen samaritano que me transporte a Santa Clara, pues por nada del mundo regresaría a San Francisco, el lugar donde conocí al mejor error de mi vida. No hay nadie, ni un alma en pena se atreve a pasar por estos tenebrosos carreteros, tenía miedo, estaba perdida y sin fuerzas.

Un viejo tráiler se avecinaba a lo lejos y sin pensarlo dos veces le hice la mano para que me hiciese el favor de llevarme hasta mi lugar de destino o por lo menos a una terminal.

El antiguo monstruo paró, un hombre con toda la traza de un buen camionero abrió la puerta del copiloto y entré.

― ¿A dónde va jovencita?

―Santa Clara.

El gran móvil arrancó e impartimos el viaje al dicho destino, el hombre parecía ser alguien decente, no habló mucho, solo lo necesario y pues agradecí aquello ya que yo no estaba tan predispuesta a manejar una charla. Mis lágrimas se asomaban por el rabillo de mis ojos, solo recordar todo aquello que había pasado hace unos momentos estremecía mi corazón, solo me provocaba llorar, llorar y llorar.

Tal vez exagero y sé que no es justo que me malgaste por alguien quien humanamente no vale la pena, pero se trata de él, la única persona que ha jurado a los cielos amarme y me terminó fallando tan vilmente.

El reloj marcaba las 7:30 de la mañana, ya había amanecido y estábamos entrando a la pequeña ciudad. El hombre me dejó en la terminal del metro, con mi maleta, caminé hasta el tren y me quedé en una estación cercana a mi casa, la gente que caminaba conmigo ponía su mirada en mí, no tenía un espejo pero sabía que tenía muy mal aspecto, tal vez el cabello enmarañado, ojos hinchados y una tez muy pálida, lo sabía, tenía pleno conocimiento de mi estado desgraciado y odiaba todo esto, odiaba sentirme de este modo, odiaba llorar, odiaba tener sentimientos, odiaba amar a Harry Styles.

Toqué la puerta de casa, ya hace semanas que salí de aquí tan melancólica, ahora regreso de la misma forma o incluso mucho peor.

El timbre sonaba y sonaba, mi paciencia se estaba agotando, nadie respondía al llamado, estaba desesperada y desdichada, fue cuando me tiré al suelo a continuar llorando, como si me estuviesen quitando la vida.

Sentí dos manos en mis hombros, alcé la mirada y era el dulce rostro de mi madre.

―Pequeña... ¿Qué te ha pasado?― dijo con un tono suave de preocupación.

―Tenías razón mamá, perdóname― respondí aun en llanto, tirándome a sus brazos como cuando lo hacía en mi niñez, en aquellos momentos en los que estaba triste.

Cigarette Daydreams (H.S) © EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora