Capítulo 28.

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Volví a mirar hacia sus ojos, que permanecían cerrados, y después miré de nuevo a sus labios.

Mi cabeza repetía miles de veces el nombre de Álvaro, pero mis labios decidieron no hacer caso a mi subconsciente y acercarse aún más a los suyos.
Cuando prácticamente nuestros labios se rozaban, Daniel se apartó, sonrió con cara pícara y tras bajar del vagón de aquella atracción me tendió su mano para que yo pudiera bajar.

Salimos de la atracción en silencio, hasta que el decidió hablar.

—Bueno y qué, ¿reconoces ya que te mueres por besarme? —soltó de golpe en tono egocéntrico.

Me hice la tonta y decidí cambiar de tema.

— ¡Aw! ¡Algodón de azúcar! Yo quiero —dije.

Daniel se limitó a seguirme hacia el puesto y no mencionó nada sobre nuestro 'casi beso'.

Tras comprarme el algodón de azúcar comenzamos a caminar de nuevo.

—Ey mira —me chistó Daniel—. En aquel puesto hacen chapas personalizadas, ¿quieres una?

—Tener una chapa con mi cara no es la mayor de mis preocupaciones ahora mismo —reí.

— ¿Tuya? Me refería a una chapa con mi cara.

— ¿Para qué quiero yo una chapa con tu cara, idiota?

— ¡Pues porqué si! ¿Quién no querría una chapa de semejante tío bueno? —dijo en tono arrogante y levantando sus cejas repetidas veces.

—Pues yo por ejemplo.

—¿Pin o chapa? —preguntó haciéndose el ofendido.

—Un pin por favor —bromeé.

—Pues va a ser chapa —me sacó la lengua y me llevó de la mano hasta el puesto de chapas.

Quince minutos después, me encontraba con una chapa con la cara de Daniel pegada en la parte izquierda de mi jersey.

—Wow, ahora estas aún más sexy que antes. Sin duda mi cara te favorece.

—Vaya, gracias —reí ante su estupidez.

—Podrías ponerte una chapa en el trasero también —propuso—. Sería raro, pero así tendría una escusa para poder mirarte el culo sin que te ofendieras.

—Imbécil, no hay quien te entienda, chico —solté de golpe—. Eres un cerdo.

—Pero estoy bueno, nena.

—Que te den, retrasado.

Comencé a caminar por la feria sin ningún rumbo fijo y Daniel se limitó a ir tras de mí.
Aunque yo ya no sabía si lo hacía porque quería seguir estando conmigo o por mirarme el culo.

Continué andando y haciendo caso omiso a Daniel, cuando a lo lejos divisé a Alba y a Raúl. Ambos estaban muy pegaditos.

Rápidamente cogí mi móvil y escribí un Whatsapp a mi mejor amiga.

<< Qué bien acompañada vas, perra. >>

Vi como Alba cogía su móvil y como reía. Cuando volví a mirar mi móvil ya me había contestado.

<< Has visto. El plan va de maravilla tía. Espera, ¿cómo sabes que estoy con Raúl? >>

Tras leer su mensaje y responderla, guarde mi móvil y me giré para ver si Daniel seguía andando tras de mí.
Cuando lo hice, su mirada se cruzó con la mía.

NUNCA ME VERÁS CAERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora