NUNCA ME VERÁS CAER

Capítulo 44.

Valeria me miró, ajena a todo lo que estaba ocurriendo a sus espaldas, y me devolvió el abrazo.

— ¿Acaso me quieres más que a Álvaro?

—Son distintos tipos de amores —respondí riendo.

Val hizo ademán de separarse, por lo que volví a abrazarla aún con más fuerza que antes. Vi como Alba acababa de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, y, como si de un acto reflejo se tratara, se unió rápidamente a nuestro abrazo.

— ¡Os quiero chicas! —Dijo Alba—. Y a Bárbara también.

— ¡Tengo una idea! ¡Podemos esperar así hasta que Bárbara vuelva y que así pueda unirse a nuestro abrazo! —propuse al ver que la situación no cesaba y que Valeria acabaría enterándose en cualquier momento.

—Chicas... —comenzó a decir—. Mirad, yo también os quiero mucho, pero si no me soltáis ya los tíos van a pensar que somos bolleras, y no sé vosotras, pero yo venía dispuesta a ligar...

—Esto... Si, tienes razón —dije tras darme cuenta de que quienes hace unos minutos estaban dándose el lote ahí atrás acababan de irse.

Valeria, Alba y yo entramos a los baños de aquella discoteca. El lavabo de este se encontraba a reventar de vasos con bebidas, unos más llenos que otros.

Y las únicas dos cabinas con retretes que había estaban ocupadas, en una de ellas se podía escuchar a una chica vomitando, y en la otra, una pareja lo daba todo sin importarles quien pudiese oírles.

—Esto... Creo que mi vejiga puede esperar, vámonos —dijo Valeria riendo.

Salimos de los baños, y nada más salir nos encontramos a Carlos apoyado en la pared de enfrente. Aunque estaba vez estaba solo.

Valeria sonrió y se acercó hacia él. Lo saludó con un beso en los labios que creo que ni él mismo esperaba. Después de ese beso vinieron muchos más, y Alba y yo entendimos que podíamos irnos cuando quisiésemos, pues Carlos ni siquiera se había percatado de nuestra presencia y nuestra amiga parecía no acordarse de con quien había venido a la fiesta.

Agh, si Valeria llega a ver que hace unos minutos Carlos estaba haciendo lo mismo con otra tía, Carlos lo estaría pasando peor que en estos momentos, eso seguro.

Alba y yo volvimos a la mesa en la que estábamos sentadas. No habían pasado ni dos minutos cuando vimos como Raúl entraba por la puerta de aquella discoteca. 

Alba comenzó a ponerse nerviosa. 

El rubio se dirigió hace la barra y unos minutos después se acercó hacia nosotras con un cubata en la mano.

—Hola nenas —saludó—. Alba, ¿podemos hablar?

—No —respondió mi amiga sin siquiera mirarle.

—Por favor —insistió Raúl y puso una mano en su hombro.

—He dicho no.

—Alba... —volvió a insistir.

—Adiós Raúl —sentenció Alba y este se marchó hacia la barra.