Tras charlar con Álvaro sobre el accidente y sobre lo que Gonzalo me había dicho aquel día, ambos nos quedamos en silencio durante un rato.
Me limité a contemplar a Álvaro al igual que el me contemplaba a mí. No hacía falta nada más. Nos teníamos el uno al otro y creo que eso bastaba.
— ¿En qué piensas? —me preguntó después de un largo rato así.
—En lo feo que eres —respondí y después lo besé.
Álvaro me devolvió el beso y después se levantó del sofá en el que nos encontrábamos y me dio la mano para que me levantara yo también. Después, me agarró de la cintura y comenzamos a besarnos apasionadamente.
Tras un rato así, se las ingenió para subirme encima de la encimera que se encontraba en la sala en la que estábamos. Seguimos besándonos como si nada y yo enrollé mis piernas en su cintura, que quedaban a la misma altura, para así estar aún más cerca, si es que se podía.
Tras un rato así, Álvaro se deshizo de su camiseta y ambos seguimos besándonos como si nada. Nuestras respiraciones se mezclaban y yo me encontraba cada vez más nerviosa. La mano de Álvaro dejó de estar jugueteando con mi pelo y pasó a mi trasero. Aunque no tardó en retirarla, pues tras oír como la puerta comenzaba a abrirse, nos separamos y yo me bajé precipitadamente de la encimera.
Álvaro se quedo inmóvil y reaccionó al darse cuenta de que estaba sin camiseta. Corrió como un loco por la sala y cuando al fin la encontró encima de una planta se la puso rápidamente.
Y yo, más roja que un tomate, me dediqué a abrir el primer cuaderno que pille para decir a mi madre que estábamos estudiando, si es que no nos había visto ya, claro.
El gallego y yo nos sentamos rápidamente en el sofá del salón, con una distancia considerable, como si nada hubiera pasado.
—Hola mama —dije cuando mi madre entró en el salón.
—Hola señora —saludó Álvaro muerto de vergüenza.
Mi madre nos devolvió el saludo, se acercó a Álvaro y le revolvió el pelo. Yo la fulminé con la mirada.
— ¿Qué hacíais? ¿Estudiar? —preguntó mi madre y ambos asentimos—. ¿Y qué estudiáis?
—Matemáticas —respondió Álvaro.
—Física —dije yo a la misma vez que el gallego.
—Mierda, mierda, mierda —pensé.
Álvaro y yo nos miramos sin saber muy bien qué decir, la cosa comenzaba a ponerse chunga.
—Vaya, no sabía yo que matemáticas y en ciencias se estudiara el arte románico —dijo mi madre señalando el cuaderno que yo acababa de soltar encima de la mesa.
—Eh si bueno, el caso es que... —intentó excusarse el gallego de ojos verdes.
—Anda... Me voy a preparar la cena —dijo mi madre mirándome con cara de "ya hablaremos tú y yo".
— ¿Crees que ha colado? —preguntó Álvaro.
—Oh si, por supuesto —dije sarcástica y comencé a reír.
— ¿De qué te ríes? —preguntó sin dejar de mirarme.
—Tienes la camiseta puesta del revés —le susurré, aun sin poder dejar de reírme.
—Mejor me voy y ya me la pongo bien en casa... —dijo avergonzado.
—Será lo mejor. Aunque claro, ahora la bronca será para mí —susurré—. Es imposible que mi madre no se haya dado cuenta.
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NUNCA ME VERÁS CAER
Ficção Adolescente¿Qué pasaría si una relación perfecta deja de serlo tras un trágico suceso? Mejor os lo plantearé de otra forma, quizá así la vida de Jess y de Adam os haya resultado un tanto extraña. ¿Qué pasaría si tu ex, tras más de dos años sin dar señales de v...