Capítulo 61.

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Una vez que Aaron se hubo separado de Alba, esta lo miró confusa.

Además, se podía notar como poco a poco un color rosado se iba apoderando de las mejillas de Alba.

Noté cómo los labios de mi amiga intentaban ocultar una tímida sonrisa y cómo sus ojos eran incapaces de mirar a los de él y querían ocultarse mirando al suelo.

Valeria tosió para terminar con aquel momento de silencio y después fue Alba la primera en tomar la iniciativa de salir del piso.

—A...adiós —se despidió tímidamente y miró por última vez a Aaron.

—Bueno...Adiós chicos —nos apresuramos a decir Valeria y yo, y, después de que Val abrazara de nuevo a su hermano, salimos del que había sido nuestro piso por unos días.

—Tía tú estás loca —le dijo Valeria a Alba cuando ya habíamos salido del edificio y no había peligro de que los chicos nos escucharan.

— ¿De qué me iba a servir plantarle un morreo si no nos vamos a volver a ver y es imposible que surja algo? Sabéis perfectamente que yo no soy de esas de "aquí te pillo aquí te mato".

—Y qué tía, de vez en cuando no está mal darle algo se locura a nuestra vida —argumentó Valeria.

—Y dijo 'de vez en cuando' alguien que todos los días está haciendo locuras —reí.

—Ya sabes que yo me ilusiono muy fácilmente, así que, sabiendo que no podía pasar nada más entre nosotros, mejor paso —le respondió Alba a Valeria—. Aunque me pueda arrepentir, lo prefiero así —añadió.

Llegamos al aeropuerto y tras chequear los billetes y demás, nos sentamos a esperar que dieran el aviso para embarcar.

Un constante cosquilleo comenzaba a invadir mi estómago por cada segundo que iba pasando: cada vez podía sentir a Álvaro más cerca.

Sobre la una de la madrugada avisaron por megafonía que los pasajeros del vuelo a Madrid debíamos embarcar ya.

Durante el viaje, no hice gran cosa, tan solo me dediqué a pensar como habían cambiado las cosas: hace poco más de una semana partía hacia Liverpool con el fin de olvidarme del gallego de ojos verdes, y ahora, pocos días después me encontraba regresando a España antes de lo previsto y con unas ganas locas de llegar y poder sorprender a Álvaro.


Cuando llegamos y conseguimos encontrar nuestras maletas, decidimos sentarnos en uno de los bancos del aeropuerto e intentar descansar un rato ya que aún era demasiado temprano como para regresar a nuestras casas.

Cuando comenzó a amanecer, cogimos un taxi que nos llevó a cada una a nuestros respectivos hogares.

Eran cerca de las ocho de la mañana cuando llegué a mi casa, por suerte mis padres no se habrían ido aún a trabajar, por lo que podría verlos a los dos.

Entré en el portal y subí hasta mi planta. Una vez allí, no pude evitar dirigir mi vista hacia el piso de Álvaro, claro que, aún no era las horas adecuadas para andar llamando a ningún sitio.

Me dirigí hasta la puerta de mi piso y llame enérgicamente a esta.

Pocos segundos después, mi padre abrió la puerta.

— ¿Hija? —preguntó sorprendido a la vez que me abrazaba.

— ¡Sorpresa! —dije risueña.

NUNCA ME VERÁS CAERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora