Capítulo 35.

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Contemplé como Adam lanzaba con rabia un vaso al suelo y como después de colgar se guardaba el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.

Pero... ¿Dónde estaba Carlos y con quien había discutido Adam?

Me sobresalté al ver que Adam me estaba mirando con cara de pocos amigos.

— ¿Qué mierdas haces aquí?

—Estamos haciendo un trabajo juntos, por si no lo recuerdas —respondí cortante.

—Por desgracia, si. Está visto que no me puedo separar de ti —soltó con desprecio.

—No eres el único al que esto le incomoda.

—Siempre has sido eso, una niñita imbécil a la que le daba igual todo —susurró en un tono apenas inaudible.

— ¿Perdona?

Y, sin darme tiempo a reaccionar, Adam me pegó bruscamente contra la pared y puso ambas manos sobre esta.

Mierda. Ahora no tenía escapatoria.

—Que quede bien claro que no he olvidado nada de lo que el accidente de mi hermano respecta...

—Adam pero yo... —intenté decir hasta que Adam comenzó a pegar bruscos puñetazos a la pared y me vi obligada a callarme.

—No pienso parar hasta que sufras como yo lo he hecho, niñata —espetó con asco separándose de la pared y apretando mi brazo.

—Auch —me quejé y escapé de su lado—. ¿Y... Y Carlos? —pregunté tras colocarme lo más lejos posible de mi ex y intentando aguantar las lágrimas que amenazaban con salir.

—Ahora viene —dijo—. Ha ido... Ha ido a hacer unas cosas.

Me senté en un sofá y me dediqué a observar el suelo ante la intimidante mirada de Adam.

—Ey, hola —saludó Carlos al llegar—. Ya estoy aquí.

Saludé a quién tarde o temprano rompería el corazón a Valeria y los tres nos pusimos a ensayar la presentación.
Tras casi dos horas de pequeñas discusiones con Adam y quejas por parte de Carlos, el trabajo estaba listo, aunque yo no tenía muy seguro que todo fuera a salir como esperábamos.

Llegué a mi casa sobre las siete de la tarde. Mis padres estaban trabajando pero no tardarían en llegar.
Decidí ir al baño y desmaquillarme ya que no tenía pensado volver a salir de casa en lo poco que quedaba de día.

Me miré en el espejo y comencé a quitarme el maquillaje de la cara, dejando al descubierto numerosos moretones y un hinchazón en el ojo.
Intente sonreír para convencerme de que todo estaba bien, pero ni siquiera yo misma podía convencerme de eso.

Todo estaba siendo una mierda esta semana: Álvaro seguía sin hablarme, el accidente podía haberme dejado secuelas aún peores, Alba estaba sufriendo por culpa del idiota de Raúl... Y para colmo estaban mis discusiones con Adam... ¿Por qué toda esta mierda debía pasarme a mí?

Dejé de pensar en aquello cuando llamaron al timbre. 

Salí corriendo a ver quién era y me sobresalté al darme cuenta de que era Álvaro.

Le dejé pasar a la entrada y él comenzó a hablar sin mirarme a los ojos.

—Venía a por sal —dijo.

Sonreí al acordarme de que ese mismo "truco" lo había usado yo para ir a hablar con él cuando apenas nos conocíamos. Me quedé mirándolo por unos segundos esperando a que dijera algo más, pero no lo hizo.

—Voy por ella —dije disgustada al ver que lo de Álvaro no era ninguna excusa.

Me dirigí a la cocina y tras coger un paquete de sal regresé al recibidor.

NUNCA ME VERÁS CAERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora