Capítulo 58.

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Aaron me miró dudoso y no dijo nada. Supongo que estaría pensando si debía contarme lo que él sabía sobre la muerte del hermano de Adam o si sería mejor para ambos que no me dijera nada.

—Como te he dicho —dijo al cabo de un rato—. Francisco no murió por casualidad. Fue en una moto, sí. Pero todo estaba planeado —dijo.

— ¿Quieres decir que el no murió por accidente, si no que lo mataron?

—Exacto.

—Pero... ¿quién sería capaz de hacer algo así? —pregunté impresionada.

—Mejor dicho quienes —me corrigió—. Te lo contaré, pero debes prometerme que no dirás nada, de lo contrario podrían ir a por ti también.

—Cla...claro.

—Recuerda, nada a nadie —repitió.

—De...de acuerdo —respondí nerviosa.

—Francisco y yo siempre habíamos sido mejores amigos. Habíamos crecido juntos e incluso compartíamos nuestra afición por las motos —dijo mirando tiernamente aquella fotografía—. Nuestra amistad siempre había sido muy buena: nos contábamos todo, siempre estábamos ahí para ayudarnos y los problemas de uno lo eran del otro también —contó.

Asentí para hacerle ver que tenía toda mi atención, y Aaron prosiguió.

—Cómo te decía, todo entre nosotros iba bien, hasta que, un día, él comenzó a juntarse con otros chavales, que, sinceramente a mi no me parecían muy "legales" pero tampoco quería entrometerme entre sus otras amistades por lo que decidí no comentarle nada.

— ¿Aquellos chicos no fueron buena influencia para él, verdad? —intuí.

—No. Francisco fue cambiando con el tiempo pero yo seguía sin decirle nada: era su vida y ya era mayor como para saber decidir por él solo. Hasta que un día me enteré de que se drogaba. Fue ahí cuando decidí hablar con él y hacerle ver que aquellos "entretenimientos" le estaban jodiendo como persona —dijo e hizo una pausa.

—Tranquilo —dije y acaricié su brazo para intentar tranquilizarle.

—Tras hablar con él, las cosas no cambiaron e incluso llegaron a empeorar: él comenzó a salir con ellos de forma continua y a mí me olvidó, además su actitud cada vez era peor. No volví a saber de él hasta que un día nos reencontramos: Francisco había cambiado mucho. Ya no tenía el mismo aspecto. Ya no era aquel chaval risueño, lleno de vida y con mirada aniñada. Grandes ojeras y una mirada perdida le caracterizaban ahora.

Miré a Aaron compasiva, sin duda, ambos debían haber sufrido mucho.

—Aquel día me contó que ahora se dedicaba a vender drogas y que ganaba una pasta con ello. Yo le advertí que lo que estaba haciendo no era lo más acertado. Pero él no me escuchó. Una vez más, como desde hacía unos meses, volvió a ignorar mi opinión.

— ¿Y qué pasó?

—Todo le fue bien: se drogaba él y él drogaba a los demás, y ganaba pasta, mucha. Era feliz. O eso me decía.

—Pero... Entonces... ¿Cómo murió? —le interrumpí.

—Aún no he terminado de contártelo —respondió y me revolvió el pelo, cosa que me recordó a Álvaro.

—Sigue, sigue —pedí, y cuando estaba segura de que Aaron no me miraba, limpié disimuladamente mis ojos, de los que las lágrimas amenazaban con salir.

—La banda narcotraficante de Francisco comenzó a ser investigada por la policía. Y ahí, fue cuando él se dio cuenta de el gran delito que estaba cometiendo. Habló con sus "amigos" pensando que todo estaría bien y que le dejarían desentenderse del asunto como si nada. Pero no fue así. No le dejaron volver a su vida normal. Y supongo que ahí fue cuando Francisco cayó en la cuenta de lo que yo le advertí antes de distanciarnos.

NUNCA ME VERÁS CAERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora