Capítulo 45.

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—Auch —me quejé—. Suéltame —dije, haciendo caso omiso a su pregunta.

—Respóndeme y te suelto.

—Suéltame —repetí—. Me haces daño.

—Voy a soltarte, pero en casa —respondió irónico y tras hacer un movimiento ágil me subió a su costado y después de asegurarse de que estaba bien sujeta comenzó a caminar.

—Que me sueltes —dije elevando el tono de voz para que la gente pudiera oírme.

De nada sirvió, porque en unos pocos segundos, Manuel y yo nos encontrábamos fuera de la discoteca.

—Se puede saber que haces, suéltala —gritó una voz que me resultaba conocida.

Intenté girar mi cabeza todo lo que Manuel me permitía y vi a Gonzalo.

— ¿Y si no quiero soltarla qué? —rebatió—. Jessica es demasiado pequeña para andar en estos ambientes.

—Si no quieres soltarla me encargo yo de que lo hagas —amenazó Álvaro, que acababa de aparecer.

Vi como Gonzalo mandaba una mirada de desaprobación hacia Álvaro, pero decidí ignorar aquello. Al fin y al cabo, lo que menos me importaba ahora era que ellos no se llevasen muy bien.

— ¿Piensas bajarla? —Preguntó Álvaro al ver que Manuel permanecía inquieto y que yo seguía sobre sus hombros.

—Pienso llevármela a casa, dónde debería estar.

Y de repente, sin percibirlo ni esperarlo, dejé de estar sobre los hombros de Manuel para posicionarme en el suelo, junto a Gonzalo.

Oí un golpe y reaccioné. 

Vi como Álvaro acababa de propinar a Manuel un puñetazo en toda la nariz. Manuel reaccionó llevándose la mano a su nariz, que ahora sangraba, y tras realizar aquel gesto, propinó un ingrato golpe a la mandíbula de Álvaro.

— ¡Parar! —grité agobiada.

Ambos parecieron hacer caso omiso a mis súplicas, y, tras unos segundos sin saber cómo reaccionar, Álvaro se dirigió hacia Manuel y le dio un golpe en el estómago.

—Dejarlo ya, por favor —insistí, pero volví a ser ignorada.

Manuel decidió imitar  a Álvaro y le propinó varios golpes en la cara. 

Noté como Álvaro comenzaba a sangrar y me alarmé. No pude evitar ponerme a llorar, aquella situación se estaba complicando y yo no era capaz de solucionarla.

— ¿Queréis dejarlo ya? —sollocé—. Esto no os va a llevar a nada.

Y una vez más, volvieron a ignorarme. Álvaro, a pesar de estar en muy malas condiciones, decidió no darse por vencido e intentó propinar un fuerte golpe a Manuel en el vientre. Este lo esquivó y aprovechó un despiste del gallego para darle unos cuantos puñetazos en la cara y en el pecho, provocando así que Álvaro cayese al suelo.

— ¡Álvaro! No, no, no —comencé a llorar—. ¿Se puede saber por qué has hecho esto?

—Empezó él —se excusó.

NUNCA ME VERÁS CAERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora