NUNCA ME VERÁS CAER

Capítulo 31.

Miré con miedo hacia el coche y grité con todas mis fuerzas.
Tenía miedo.
Pero aún así no conseguía reaccionar.

El coche seguía acercándose rápidamente y yo tan solo pude posicionar mis manos en mi cabeza y cerré los ojos.
Poco podía hacer ya.

De repente, ahí un fuerte frenazo y vi como un coche negro derrapaba de golpe.

Intenté levantarme del suelo y abrir los ojos para ver en qué condiciones me encontraba, pero decidí desistir debido al dolor que tenía en el costado.
Tan solo pude sentir como alguien se acercaba rápidamente hacia mí y me agarraba en brazos.

—Mierda —se lamentaba—. Jessica, ¿estás bien? Joder, Jess, no.

Abrí poco a poco los ojos pero los volví a cerrar debido al fuerte dolor de cabeza que empezaba a darme. Aún con los ojos cerrados, conseguí incorporarme con algo de dolor.

—Oh, Dios, menos mal. ¿Estás bien? Yo... lo siento, te juro que no te había visto.

—Umm, tranquilo —dije aún dolorida y sabiendo que por la voz se trataba de un chico, pero... ¿quién?

— ¿Estás bien? Iba discutiendo por teléfono con mi padre y no te he visto. Dios, Jess, si te llega a pasar algo nunca podría perdonármelo.

"Si te llega a pasar algo nunca podría perdonármelo", aquellas palabras tan tiernas me hicieron reaccionar y a pesar del aún pronunciado dolor de cabeza, decidí abrir los ojos con la mínima esperanza de que fuera Álvaro quien me estaba sujetando en brazos.

Su voz no me parecía, pero ¿quién sabe? Entre la mierda de día que había tenido y el golpe que me había dado aquel coche, demasiado era que aún tuviera fuerzas para seguir viviendo.

Abrí mis ojos lentamente, aún con algo de dolor, y grité impresionada.

— ¡Gonza! -dije sobresaltada al ver de quien se trataba.

—Lo siento mucho Jess —Me abrazó—. Juro que no te he visto hasta el último momento.

—Tranquilo, creo que si no llegas a ser tu el del coche ahora mismo estaría de camino al hospital —bromeé.

—Pf, ¿estás bien? ¿Qué te duele?

—Solo me he dado un golpe en las costillas y estoy algo aturdida y con dolor de cabeza, pero se me pasará.

— ¿Quieres que te lleve al hospital?

—No, no. No te preocupes. Se me pasará —dije llevando mi mano hacia mis costillas.

—Está bien, pero deja que te lleve a casa —ofreció, y yo asentí.

Gonzalo me ayudó a levantarme y monté con algo de dificultad en su coche y este arrancó.

— ¿Y que es de tu vida? —preguntó—. Hacía mucho que no nos veíamos —dijo nervioso.

—Mi vida sigue tan tranquila como siempre —mentí.

Me sabía mal tener que engañarle, pero pasaba de hablarle sobre lo mal que lo estaba pasando sin Álvaro.

— ¿Qué tal llevas los exámenes?

—Los empiezo la semana que viene, me va a dar algo —dije e intenté reír pero dejé de hacerlo al ver que me provocaba aún más dolor—. ¿Y tú que tal los llevas?

—En mi instituto los acabamos la semana pasada, me he quitado un peso de encima —rió.

— ¿Ya no te juntas con Adam, Carlos, Álvaro y compañía? —pregunté.