Capítulo 51.

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Limpié mis mejillas, hasta ahora mojadas, y miré hacia dónde provenía aquella voz, por ahora desconocida.

Miré a aquel chaval sin saber muy bien que decir y me limité a lanzar una sonrisa falsa que escondía todo lo que estaba pasando ahora mismo.

— ¿Qué te pasa? —preguntó sentándose a mi lado.

—Todo y nada —respondí irónica—. Quiero decir, no debería pasarme nada porque al fin y al cabo yo me lo he buscado —dije y, aún sin querer, comencé a sollozar de nuevo.

—Tranquilízate —dijo abrazándome—. Si quieres puedes contármelo —ofreció y yo asentí—. Vamos a mi casa si quieres, aquí hace frío y no es el mejor lugar.

—Está bien, por cierto, gracias Gonza.

—Nada Jess. Espero que aunque este tiempo hayamos estado más distanciados hayas tenido en cuenta que iba a seguir aquí para lo que necesitaras.

—No sabes lo que me ayuda oír eso en estos momentos, enserio —dije triste, e intenté sonreír.

Me levanté del suelo con ayuda de Gonzalo y nos encaminamos hacia su coche, que se encontraba a pocos metros de aquel oscuro parque.

Monté en el coche de este y suspiré, sabía que me esperaba una larga noche de recuerdos, dolor y llanto.

En el coche dominó el silencio, quizás porque ninguno de los dos tenía nada que decirle al otro. O tal vez por qué Gonzalo supo que no era el mejor momento para hablar de que tal nos iba la vida, aunque ahora mismo la descripción de la mía estaba clara.

No habían pasado ni diez minutos cuando llegamos al piso en el que Gonzalo vivía.

—Pasa y ponte cómoda —dijo señalando un sofá marrón—. Iré a por unas mantas, estás tiritando.

—Gracias —sonreí de lado.

—Aquí tienes —dijo Gonzalo al volver de por estas.

—Gracias —repetí, y tras coger una de las mantas me arropé.

Gonzalo se sentó a mi lado y me miró con cariño y lástima. Me hizo un gesto para que comenzara a hablar, pero al ver que no lo hacía, decidió comenzar él.

— ¿Que ha ocurrido?

—Álvaro —respondí con la mirada puesta en el suelo.

— ¿Que ha hecho? ¿No me digas que...? ¡Joder, por qué no habré vuelto a insistir! —se lamentó llevándose las manos a la cabeza.

Lo miré sin saber muy bien a qué se refería y decidí hablar.

—No sé a qué te refieres, pero yo estoy así porque he visto a Álvaro besándose con otra —dije casi en un susurró y apreté con fuerza mis manos para evitar llorar.

— ¿Besándose con otra? —preguntó atónito—. ¿Segura que era él?

—Segurísima, ¿por qué no iba a poder serlo?

—Porque ese no era el plan.

— ¡Agh! ¿Otro igual? ¿A qué coño os referís con eso plan? Adam también lo dijo —dije a punto de perder los nervios.

—Voy a contártelo, pero prométeme que serás fuerte.

—Lo intentaré —dije, aunque sabía que no tardaría mucho en comenzar a llorar.

NUNCA ME VERÁS CAERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora