—Yo —respondió como si nada.
Lo miré mal, y esperé a que se dignara a proporcionar algo más de información que pudiera aclararme si las ideas que divagaban por mi mente eran ciertas.
Pero no lo hizo.—Hola hija —saludó mi madre desde la cocina—. Qué bien que ya hayas llegado —continuó diciendo según se acercaba hacia el salón.
—Hola mami —saludé y solté rápidamente la mano de Álvaro, esperando que mi madre no se hubiera percatado de ello.
—Hola a ti también —dijo mi madre mirando a Álvaro.
—Hola —respondió mi novio avergonzado.
—Hija, ¿no vas a saludar a Manuel?
— ¿Manuel? —pregunté y miré hacia aquel "desconocido" dando por hecho que se refería a él.
Fue entonces cuando muchas de las cosas que divagaban en mi mente comenzaron a encajar.
—El mismo —respondió.
Me limité a mirarlo y a no decir nada.
¿En verdad era él?
Tras observarlo durante unos segundos y intentar hacer memoria, al fin reaccioné.
— ¿Manuel Castillo?
—Manuel Castillo —repitió él riendo.
—Wow —dije, y más tarde me arrepentí.
<<Wow>>, por muy mal que hubiera sonado, necesitaba decirlo. ¿Manuel Castillo él? Sin duda la pubertad había hecho de las suyas.
La última vez que lo vi, hace al menos siete años, cuando yo tenía once años y él dieciocho, tan solo era un simple chaval, delgaducho y con la cara como una paella. Ahora con casi veinticinco años, era todo un buenorro. Los granos habían desaparecido, ni rastro quedaba ya de sus gafas pasta y aquel cuerpo sin forma había sido sustituido por un cuerpazo monumental.
Sí, definitivamente creo que solo podía decir <<wow>>.—Ay que ver cómo eres, hija. Hace mucho que nos os veis, ¿no le vas a dar ni un abrazo? —dijo mi madre, provocando que me avergonzara.
—Cuanto tiempo —dije acercándome hacia él y le abracé.
—En realidad tampoco hace tanto, chica despiste. Hace aproximadamente tres horas que te vi —dijo tras mirar su reloj.
¡Oh Dios! Ahora lo entendía todo, aquel chaval con el que choqué al ir corriendo hacia dónde Álvaro me esperaba era él. ¡Normal que me sonara de algo y yo no consiguiera averiguar el por qué!
Pero... Ahora la cosa era otra. Y es que... ¿qué hacía él en mi piso?
— ¿Y qué haces aquí? —me atreví a preguntar y mi madre me miró con desaprobación.
—He vuelto de Liverpool por un tiempo —explicó.
Manuel era de España y había vivido siempre a unas escasas manzanas de aquí. Pero hace siete años, su padre fue trasladado a Liverpool. Manuel y yo, que por aquel entonces éramos buenos amigos, nos acabamos separando debido a la distancia. ¡Hasta tal punto que ya ni me acordaba de él ni le reconocía!
Sin embargo, nuestros padres nunca llegaron a perder el contacto. Habían sido amigos desde su juventud y hoy en día continuaban siéndolo.
—Por cierto, señora —dijo Manuel refiriéndose a mi madre—. Mis padres llegarán el domingo, os mandan saludos.
—Diles de mi parte que tengo muchísimas ganas de reencontrarme con ellos —dijo mi madre y Manuel asintió.
—Ah, se me olvidaba —dije—. Este es Álvaro mi nov... mi vecino —rectifiqué al darme cuenta de que mi madre estaba presente aún.
Ambos se saludaron y tras estar un rato escuchando hablar a Manuel sobre Liverpool, mi madre abandonó la sala.
Yo estaba sentada en un sofá, Álvaro se encontraba de pie y Manuel estaba sentado en una silla. En cuanto mi madre se fue, Manuel abandonó la silla y se sentó junto a mí en el sofá. Demasiado cerca, quizás, para ser tan solo poco más que conocidos.
Álvaro, como si de un acto reflejo se tratara, se movió hacia el sofá y tras hacerme un gesto para que me desplazara tanto como el sofá permitía, se sentó en la escasa distancia que había quedado entre Manuel y yo y colocó su brazo tras mi espalda.
Reí ante la situación, y besé a Álvaro en la mejilla. Volví a reír al percatarme de que lo que él pretendía era "marcar su territorio".
Después un incómodo silencio en el que tan solo se escuchaba el sonido de la televisión de fondo, al gallego le llamó su padre diciéndole que ya estaban en casa.
Nos despedimos, y tras asegurarnos de que mi madre no nos veía, nos besamos y Álvaro salió del piso.
Manuel se dirigió a la cocina, dónde se encontraba mi madre y yo me fui a mi habitación.
A los cinco minutos, oí como la puerta principal se cerraba. Supuse que Manuel se habría ido, por lo que decidí irme a la ducha.Fui al baño y tras darme un corto pero relajante baño, envolví mi cuerpo en una toalla y salí dispuesta a ir a vestirme a mi habitación.
Iba mirando al suelo cuando choqué con algo, o más bien con alguien.
Descarté que fuera mi madre debido a lo tonificado que estaba el cuerpo. Tampoco era posible que fuera mi padre, ya que no llegaba de trabajar hasta las diez.
Fue entonces cuando caí en la cuenta de que quien se había ido no era Manuel, si no mi madre. Y que era él con quien acababa de chocarme.Lo miré nerviosa y me di cuenta de que iba sin camiseta, ¡y vaya cuerpo que tenía! Sin duda no me equivocaba al decir que el tiempo había hecho maravillas en él.
Tras mantenernos la mirada por un rato, aparté la mía y me percaté de que yo solo llevaba puesta una toalla por lo que la agarré con fuerza, por si acaso se caía.
—Mm... Hay que ver cómo estás —dijo mirándome fijamente de arriba a abajo.
—Esto.. ¿y mi madre? —pregunté nerviosa debido a que no había mucha distancia entre ambos.
—Salió hace unos minutos a felicitar a la vecina de arriba, dijo que era su cumpleaños —explicó, y el hecho de saber que estábamos los dos solos en casa comenzó a ponerme aún más nerviosa.
— ¿Y tú qué haces aquí aún? —me atreví a preguntar, y volví a mirar sus intensos ojos color café.
— ¿Cómo? —dijo y rió—. ¿Tu madre no te contó?
—No, ¿contarme el qué?
—Te lo contaré yo entonces —dijo y comenzó a acercarse aún más hacia mí.
Retrocedí para que la distancia entre ambos fuese mayor, pero el intento se volvió nulo cuando choqué contra la pared del pasillo.
Manuel aprovechó y se acercó aún más a mí.—Parece que te pongo nerviosa —susurró en mi oreja, provocando en mí un estremecimiento.
—Te equivocas —dije en un hilo de voz casi inaudible.
—Como tú digas Jessica, pero yo nunca me equivoco —dijo y se acercó hacia mis labios.
Creí que me besaría pero para mi suerte, si limitó a depositar un sensual beso en mi mejilla, aunque muy cerca de la comisura de mis labios. Tras hacerlo, se separó y yo intenté tranquilizarme.
—Me quedaré en tu casa hasta el domingo —anunció como si nada, y desapareció por el pasillo.
Me quedé ahí plantada, con el corazón a mil y asimilando las palabras que Manuel acababa de decirme.
¿En mi casa hasta el domingo? ¿Aquí? ¿Bajo un mismo techo? ¿Conmigo? Oh, oh, tenía el presentimiento de que la cosa no acabaría bien.-------------------------
¡Hola mis queridos lectores! ¿Qué os parece el sexy Manuel?
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NUNCA ME VERÁS CAER
Novela Juvenil¿Qué pasaría si una relación perfecta deja de serlo tras un trágico suceso? Mejor os lo plantearé de otra forma, quizá así la vida de Jess y de Adam os haya resultado un tanto extraña. ¿Qué pasaría si tu ex, tras más de dos años sin dar señales de v...