¡Bienvenido a la dulcería mas dulce del mundo!

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Bienvenidos, ¿puedo ayudarles, bonitos? –Musitó el empleado favorito por la clientela de Mc'Clains con una sonrisa como era siempre en el rostro.–

Louis desde pequeño había crecido en aquella dulcería, ya que su padre había trabajado en ella hasta el día de su muerte por ser ya mayor, dejando a un chico de 18 años a cargo de su madre y sus tres hermanas menores, cosa que a el verdaderamente no le molestaba.

Louis siempre estaba feliz por alguna extraña razón, y si veía a alguien dentro de la tienda o pasar por enfrente de ella con el semblante triste, el ceño fruncido, o tan solo con las manos en los bolsillos, enseguida se encargaba de hacerle reír hasta que el estomago le doliera y unas cuantas lágrimas salgan de sus lagrimales.

Entonces Louis, ¿qué pensaste? ¿seguirás estudiando? Aun estas a tiempo. –Dijo el mismísimo Austin Mc'Clain a Louis, quien estaba limpiando el mostrador.–

Ay señor Mc'Clain.. –Negó el ojiazul mientras reía–. No tengo los recursos para pagarme una universidad, con trabajo y puedo pagarles los colegios a mis hermanas, y, ¿sabe? Con eso me conformo, con ver a mis princesas realizadas. –Sonrió suspirando, dejando a un lado el trapo con el que limpiaba y sentándose sobre el mostrador, haciendo que sus cortas piernas se movieran de atrás hacia adelante, mientras mantenía una sonrisa capaz de enternecer a cualquiera.–

Tomlinson, Tomlinson, ¿cuándo será el día que dejes de ser tan amable con los demás? –Preguntó Austin mientras negaba y caminaba por el pasillo a su oficina.–

La campanilla que anunciaba que la puerta se abría anunció a Louis que era hora de retomar sus labores, por lo que saltó del mostrador y trotó hasta quedar enfrente de la persona que fácilmente le sacaba veinte centímetros o dieciocho.

¡Hola dulcesito! Mi nombre es Louis Tomlinson, pero puedes llamarme Lou, Tomlinson, o solo chico que atiende la mejor dulcería a nivel mundial según nuestras gráficas y el público. –Dijo Lou mirando con una sonrisa lateral, con tremenda ternura, y con la vista fija en aquella cabellera castaña larga.–

Necesito un par de dulces, azulito. –Exclamó con una voz grave y cálida el chico alto de cabellera larga y ojos esmeraldas.–

Claro que si pastelito, ¿qué tipo de dulces deseas? –Dijo ahora Lou, mostrando una de sus mas bonitas sonrisas, haciendo con esto que, aquél chico mostrara unos hermosos y bien hechos hoyuelos en cada una de sus mejillas, dejando a Lou embobado.–

Bueno, Lou. –Comenzó a caminar por el lugar, observando con atencion y detenimiento cada estante con dulces.– Algo para jugar con mi próximo felino, ¿qué me aconseja, guapo?

¿Un felino?

En todos sus años trabajando en la dulcería jamas había escuchado algo parecido, es decir, normalmente las personas no compran dulces a sus mascotas.

Cariño, sinceramente nunca me habían preguntado algo parecido, es decir, nadie había venido a comprarle dulces a su mascotita, aunque déjeme decirle que me parece de lo mas dulce, y mas si su gatico es pequeño o bebe, eso es muy lindo de parte suya. –Comentó Louis tomando un par de chupetines de colores del frasco de la mesa donde había mas paletas, y se las mostró al chico alto.–

Mhm. –Susurró aquel chico mirando con atención los movimientos de Louis.–

Y es que, desde el primer momento de haber pisado esa tienda eso era lo único que no había dejado de hacer.

Creo que a mi próximo felino le van a encantar esos dulces, ¿como dices que se llaman? –Preguntó el ojiesmeralda de forma curiosa.–

Chupetines, señor. –Dijo Lou tomando mas de estos mencionados de una caja debajo de la mesa, dejando a la vista del chico un trasero bastante bueno, el mas apetecible que había visto en todos su vida, seguramente.–

Después de que pasaran cerca de treinta minutos en escoger dulces, y de haber hecho a Louis saber que el nombre del chico alto era Harry, supieron que era hora de despedirse, aunque hubiesen tenido su rato agradable riendo por las ocurrencias de Louis o sonrojándose por los constantes halagos de Harry.

Entonces serían $83.06° Harry.  –Exclamó Louis entregándole a Harry una bolsa bastante grande cargada de dulces que el ni conocía, pero que Louis y su sonrisa lo habían convencido de comprarlos.–

–Harry pagó a Louis con un billete de doscientos y tomó la bolsa rosando sus manos con las de Louis, provocando un escalofrío por parte de este y un tono carmesí encendido en sus mejillas.– Quedate con el cambio, Lou, nos vemos. –El rizado hizo un guiño y salió por la puerta con una idea grandiosa en mente.-

Tendría nuevo felino mas rápido de lo que pensaba...

Y definitivamente, iba a hacer lo que fuese por tenerlo a la voz de ya.

Never Enough.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora