Capitulo 16

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    Amy paseaba nerviosa por el apartamento, Lucy hacía más de una hora que tenía que haber llegado. Sentía un nudo en el estómago, las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, su cerebro estaba en ebullición, todos sus miedos atenazaban su alma, ¿se habría arrepentido?, ¿habría sido todo una burda ilusión?, ¿el amor había vuelto a destrozar su alma sin piedad, negándole la felicidad sin ni siquiera saborearla?

El timbre de la puerta sonó y su corazón se detuvo; temblorosa se dirigió a abrir y ahí estaba ella; no pudo evitarlo, tenía los nervios a flor de piel, se lanzó a ella y la abrazó como si se le fuera la vida en ello, "tenía tanto miedo de que no vendrías", susurró.

Lucy inhalo su aroma, y fue transportada a su propia parcela en el paraíso, a ese mundo de fantasía donde solo Amy podía llevarla, "lo siento mi...", se mordió la lengua no quería poner todas las cartas sobre la mesa, a fin de cuentas solo era una cita, evitó la palabra, "Franklin se presentó en mi estudio en el último momento, hemos discutido y.... ".



"¿Estás bien?, ¿te ha hecho algo?", le interrumpió la agente alarmada.

"No tranquila, estoy bien, se puso algo agresivo pero Lorenzo se ocupó de él", la tranquilizó la castaña, "le he dicho que no me casaría con él y no se lo ha tomado demasiado bien".



La rubia le acarició la mejilla dulcemente, "¿quieres que lo dejemos para otro día?, supongo que habrá sido duro".

La artista, se estremeció al sentir sus caricias, negó con la cabeza y dio un paso hacia ella, posando sus ojos en la boca entreabierta de la rubia insinuantemente, llevaba toda la tarde deseando besarla y la necesidad de cumplir ese deseo se estaba haciendo incontrolable.



Al ver esa mirada la respiración de Amy se agitó, se acercó aún más y tomo su nuca con la otra mano jugueteando con su pelo, se pasó la lengua por su labio inferior, y susurró con voz entrecortada, "¿por qué has hecho eso?".

El aliento de la rubia entró en Lucy como una ola de pasión incandescente, abrasando todo a su paso, un intenso escalofrío que la recorrió de la cabeza a los pies la hizo estremecerse, una punzada nunca sentida anteriormente invadió su entrepierna y la obligó a lanzar un suspiro de deseo. Rodeo la cintura de la detective con sus manos, obligándola a pegarse más a ella, dejando ambas bocas separadas por escasos milímetros, "ya no estoy enamorada de él, creo que me estoy enamorando locamente de otra persona, de alguien que me hace perder la razón con solo mirarme", respondió con un hilo de voz.

A Amy se le paró el corazón, todo a su alrededor dejó de existir, un gran agujero se abrió bajo sus pies y juntas quedaron flotando en el universo, "Lu ¿estás segura?, ¿sabes las consecuencias que esto puede tener?, eso es una decisión muy seria y creo.......".



"Lo único que ahora sé, es que me muero por que me beses, por favor bésame", la interrumpió loca de deseo rozando su labios.

La joven rubia no pudo resistirlo más, presionó sobre su nuca y sus labios se juntaron en un dulce beso, fue un instante mágico, sobrenatural, casi celestial. Ambas bocas se entreabrieron, permitiendo que sus deseosas lenguas se entrelazaran en una danza salvaje, moviéndose cada vez más rápido e introduciéndose cada vez más, dando rienda suelta a la represión de sentimientos que ambas habían tratado de ocultar, casi desde el día en que se conocieron semanas atrás.



Los gemidos y suspiros de Lucy se ahogaban sin remedio en la boca de la agente, mientras intensificaba más y más el beso, haciendo que Amy perdiera la razón. Con un rápido movimiento la apoyó contra la pared, introdujo sus manos dentro de su vestido, sintiendo como el cuerpo de su amada temblaba violentamente, al sentir el contacto de sus manos en su piel e incrustó su muslo en su entrepierna.

Un intenso gemido se escapó de la boca de Lucy, notó como las palpitaciones crecían en su entrepierna y sus fluidos manaban de ella, empapando sus bragas, nada que había experimentado hasta entonces le había provocado aquel grado de excitación, nadie le había hecho sentir lo que sentía con cada roce de los dedos de Amy en su piel, con cada abrazo de su lengua en su boca. Soltó los dos primeros botones de la camisa de la rubia y comenzó a masajear sus pechos abultados por la excitación que le estaba causando, pellizcó levemente sus pezones que se mostraban duros y perfectos a través del sostén.



Un jadeo se escapó de la joven agente, presionó su pelvis más contra la de aquella mujer que la hacía perder irremediablemente el sentido.

El sonido de una puerta al cerrarse les hizo volver a la realidad, aún seguían en el rellano del piso de la detective. Amy inmediatamente dio unos pasos atrás mientras se abrochaba la camisa, Lucy la miraba embobada, con una sonrisa, respirando rápida y costosamente por su boca entreabierta, sus ojos reflejaban toda la pasión y el deseo que sentía en aquellos momentos.



"Si sigues mirándome así, no iremos a ningún sitio", dijo la detective.

"Perdóname, no sé que me ha pasado, nunca me había dejado llevar así", le respondió la artista un poco avergonzada.


"Vamos", dijo la rubia tomándola de la mano, "quiero enseñarte uno de los mejores restaurantes de esta hermosa ciudad, es mi favorito, siempre intento ir un par de veces al mes y por supuesto en ocasiones especiales".


"Así que.... ¿me vas a llevar a conocer el lugar donde llevas a todas tus conquistas?", respondió la castaña un poco decepcionada.

Amy sonrió, "he dicho en ocasiones especiales, salvo con Jennifer, mis amigos y mi padre nunca he ido acompañada. Es algo mío que solo quiero compartir con la gente que es realmente importante para mí", respondió acercándose hacia ella y dándole un suave beso en los labios.

Todo el bello de Lucy se erizó en su cuerpo, amaba a aquella mujer como nunca antes había amado, le hacía sentir cosas que ella ni tan siquiera sabía que se pudieran sentir.

La agente cogió su chaqueta y ambas mujeres salieron a la calle, "¿dónde está Lorenzo?", preguntó la rubia sorprendida.

Lucy la miró y sonrió pícaramente, "le dije que no iba a salir de tú casa hasta después de cenar, que podía irse y le avisaría cuando fuese a volver a mi casa, ya que como estaba contigo tú te encargarías de protegerme".



"¡Lu!", exclamó Amy, "tienes que entender que es muy peligroso".

"No esperarías que iba a consentir que en nuestra primera cita, tuviésemos a alguien observando todos nuestros movimientos. Además estoy contigo, nada malo puede pasarme, cuando tú estás a mi lado me siento completamente segura. Vamos", sentencio la artista dándole un pequeño empujón.



Ambas se montaron en un taxi y se dirigieron a un coqueto y romántico restaurante español en el centro de la ciudad. Nada más entrar el maître, se acercó a la joven rubia con una gran sonrisa, saludándola cariñosamente y las colocó en una pequeña y discreta mesa, en un rincón algo alejada del resto, de miradas y oídos indiscretos, iluminada por la luz de dos velas y una maravillosa balada romántica de fondo. Lucy estaba emocionada, todo era perfecto Amy había pensado en todos los detalles, había organizado la velada perfecta para ella, le hacía sentir que era la mujer más especial del mundo.

Pasaron una velada mágica, charlando de todo y de nada, conociéndose, disfrutando la una de la presencia de la otra, entre miradas de deseo, caricias robadas y sonrisas cómplices. No existía nada más en el mundo, que ellas dos y la completa felicidad que les proporcionaba el simple hecho de estar juntas.

Al terminar la cena y salir a la calle, la luna y las estrellas, parecían que brillaban para ellas en un cielo completamente despejado, proporcionándoles el final de velada más romántico jamás soñado. Decidieron volver a casa paseando agarradas del brazo envueltas en una nube de amor y felicidad.

Se detuvieron al lado del coche de la joven artista, mirándose a los ojos, sin saber muy bien ninguna que decir, ni si poner o no el broche a una noche perfecta en aquellos momentos.



"¿Quieres subir a tomar la última copa?", se decidió por fin Amy, no quería separarse de ella por nada del mundo.

"Me encantaría", respondió Lucy, sin pensar en lo que inevitablemente ocurriría.



Ninguna de las dos prestó atención al hombre que salió apresuradamente del portal de la agente y subió en una furgoneta de reparto, aparcada al otro lado de la calle.



Solo cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora