Capitulo 12

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Amy se quedó inmóvil delante de la puerta, sus manos temblaban, miraba una y otra vez el sobre sin atreverse a abrirlo, tenía un miedo atroz de lo que podía contener aquel sobre, se esperaba unas palabras de reproche por su comportamiento a modo de despedida.


Haciendo acopio de todo su valor abrió lentamente el sobre, una lágrima corrió por sus mejillas al ver su contenido, y leer la nota, -No me he olvidado, ves como en esta vida todo tiene solución. Espero poder hacerte disfrutar tanto como otras veces. Tuya Lucy-.


Acercó sonriendo la nota a su pecho, su corazón latía tan fuerte que tuvo la necesidad de sujetarlo para evitar que escapara, sintió una enorme necesidad de verla, de sentirla, de volver a saborear sus labios, se dirigió a las escaleras, iba a poner el pie en el primer peldaño cuando Franklin entró por la puerta.


Amy deseó matarlo en aquel preciso instante, escondió rápidamente el sobre y resignada salió al jardín para comprobar que todo estaba en orden. Se cobijó debajo del imponente sauce apoyándose en su tronco y volvió a leer la nota con una gran sonrisa dibujada en su cara, cerró los ojos y suspiró, estuvo durante unos minutos apoyada en aquel árbol, con los ojos cerrados disfrutando de la paz y la armonía que aquel gesto de Lucy había regalado a su alma.


A través de una ventana unos maravillosos luceros azules observaban todos y cada uno de sus movimientos, memorizaban sus gestos, como lo había hecho todos y cada uno de los días, amparada en la oscuridad de su cuarto.


Aquel día en el rostro propietario de aquellos ojos, se dibujaba una gran sonrisa al comprobar como la mujer de sus sueños parecía volver a ser feliz y sentirse llena de energía, al contrario que los anteriores cuando preocupada la veía caminar cansada y triste.


No podía distinguir lo que tenía entre las manos que parecía hacerla tan feliz, pero quiso pensar que se trataba de su nota lo que había provocado el cambio en la agente. Al escuchar como Franklin subía las escaleras se metió rápidamente en la cama haciéndose la dormida.


Le era imposible conciliar el sueño, estaba nerviosa, angustiada y no sólo por el estreno, tenía miedo, miedo de perderla definitivamente. La capitán Coleman le había comunicado aquella tarde que tanto Amy como Jennifer dejarían su caso, si le permitía marcharse quizá no volvería a verla nunca y eso la aterrorizaba, aunque ella la había alejado no quería que saliera de su vida para siempre.

Necesitaba verla, sentirla, pedirle que no la abandonase, si no lo hacía antes del amanecer todo habría terminado, pero era un paso demasiado grande, una decisión importante con importantes consecuencias, una sentencia que haría daño, pero quizá le llevara a descubrir el secreto de la eterna felicidad.


Franklin roncaba, dormía plácidamente a su lado, abandonó sigilosamente la cama, sabía que al abandonar aquel cuarto sería el comienzo de una nueva vida, suspiró, abrió la puerta lentamente y fue en su busca.


A Amy estuvo a punto de salírsele el corazón por la boca al escuchar aquellos pasos bajando la escalera, no se atrevía a mirar a la puerta, por miedo a descubrir que no era ella, deseaba decirle tantas cosas. Sintió una presencia en la puerta del salón, poco a poco fue levantando la vista hasta que sus ojos se encontraron con el azul del mar en calma.

Solo cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora