Capitulo 53

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Lucy inundó de besos suaves y tiernos los labios de su gran amor, besos que poco a poco se fueron volviendo más profundos y apasionados. Una sensación, dulce y cálida, invadió el bajo vientre de la rubia cuando su amante intensificó más el beso instándole a que separara los labios y poseyéndola con la lengua. La joven de ojos azules la besaba de una manera tan embriagadora, con amor, con devoción, pero a la vez tan lujuriosa y apasionada que la dejaron agitada e impaciente, besos ardientes y sensuales que volvieron dolorosa su avidez.

La joven castaña comenzó a desabrochar lentamente la camisa de su amada, mientras llenaba cada espacio descubierto de suaves besos y caricias, la deslizó por sus hombros y la prenda cayó al suelo. Amy cerró los ojos y se dejó llevar por el maremoto de sensaciones que la invadieron. Lucy acarició suavemente con la yema de sus dedos el torso a medio desnudar de su amada, el cuello, las caderas, el estómago, Amy  no pudo evitar suspirar de placer, deseando que continuase liberando su cuerpo.

La joven de ojos azules siguió con la exploración, acarició levemente su pecho y se dirigió a su espalda, la recorrió de arriba abajo, poniendo la piel de gallina a Amy en todo su cuerpo. Se detuvo en el cierre de su sujetador y los pechos sugerentes y duros de su amante quedaron libres de su confinamiento.

Lucy arrastró las palmas de sus manos sobre aquellos firmes y altos senos y sintió la calidez de su piel desnuda. Amy estaba en su mundo disfrutando como nunca de las manos, de las caricias que tanto había anhelado, sólo fue consciente de que estaba completamente desnuda cuando Lucy envolvió su cintura con un brazo, la arrastró hasta la cama y la recostó en ella.

La joven de ojos azules se tumbó a su lado, mirándola con absoluta devoción, no había nada en el mundo que pudiera ser tan suave como su piel, ni tan apetitoso como sus labios. Se incorporó en la cama y comenzó a plagar el cuerpo de su adorada de besos y caricias.

Amy sintió un hormigueo a través de su cuerpo cuando los suaves labios de Lucy llegaron a sus pies, acarició su empeine, beso la planta y fue subiendo poco a poco por su pantorrilla. Se detuvo muy cerca de su sexo; fue acercándose poco a poco hasta que finalmente lo atrapó con su boca, una oleada la atravesó con tanta fuerza que reprimió un grito de gozo al sentir el placer y el dolor de aquellos ardientes besos.

Lucy se alejó y saltó de la cama, comenzó a desnudarse lenta y sensualmente, sin apartar la vista de Amy, que respiraba costosamente loca de deseo, muriéndose por sentirla dentro, porque la llevase al éxtasis infinito. Con cada prenda que se despojaba Lucy, las pupilas de la rubia se iban dilatando más y más y su respiración se iba acelerando. Cuando terminó y se postró completamente desnuda ante ella se quedó sin respiración, tuvo que tragar saliva. Siempre le había parecido un hermoso ángel, pero en aquellos momentos estaba más bella que nunca. Esa visión atizó aún más las brasas del deseo el ansia por sentirla dentro aumentaba dolorosamente más y más.

Con una mirada de excitación sin límites  Lucy devoró el cuerpo desnudo de Amy. Necesitaba estar piel con piel. “Mi amor, te he echado tanto de menos, he deseado tanto tenerte así”, dijo mirándola con absoluta veneración.

Volvió a la cama y la besó con todo el amor y el deseo que embargaba su corazón. Fue un beso lento, erótico, sensual pero a la vez increíblemente tierno. Pegó los labios a su piel, le recorrió el cuello y siguió besándola, lamiéndola recorriendo todo su cuerpo. Lamió juguetona una y otra vez su erizado pezón antes de ofrecerle el alivio de su boca cálida y deseosa de degustarlo a la vez que cubría el otro pecho con la mano y comenzaba a masajearlo firmemente.

De la boca de la joven rubia salían constantes grititos. Miles de descargas eléctricas la recorrieron, mientras la apasionada boca de su amada, atormentaban gozosamente sus senos, los acariciaba, los mordía, los presionaba y los ponía al rojo vivo con succiones que parecían tirar de una cuerda conectada a su entrepierna; los sorbió y los masajeó incansablemente hasta que los grititos de  Amy se transformaron en gemidos, gemidos de placer y empezó a estremecerse.
Lucy  libero sus pechos de aquel dulce castigo y bajó lentamente por su vientre, lo beso lo lamió entreteniéndose a juguetear con su ombligo, pero sin perder nunca de vista su objetivo.

Amy se retorció inquieta en la cama, esperando ansiosa. Finalmente la joven de ojos azules llegó a su destino. Cuando el aliento de Lucy rozó sus muslos, los abrió aún más ofreciéndole sin reservas su sexo, húmedo y palpitante. Gimió fuertemente y arqueó sus caderas cuando la joven castaña deslizó sus manos detrás de sus nalgas y apretó su boca contra su chorreante entrepierna, Lucy aboreo gustosa aquella deliciosa humedad lamiéndola una y otra vez, degustando incansablemente aquello que tanto había anhelado.

Amy  no podía respirar; con cada lametón la elevaba cada vez más alto, se aferró a las sabanas, se mordió el labio inferior, se removió en la cama incapaz de estarse quieta en aquella dulce prisión. Gritó fuertemente, cuando los labios de  Lucy  presionaron su clítoris. Nunca se había sentido así, la joven de ojos azules jamás le había hecho sentir tanto, se estaba volviendo loca del puro placer que fluía por toda ella a raudales.

Lucy  mordió, lamió, acarició succionó el botón de placer de Amy, una y otra vez, más despacio, más rápido, notaba como todo el cuerpo de la mujer que tanto amaba temblaba fuertemente gracias a la satisfacción que le estaba proporcionando.
La frente de la rubia comenzó a cubrirse de sudor, se retorcía y gemía sin parar, la carne le palpitaba, sentía fuego entre las piernas, aquella sensación volcánica la hizo pensar que iba a estallar de gozo, sentía como su humedad brotaba libre e incontenible de su interior. Se quedó sin respiración y creyó morir al sentir que su amada la presionaba más contra su cara y su lengua la invadía salvajemente.

Arqueó sus caderas hacia ella, embistiendo fuertemente su rostro, buscando alivio para el calor que se extendía bajo su piel, que le corría por las venas, que invadía su estómago y que se concentra en su ardiente entrepierna.  Lucy  la penetraba una y otra vez, cada vez más rápido, mientras sus dedos jugaban traviesos con su clítoris.

Amy gemía y gemía sin parar, cada vez que la joven de ojos azules introducía su lengua, se apretaba más el nudo en su vientre, hasta llegar a un punto en que casi no pudo recobrar el aliento. Su desnudo y sudoroso cuerpo se revolvía inquieto, y sus manos se aferraban fuertemente a las sabanas, estaba ida de deseo, susurrando entre jadeos una y mil veces, conforme la excitación se iba extendiendo: “Soy tuya Lucy  te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo”.

Lucy  no pudo soportarlo más; apresuradamente besando todo su cuerpo, se deslizó hacia su cara y la beso fieramente, estaba loca de deseo y ávida placer.

Al ver las pupilas de su amada totalmente dilatadas y los esfuerzos que hacía para respirar,  Amy comprendió inmediatamente lo que necesitaba. Su mano inmediatamente se dirigió a la entrepierna de su amante, nunca la había sentido tan húmeda, su vagina palpitaba fuertemente, sin previo aviso introdujo hasta el fondo dos de sus dedos que inmediatamente fueron succionados.

Lucy gritó, se convulsionó, se estremeció, sus caderas se arquearon. Durante unos segundos dejó de respirar, su corazón dejó de latir por el puro placer que sintió.
Amy la observaba con la mano inmóvil, disfrutando de cada gesto, de cada reacción. Un intenso gemido se escapó de su garganta cuando Lucy  le instauró el mismo tratamiento y la penetró de improviso. Abrió los ojos como platos y sin poder evitarlo mordió el hombro de su amada, la cual lanzó otro alarido por el dolor y el placer que le provocó.

Las dos amantes se miraron intensamente a los ojos, y sin apartar su mirada, comenzaron a besarse apasionadamente una y otra vez, moviendo las caderas, sintiéndose dentro, completas, gimiendo y suspirando sin parar entre beso y beso.

Amy suavemente sacó los dedos de la vagina de su chica y se colocó encima suyo regalándole su vibrante sexo y ocupándose a su vez del suyo como merecía. Lo lamió una y otra vez degustando sabrosamente todos sus fluidos, recordando aquel exquisito sabor olvidado hacía más de un año, chupaba y chupaba sin parar, con ansia, con devoción, fuertemente volviéndola loca de gozo.

Sentía como Lucy intentaba hacer lo mismo con ella, pero era incapaz, gemía, suspiraba, se retorcía, murmuraba sin parar cosas que Amy  no llegaba a entender, sus manos se abrían y se cerraban convulsivamente, agarrándose a sus nalgas o a las sábanas cada vez que ella le regalada un nuevo lametón. Sus caderas se elevaban insistentemente hacia su cara; todo su cuerpo se estremecía de placer cuando la embestía improvisadamente con su lengua.

Los suspiros y los gemidos de Lucy  elevaron la tensión y la excitación de Amy hasta límites incontrolables, los pequeños lametones que con mucho esfuerzo su novia le proporcionaba, hicieron que una flama de calor incandescente recorriese sus entrañas. Su vientre se tensó más y más hasta que pareció romperse. Algo intenso y voluptuoso alcanzó la plenitud dentro de ella, algo que parecía no tener fin y que amenazaba con estallar en cualquier momento.

“Mi amor no puedo más, oh Dios Lucy,, oh dios....., mi vida.... oh yo…”, no pudo continuar notó como los dedos de la mujer que amaba se introducían en ella, aquello encendió finalmente la mecha del polvorín. Empezó a moverse de adelante hacia atrás, obligándole a que la poseyera más hondo, más rápido, más fuerte, fue aumentando la velocidad de sus movimientos hasta casi perder el sentido, mientras ella misma penetraba a Lucy salvajemente una y otra vez.

Ambas jóvenes estaban a punto de viajar hacia el clímax total, al frenesí absoluto, gemían, suspiraban se juraban amor eterno. Sus sudorosos cuerpos embestían cada vez violentamente contra aquello que les estaba causando tanto gozo, cada vez más fuerte, cada vez más rápido, los gritos de desahogo de las dos jóvenes inundaban la habitación.

Casi a la vez, jadeantes, temblorosas, sintieron como un mar de sensaciones brotaba dentro suyo hasta casi ahogarlas. Ese embalse de éxtasis por fin estalló y las hizo retorcerse gritar, jadear, mientras se dejaban llevar arrastradas enormes olas gigantes de frenesí perdiéndose en aquel maremoto de pasión, perdidas en los acantilados del placer absoluto.

Exhaustas, llenas, completas, casi sin aliento se dejaron caer en la cama.

Cuando por fin Amy se recuperó volvió a los brazos de la mujer que lo era todo para ella. Vio que estaba llorando, “Hey cariño, no llores, ¿qué pasa?”.

“Amy soy tan feliz, ahora mismo eres como un sueño cumplido. Nunca pensé que esto podría volver a pasar, no creí poder recuperarte, poder volver a tenerte entre mis brazos. Te amo tanto, te he echado tanto de menos, eres tan especial”, susurró la joven de ojos azules.

“Sólo cuando estoy contigo”, murmuró la rubia, “mi vida te amo con toda mi alma, con todo mi corazón, pase lo que pase jamás podré dejar de amarte. En algún sitio está escrito a fuego que tú eres mía y yo soy tuya para siempre que no existe nada que pueda separarnos. Quiero pasar el resto de mi vida entre tus brazos”, se acercó a sus labios y la besó tiernamente.

La dos amantes hicieron el amor varias veces aquella noche, como queriendo recuperar el tiempo perdido. Se juraron amor eterno una y mil veces, en cada beso, en cada caricia, hasta que finalmente Morfeo las recogió en sus brazos.

Lucy despertó al sentir el cosquilleo de los rayos del sol en su nariz, se sentía feliz, en paz, como hacía mucho tiempo que no se sentía. Poco a poco fueron viniendo a su mente las mágicas imágenes de la noche anterior, abrió los ojos y sonrió al ver a su amada dormir plácidamente entre sus brazos. Lucy pensó que jamás podría ser más feliz de lo que lo era en aquellos instantes, pero se equivocaba.

Solo cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora