Capitulo 49

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“¡Amyyyy!, ¡Amyyyyy!”, gritó  Lucy corriendo detrás de su ex novia.

La joven rubia se paró y se giró, Lucy descubrió que estaba envuelta en un mar de lágrimas y temblaba notablemente.

“¡Heyyy!, no llores!, le susurro dulcemente, “ven”, intentó abrazarla.

La rubia dio dos pasos atrás rechazando aquel abrazo, el rencor y la rabia por la traición que creía desaparecidos habían vuelto a ella, “no  Lucy, no quiero que me toques”.

“Entiendo”, murmuro la joven de ojos azules apenada y se retiró también unos pasos, “Amy, yo no sabía que iba a venir, ni tan siquiera había pensado en la posibilidad de encontrarte nada más llegar, no quiero que pienses que esto ha sido planeado”.

“Lucy, no me importa, sinceramente no me importa”,  respondió la rubia moviendo la cabeza de un lado hacia otro, “ahora necesito estar sola, necesito pensar, quiero....”

“¿No vas a ser capaz de perdonarme nunca?”, preguntó Lucy con lágrimas en los ojos.

“No lo sé. Pensé que ya lo había hecho, pero parece que no”, respondió Amy, mirándola a los ojos con gran dolor, “lo siento tengo que irme”, dio media vuelta y se alejó.

Lucy la observó marcharse, durante el vuelo había mantenido la esperanza de que Amy lo hubiese olvidado y la perdonase. Pero tal y como vaticinó un año atrás, minutos después de cometer el gran pecado, jamás la perdonaría.

No estaba de humor para enfrentarse a Emma, además había dejado a Tina y a Tino en el jardín y empezaban a caer las primeras gotas de lluvia, se montó en su coche y se dirigió hacia su casa.

Amy estaba en su cafetería favorita, delante de un café, pensativa viendo llover. Todo lo que había pasado una hora atrás la había impactado profundamente. Su corazón había saltado de felicidad al volver a ver a  Lucy, pero en las mismas proporciones se había llenado de rencor hacia ella cuando la doctora apareció.

Durante su año de separación,  Amy había echado muchísimo de menos a su antigua novia. Al principio el dolor era desgarrador, pero ese dolor poco a poco fue desapareciendo, nunca se fue del todo, pero aprendió a vivir con él. Cuando eso ocurrió, la joven rubia supo que por fin había conseguido dejar de amarla, aunque era consciente que jamás podría olvidarla, se preguntó si algún día volverían a encontrarse, si podrían volver a ser amigas, llegó a la conclusión de que sí, pero al parecer se equivocaba, aunque quisiera nunca podría perdonarla.

Había dejado de llover y decidió terminarse el café y dar un paseo por el lago, le encantaba disfrutar del olor a tierra mojada, el lugar estaba casi desierto y eso para ella lo hacía doblemente atractivo.

Por más que lo intentaba no podía dejar de pensar en  Lucy, en lo bella que estaba, en todo lo que había sentido al verla entrar en la habitación después de tanto tiempo, al encontrarse otra vez sus ojos y extraviarse en ellos. Achacó todos aquellos sentimientos a los recuerdos de los buenos momentos que le había traído a su memoria la presencia de su ex novia.

Una voz inconfundible la sacó de sus pensamientos, “¡no, no, ya basta, por favor, parad!”


Alarmada inmediatamente se introdujo entre los arbustos y se dirigió hacia el lugar donde provenían los gritos. Al salir de entre la maleza y llegar al pequeño descampado, se frenó en seco. Lucy  estaba en el suelo, sentada en medio de un charco, completamente empapada y llena de barro, riéndose a carcajadas; mientras  Tina y Tino  saltaban y jugaban encima suyo.

Al aparecer tan de improvisto, los dos perros se sobresaltaron, se pusieron alerta y gruñeron amenazantes. Lucy reaccionó inmediatamente, “¡Tina y Tino aquí, sitzen!”. El juego había terminado, los dos animales acataron inmediatamente las órdenes de su dueña y se acercaron a ella.

“Perdóname, no quería molestarte, escuché los gritos y me preocupé”, murmuro Amy avergonzada.

Lucy le brindo una sonrisa que hizo que la rubia casi perdiese el sentido y todo su cuerpo reaccionara, “estaba perdiendo claramente la pelea, te hubiese agradecido que aparecieses unos segundos antes, me habría evitado esto”, dijo mostrando su cuerpo lleno de barro y empapado.

“Te ves muy sexi así”, dijo Amy bromeando.

“Si debo estar preciosa”, respondió  Lucy  riendo a carcajadas, “debe estar escrito en mi destino, cada vez que se forma un charco cerca mío, tengo que terminar rebozada en él”.

Se miraron a los ojos y de aquella mirada saltaron chispas, sensaciones que las invadían tiempo atrás recorrieron sus cuerpos, más fuerte, más intensas que nunca. La respiración de Amy se aceleró con aquella mirada y Lucy sintió que le temblaban las rodillas y su mente se nublaba. La necesidad y el deseo, de volver a sentirse, de acoplar sus cálidos cuerpos les destrozaba el alma.

Los dos animales percibieron todo aquello y gimieron inquietos, eso hizo volver a Amy a la tierra, -no podía dejarse engatusar, no podía volver a caer, jamás volvería a enamorarse de  Lucy, con gran esfuerzo desvió su mirada.

“Son preciosos, nunca he visto ejemplares más bellos...., ¿puedo?”, preguntó la joven rubia.

“Por supuesto, son tuyos, te pertenecen ya lo sabes, al igual que......”, respondió la castaña.

“Lucy  por favor, no”, la interrumpió  Amy, su labio inferior empezó a temblar. La mera presencia de la joven de ojos azules a su lado la desarmaba, inmediatamente excusó en su mente todo lo que estaba sintiendo, haciendo responsable a sus recuerdos. Sus sentimientos por ella se habían apagado.

La joven de ojos azules asintió con la cabeza e hizo un gesto a sus compañeros de juegos, dándoles permiso para acercarse a inspeccionar a aquella persona desconocida para ellas, pero tan importante en su destino.

Los animales estaban disfrutando enormemente de las caricias de Amy y la joven rubia estaba disfrutando al máximo del momento. Su teléfono móvil sonó, era  Alexandra, lo había olvidado por completo, “lo siento  Alex, en cinco minutos estoy ahí”, dijo sin darle tiempo siquiera a la agente  de decir nada.

Colgó el teléfono, “lo siento, tengo que irme, tengo algo muy importante que hacer”.

Lucy asintió con la cabeza.

“Ya nos veremos”, dijo la rubia y se alejó.

Lucy  miró como se alejaba, se sorprendió al ver como se paraba en seco y volvía sobre sus pasos.

“Me alegro mucho de volver a verte”, dijo al llegar a su altura, estaba cerca, quizá demasiado.

Lucy le miró los labios, no podía apartar su mirada de allí, deseaba besarla, lo necesitaba, un último paso y sus labios volverían a juntarse. Tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para contenerse, cerró los ojos, respiró hondo, “y yo a ti”, susurro.

Amy  se perdió entre los arbustos; al volver al camino, se sentó unos segundos en un banco para intentar que su cuerpo se tranquilizase y volviese a su estado normal. ¿Por qué se sentía así cuando estaba cerca suyo?, ¿por qué la invadían esas sensaciones?, ¿por qué su cuerpo no le respondía?, ¿dónde estaba todo el rencor que la había invadido solo un par de horas antes en el hospital? Sin tiempo para analizar todas esas preguntas, se levantó y siguió su camino.


Lucy estuvo durante unos minutos sin poder moverse con una gran sonrisa dibujada en su rostro y sus dos luceros brillando fuegos artificiales en una noche de verano.

Llegó a su casa, se duchó y volvió al hospital, se había ido sin despedirse si quiera de Francis. Al salir del ascensor vio a Emma charlando tranquilamente con un grupo de doctores en el mostrador principal de la planta. La joven doctora alzó la vista la vio y con una sonrisa se acercó a ella.

“Sabía que volverías”, le dijo al llegar a su altura.

“Emma, no quiero ser grosera pero no he vuelto por ti”, dijo Lucy mirándola fijamente, sentía un poco de rechazo hacia la joven doctora.

“Eso también lo sé”, respondió con una sonrisa, “Lucy  por favor dame otra oportunidad para que volvamos a ser amigas, he pensado mucho en ti durante este tiempo que estuve en España”.

“Emma  creo que es mejor que cada una siga su camino”, respondió la joven castaña, sabía que no debía pero no podía evitar culpar a la doctora de todo su sufrimiento.

“Lucy sólo una copa, hablemos, me siento terriblemente culpable por todo lo que pasó.  Cuando la Dra. Roberts me llamó, acepté sin pensármelo. Era la excusa perfecta para volver a verte”, insistió la doctora.

Lucy dudó, “Emma, yo.....”

“Por favor Lucy, suplicó la doctora, mirándola con una pena y una decepción que desarmaron a la joven de ojos azules, “haremos una cosa, ve a ver a Francis, date prisa porque dentro de nada vendrán a llevársela para hacerle unas pruebas que he ordenado. Mientras yo terminaré de rellenar el informe, te invito a cenar y hablamos, por favor”.

Lucy no pudo negarse otra vez, ante las persistentes suplicas de Emma asintió con la cabeza, “ahora vengo”, dijo y se encaminó a la habitación de su amiga.

La doctora la vio alejarse por el pasillo sonriendo aliviada.

Francis estaba sola en la habitación leyendo un libro, al ver a su amiga sonrió excitada, “¡ven, ven acercarte! No te lo vas a creer”, susurro.

Lucy sonrió. -Otra vez Fran y sus intrigas, la había echado terriblemente de menos-. “¿El qué?”,  susurró ella también acercándose a la cama.

“Siéntate que te va a hacer falta”, dijo  la  joven golpeando suavemente sobre la cama.

“Fran, venga dímelo ya”, protestó Lucy impaciente.

“Tú doctorcita y la agente que acompañaba a Amy, se conocen y al parecer muy íntimamente. Tenías que haber visto como reaccionaron cuando se vieron”, respondió la chica emocionada.

Lucy la miró sorprendida, “¿Emma y la novia de Amy se conocen?”, preguntó.

“¿La novia de Amy?”, ahora la  sorprendida era Francis.

“Si, las vi besarse antes de irme a Hong Kong”,  Lucy  le había dicho a Francis que necesitaba alejarse de  Amy, pero nunca el motivo por el cual tomo precipitadamente aquella decisión.

“Lucy yo creo que te confundes. Son amigas, hoy que vinieron a verme Amy me la presento como su amiga, además no las he visto besarse....”, respondió la chica.

“Fran querrán ser discretas y no airearlo a los cuatro vientos”, le objetó la joven castaña.

“Bueno da igual, a lo que íbamos, a la doctora hasta se le cayó la carpeta de las manos cuando la vio”,  la joven le contó con pelos y señales el encuentro entre las dos mujeres.

“Wow, es increíble, que casualidad”, murmuro Lucy sorprendida, “he quedado ahora con ella para ir a cenar, lue.....”

“¡Quéeeeeeee!, ¿has quedado con ella para cenar? Mañana a primera hora te quiero aquí para contarme todos los detalles de esa cita”,  exclamó  la joven.

“Fran no es una cita, sólo vamos a cenar y a hablar”, protestó Lucy.

En aquel momento apareció un camillero para llevarse  a la  joven tal y como había dicho la doctora.  Se despidieron con un beso y  Lucy se dirigió al mostrador a buscar a Emma.

Solo cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora