Capitulo 42

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Emma al escuchar aquel nombre salir tristemente de la boca de su amante también reaccionó e inmediatamente fue consciente del terrible error que acababan de cometer. Se maldijo así misma por haberlo hecho, la había seducido, no había parado hasta que la tuvo donde y como quiso, debería haberle hecho caso a Clara y olvidarse de ella, pero no pudo. Siempre le pasaba lo mismo, era una egoísta niña mal criada que siempre tenía que conseguir lo que quería, pisando a quien fuese sin importarle las consecuencias, esa actitud le había hecho perder las cosas más importantes de su vida.

“Lucy, yo... lo siento”, murmuro compungida.

La joven castaña no contestó, solo lloraba y lloraba sin consuelo entre sus brazos.

“Lucy tranquilízate, no hemos hecho nada tan terrible, además Amy  no tiene por que enterarse”, intentó consolarla la doctora.

La joven castaña se separó de sus brazos, se secó las lágrimas, se colocó bien la falda y las bragas, se abrochó la camisa y salió del lavabo sin decir una palabra y sin ni tan siquiera mirarla.

Lucy paseó sin rumbo fijo por las calles, subió a un taxi y pidió que la llevaran a un pequeño lago que se encontraba a pocos kilómetros de la ciudad, al llegar  se dirigió a aquella roca que tanto le gustaba, donde muchas veces se sentaba junto Amy declarándole su amor, le prometía una y otra vez que siempre estarían juntas, que no podía vivir sin ella, que era el amor de su vida; se sentó y lloró amargamente.

Se sentía mal, sucia, vacía. Sabía que lo había estropeado todo, que la había perdido, no podía ocultarle aquello a Amy y ella jamás la perdonaría de eso estaba segura, se había acabado todo, su magnífica historia de amor se había terminado.

Nunca había sentido un dolor tan grande como el que sentía en aquellos momentos en el corazón; sentía una presión tan grande que casi la impedía respirar, era como si unas fuertes manos lo estuvieran apretando y apretando para exprimirlo completamente.

Había sido una estúpida y era consciente de que ahora tenía que pagar por ello, había destrozado sus vidas, su historia por un simple polvo, se había comportado como un animal, como un ser irracional y lo había perdido todo.

Sólo había sido sexo, había gozado al sentir a Emma dentro suyo, la doctora le había proporcionado un gran placer; pero no había sentido ninguna de las maravillosas y mágicas sensaciones que sentía cuando Amy la tocaba; cuando hacían lenta y dulcemente el amor, cuando recorría suavemente con sus manos su cuerpo desnudo y le susurraba una y otra vez cuanto la amaba mientras la cubría de tiernos besos.

El dolor se hizo insoportable, se levantó y corrió hacia  el lago, necesitaba sentir algo más que aquella horrible presión en su pecho. Se zambulló en el agua helada intentando paliar aquel intenso dolor de su corazón, nadó, nadó y nadó bajo la luz de la luna, todo lo lejos que pudo, no podía quitarse de su cabeza la cara sonriente de Amy.

Cuando sintió que sus fuerzas comenzaban a mermarse dio la vuelta y volvió a la orilla, salió del agua y cayó exhausta en el suelo, el dolor no había desaparecido, seguía estando allí y era aún más intenso. El pensar en todo el daño y el dolor que le iba a causar a Amy, le rompía el corazón, la destrozaba por dentro. Su novia era el ser que más amaba en este mundo y ella iba a ser la responsable de causarle el dolor más intenso, justo cuando se estaba empezando a recuperar de la muerte de sus padres. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

“¿Lucy?”, escuchó que la llamaba una voz.

Abrió los ojos, “Jennifer, ¿qué haces aquí?”, preguntó sorprendida.

“Lorenzo ha llamado a Karen y dijo que estabas en una reunión con unas amigas, pero que te perdió de vista, así que fuimos a tu casa como no estabas decidí activar el GPS que fue instalado en tu reloj y bueno aquí estas, ahora necesito que me digas que fue lo que paso”.

Lucy bajó la vista avergonzada y no contestó.

“Lucy mírame, dime  que  ha pasado, quien te hizo daño, ¡dime por favor que sucede!”

“Jennifer, yo… no la culpo a ella, me culpo a mí, ella es una mujer libre puede estar con quien le dé la gana, yo no lo soy, ella no tiene culpa de nada yo soy quien debía haber dicho que no desde un primer momento, yo......”, la joven de ojos azules no pudo continuar, comenzó a llorar desesperadamente.

“¡Pero de que hablas quien no es culpable y de que?!”,  preguntaba Jennifer  confundida, al ver que Lucy no respondía y lloraba incontrolablemente la abrazó e intentó consolarla, pero Lucy no tenía consuelo, agradecida se acurrucó en aquellos brazos y dio rienda suelta a su llanto.

Jennifer no dijo nada, la acogió entre sus brazos y la dejó desahogarse, “Lucy deberíamos ir a tu casa”, dijo cuando la joven de ojos azules se tranquilizó, “estas temblando y toda mojada, tienes que cambiarte o cogerás una pulmonía”.

Al llegar a casa Lucy se dio una ducha caliente mientras Jennifer preparaba té, cuando la infusión estuvo lista, ambas se sentaron en el sofá en silencio.

Jennifer se dio cuenta de que las lágrimas volvían a correr por las mejillas de la joven de ojos azules, inmediatamente volvió a cogerla entre sus brazos, “shhhhhhh, tranquilízate mi niña, todo estará bien, sea lo que sea se va a solucionar”, le susurro mientras le acariciaba la espalda consolándola.

“Jen nada se va a solucionar, nunca me va a perdonar lo sé, la conozco, la he perdido para siempre”, dijo Lucy entre sollozos.

“¿Qué has hecho Lucy? Dime que paso solo así podre ayudarte, no entiendo nada, sé que tiene que ver con Amy, pero necesito que te calmes” dijo Jennifer mientras seguia acariciando su espalda.

Entre lágrimas Lucy le conto absolutamente todo lo que sucedió entre ella y la doctora Stuart.

Solo cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora