Lucy no pudo conciliar el sueño en toda la noche, su mente evocaba una y otra vez los suaves besos de Amy, provocando en ella un fuego abrasador.
No entendía que había pasado, porque lo había hecho, simplemente se había dejado llevar. Era el momento ideal, ellas dos solas, Amy compartiendo uno de los momentos más desgarradores de su vida con ella, la luz de la luna entrando por la ventana, la tristeza y las lágrimas de su amiga. Quería reconfortarla y al hacerlo había caído en una mágica espiral de sentimientos y emociones maravillosos, que la habían llevado a desear sus labios por encima de todo en el mundo.
Nunca había sentido lo que sintió al rozar sus labios con los de aquel ser fascinante, la transportó inmediatamente a un cuento de hadas donde todo a su alrededor era mágico y su felicidad era completa, un torrente de sensaciones prodigiosas recorrió todo su cuerpo.
Pero al separar sus labios se terminó el cuento y la realidad se impuso, tenía que olvidarse de aquel beso, su destino ya estaba decidido hacía mucho tiempo, se casaría con el hombre del que supuestamente estaba enamorada y amaba, aunque él no había sido capaz de hacerle sentir en años, ni una milésima parte de lo que había sentido momentos atrás con aquella idílica mujer; le daría los hijos que deseaba tener, y haría a sus padres las personas más felices del mundo al convertirlos en abuelos.
Tenía que olvidarse de lo que había ocurrido, no podía tirarlo todo por la borda por los sentimientos provocados por un simple beso, no podía dañar a la gente que más amaba. A la mañana siguiente hablaría con Amy, no quería perderla como amiga, le parecía una criatura absolutamente extraordinaria, pero le haría entender que entre ellas no podía haber nada más, que aquel beso había sido un gran error.
En el piso de abajo el cerebro y el corazón de Amy, estaban a punto de estallar. El probar los labios de aquella inalcanzable mujer, le había provocado sensaciones y sentimientos, olvidados y encerrados bajo llave en lo más profundo de su alma muchos años atrás. Lo que había sentido la aterrorizaba, no podía volver a exponer su corazón a algo tan grande, ya lo había hecho una vez y le habían destrozado el alma.
Aquella mujer portaba encima de su cabeza un letrero luminoso, con un mensaje para ella, -peligro-. Era heterosexual, se iba a casar en unos días y para colmo era una pintora admirada y reconocida en la ciudad. No podía permitirle entrar en su corazón, estaba segura de que si lo hacía, iba a destrozarlo en pedazos, no podía permitirse sentir nada más por ella que una profunda admiración y el cariño de una buena amiga. Se había propuesto algo firmemente años atrás, no volvería nunca a amar a nadie, su boca jamás regalaría a nadie aquellas maravillosas palabras, de su garganta no volvería a surgir un te quiero.
También estaba Gabriela, era una mujer de ensueño y su perdición, despertaba en ella sus deseos más íntimos, nadie le había proporcionado tanto placer en todos sus años de vida como ella en una sola noche. Con solo tocarla desataba en Amy una lujuria y un deseo desbordante, la convertía en un animal salvaje, ávido de más y más placer, perdía el control de todos sus sentidos y no podía parar de suplicar más, hasta que caía rendida y dolorida en la cama incapaz de sentir nada.
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Solo cuando estoy contigo
Storie d'amoreLucy una joven pintora enamorada del hombre de su vida, todo cambia cuando matan a alguien dentro de su casa, y para hallar al responsable aparece Amy una joven oficial altamente capacita en el tema de crimenes, de la cual Lucy se enamora, pero p...