Capitulo 45

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El verano pasó muy lentamente para Lucy y muy rápido para Amy.

La rubia intentó disfrutar de aquellos días en Argentina; pero le fue imposible, la ausencia y la traición de Lucy pesaban demasiado, la ira y el rencor iban ganando terreno día a día en su corazón hasta llenarla por completo. No quería verla pero el día en que volverían a juntarse se acercaba irremediablemente, la amaba y sabía que nunca dejaría de amarla, pero nunca podría volver a su lado.

Las lágrimas se secaron en los ojos de Lucy, con el corazón completamente destrozado, pasó el verano encerrada en su casa ocupando su tiempo en criar y mimar a las dos cachorras. La madre de Lucy se había ocupado de del hospital, Emma se marchó un día sin decir nada.  Por mucho que lo intentaron, ni su madre, ni sus amigos, ni Karen, ni Jennifer, ni siquiera Francis que se había enterado de lo ocurrido y quiso estar con Lucy para consolarla, fueron capaces de sacar una sonrisa de los labios de la joven de ojos azules, la muchacha se dedicaba a pasar el tiempo, esperando ansiosa la vuelta de Amy.

Por otra parte, Jennifer se había comprometido con un agente de la estación, llevaban tiempo juntos sabían que eran el uno  para el otro, en  unos días se llevaría a cabo una fiesta de compromiso, Lucy y Amy estaban invitadas.

Por fin llegó el día, y la joven de ojos azules esperaba muy nerviosa a su gran amor,  recostada en el portal del salón de la fiesta. Necesitaba hablar con ella, necesitaba su perdón. Tenía la esperanza de que durante aquellos meses la hubiese echado de menos tanto como ella lo había hecho y su corazón se hubiese ablandado.

La vio acercarse con Karen, comenzó a temblar, pasó por su lado sin ni siquiera mirarla.

“Hola, Amy”, balbuceó obligándola a detenerse.

“Buenos días, Lucy...”,  respondió la rubia sin ninguna emoción.

“Me... me gustaría hablar contigo”, lo intentó joven castaña.

Karen intentó alejarse y dejarlas solas pero Amy se lo impidió, “ahora no tengo tiempo, llegamos tarde”, dijo con voz indiferente.

Lucy buscó en vano en sus ojos avellana una chispa de calor, pero no la había, lo único que transmitían era frío un frío terrible. Ella nunca creyó posible que la dulce mirada de Amy se pudiese transformar así, que sus cálidos ojos fueran capaces de transmitir aquello, sintió un dolor agudo en el corazón al darse cuenta de que ella era la responsable. En aquellos momentos hubiese deseado observar en ellos algún tipo de emoción aunque fuera mínima, ira, odio, rechazo, rencor, algo que le diera una pista de que era lo que realmente sentía, pero nada, simplemente frío.

“Amy por favor, quiero hablar contigo”, insistió Lucy.

“No estoy interesada en nada de lo que tengas que decirme, además ya te he dicho que llego tarde”, contestó la rubia su mirada ya no era fría, era glacial dio media vuelta y se alejó junto a Karen.

“Amy  te lo suplico, necesito explicarte, déjame hablar contigo, por nosotras Amy, por nuestra historia, por nuestro amor, por......”, lo intentó de nuevo la joven castaña.

La rubia se frenó en seco, se giró interrumpiéndola con una risa irónica, “¿cómo eres tan cínica?, ¿cómo tienes valor para hablar de amor? Tú no sabes lo que es eso, tú sólo te amas a ti misma, debería de haberme alejado de ti cuando tuve la oportunidad”.

“Amy por favor, no digas eso, yo siempre te he amado”, murmuro la joven de ojos azules.

“No Lucy eso no es verdad, quizá tú creíste amarme, pero jamás lo hiciste. Si me hubieses amado no lo hubieras hecho, no te la hubieses tirado mientras yo estaba  en una misión importante tratando de atrapar al hombre que te hizo daño. Cuando alguien ama, cuando se está enamorado, sólo piensas en esa persona especial, solo deseas estar con ella, besarla, tocarla, hacerle el amor.... está claro que yo nunca fui esa persona especial para ti”,  contestó la rubia irritada.

Lucy se sorprendió, pensó que durante aquellos meses de llanto y dolor las lágrimas no volverían a nacer en sus ojos y su corazón era inmune a cualquier aflicción. Pero las palabras de Amy le demostraron que no, sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón se encogió de dolor, “Amy no sé lo que me pasó, me volví loca, te amo Amy, por favor créeme, sólo quiero estar contigo. No significó nada fue sólo sexo, ella....”

“No te atrevas a seguir”, la interrumpió la rubia, la ira se apoderó de ella, no podía imaginarse como otra la tocaba, la besaba, le hacía el amor, “no quiero oír nada más estoy harta de esta farsa. Me engañaste, hiciste que me enamorara locamente de ti, que confiara en ti, que me abriera a ti, que te lo diera todo..... ¡Mierda  Lucy te lo di todo!, incluso mi vida te hubiese dado si hubiese sido necesario. ¿Y cómo me pagaste?, humillándome, destrozándome, follándote a otra a la primera oportunidad que tuviste, eso no es amor. Sinceramente Lucy espero que mereciera la pena, espero que te echase el mejor polvo de tu vida”, murmuró con rencor la rubia.

“Amy  siempre te he amado, tienes que creerme”, dijo la joven de ojos azules con voz entrecortada, luchando por contener las lágrimas.

“Creerte, ¿por qué iba a hacer eso?, te creí cuando me decías que estarías a mi lado para siempre, que me amabas por encima de todo, que me pertenecías, que nunca podría haber nadie más.....”, la rubia negó con la cabeza sonriendo, “no, no tengo porque creerte”, volvió a encaminarse hacia adentro.

“Amy es verdad y lo sabes, me enamore perdidamente de ti, te amo, te amé y te amaré siempre, por encima de todo. Eres el amor de mi vida, no puedo renunciar a ti, no puedo olvidarme de ti, no puedo vivir sin ti”, las lágrimas de Lucy corrían inevitablemente por sus mejillas.

La rubia se paró y se giró, “pues lo siento mucho Lucy, porque yo lo único que puedo sentir por ti es rabia, rencor, asco. Ya no te amo”, miró por última vez a los ojos a la mujer a la que había pertenecido una vez su corazón, para dejar claro de una vez por todas que aquello pertenecía al pasado, “no quiero saber nada de ti nunca más. Espero que me respetes y me dejes en paz,  Lucy”, volvió a girarse y se encaminó con paso firme hacia donde se encontraba la multitud, las lágrimas brotaban como una cascada de sus ojos.

Se dirigió rápidamente al baño, se echó agua fría en la cara para intentar calmarse. Estaba rota de dolor, se sentía fatal, la amaba y sabía el daño que acababa de proporcionarle. No pudo evitarlo era la única manera de hacer desistir a Lucy, de hacerle entender que ya no había vuelta atrás, que nunca volverían a estar juntas.

“¿Estás bien?”, pregunto una voz dulce y armoniosa.

Amy dio un respingo sobresaltada, no había escuchado entrar a nadie, se giró y se quedó sin respiración, se encontró con la sonrisa más afable y bondadosa que había visto nunca, levantó su vista y sus ojos se descubrieron el mar en calma y sereno. Siguió observando a la desconocida y descubrió que era propietaria de un cuerpo escultural con perfectas curvas moldeadas y marcadas, un pelo castaño sedoso que invitaba a acariciarlo, no llevaba nada de maquillaje, su cara estaba cubiertas de unas simpáticas pecas, su sonrisa hacía aparecer en su rostro un pequeño y divertido hoyuelo.

“Ehhhh.... si, si”, murmuró avergonzada, desviando rápidamente la mirada.

“¿Mal de amores?”, preguntó la desconocida.

“Algo así”,  contestó la rubia.

“Ufffffffff se lo que duele, pero ya sabes lo que dicen, el tiempo todo lo cura”, una chispa de melancolía apareció en aquellos hermosos ojos azules.

“¿A ti te curó?”, preguntó Amy, arrepintiéndose al instante de haberle hecho aquella pregunta, ni tan siquiera sabía quién era. Sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso.

“Desgraciadamente no.....”, contestó la hermosa mujer con una sonrisa al ver el apuro de Amy, “por cierto, soy  Alexandra Meller”.

“Yo soy Amy Foster, encantada de conocerte”, respondió la rubia estrechándole la mano.

“No quiero parecer descortés, pero tengo que irme, por lo que veo me he confundido de puerta, ¿estás segura de que estás bien?”, insistió Alexandra sonriendo de nuevo.

“Si, si, vete tranquila”, respondió  Amy sin poder dejar de mirar hechizada a aquella mujer.

Cuando la desconocida desapareció por la puerta, la rubia volvió a lavarse la cara respiró hondo y se dirigió a saludar a Jennifer, sabía que volvería a encontrarse con Lucy. Hablaron  por un momento, contándose cosas que habían pasado estos últimos meses.

Unos minutos después la joven de ojos azules entró al salón. No era ni un reflejo de lo que había sido tiempo atrás, caminaba arrastrando los pies, miraba hacia el suelo incapaz de levantar sus ojos, se la veía perdida, agotada, triste, vencida, hundida. De aquella joven brillante, alegre, llena de energía, soberbia, altiva de quien Amy se había enamorado. Se sentó en un asiento libre tomo un acopa de vino y perdió su mirada en el horizonte, durante toda la fiesta no apartó los ojos de aquel punto fijo en la lejanía, Amy la sorprendió secándose disimuladamente las lágrimas en un par de ocasiones. Se sentía miserable por hacer sufrir a Lucy  como lo estaba haciendo, pero no podía evitarlo algo en su interior, algo que era más fuerte que ella misma no le permitía perdonarla.

La capitán Coleman se acercó a Amy acompañada de una joven, al verla  Amy pegó un respingo.

“Hola Amy, espero que hayas disfrutado mucho de tus vacaciones, y hayas recargado energía porque hay mucho trabajo por hacer”, dijo la  capitán con una sonrisa, se volvió a su acompañante y continuó, “ella es Alexandra, la nueva detective, ha terminado su  preparación este año y estará con nosotros durante unos meses para poner en práctica lo aprendido”.

La joven agente saludó amablemente a Amy. Cuando sus ojos se encontraron con los de Amy, una hermosa sonrisa apareció en su rostro que fue inmediatamente correspondida por la rubia, ambas jóvenes se miraron intensamente durante unos segundos.

Para Lucy aquella sonrisa y aquella mirada no pasaron inadvertidas.

Solo cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora