“¡Hey Amy!, ¿qué haces aquí?”, preguntó Jennifer al abrir la puerta.
“Yo...., no sabía donde ir, no quiero ir a mi casa”, dijo la rubia con voz débil.
“Amy ¿qué ha pasado?, ¿no deberías estar con Lucy?”, preguntó Jennifer preocupada.
“No quiero hablar de eso, yo no quiero ir a mi casa..... ¿Puedo pasar?”, respondió la rubia levantando los ojos y mirando a su amiga tristemente.
Un escalofrío recorrió a Jennifer al ver la mirada vacía de Amy, “¡claro!, ¡por supuesto!, pasa”, dijo la agente apartándose para dejarle paso.
Amy entró en la casa, “gracias”, murmuro sin levantar la vista del suelo.
Jennifer la condujo hasta la sala de estar, “cariño, si quieres hablar de ello o necesitas algo yo estoy aquí para lo que sea vale”, dijo abrazándola.
Amy se perdió en aquellos brazos protectores, incapaz de hablar, de llorar, de sentir otra cosa que aquel terrible dolor que invadía su pecho, aquella traición le había anulado la capacidad de sentir, nunca volvería a poder entregarse a nadie más.
“¿Podría pasar aquí la noche?”, preguntó separándose de los brazos de su amiga.
No quería volver a su casa, su teléfono no paraba de vibrar en su bolsillo, sabía que Lucy no pararía hasta encontrarla y ella en esos momentos no podía verla, no podía enfrentarla. Estaba demasiado dolida y confundida, no podía pensar con claridad en su futuro, no sabía que iba a ser de su vida.
“Por supuesto, puedes quedarte todo el tiempo que quieras”, prepararé la habitación de invitados, dijo la agente y desapareció.
El teléfono volvió a vibrar en su bolsillo, Amy se dirigió a la ventana y lo tiró con todas sus fuerzas a la calle.
No durmió en toda la noche amaba, a Lucy más que a nada, pero la rabia y el desprecio hacia ella por aquella traición se iba adueñando poco a poco de su corazón y de su alma.
No quería volver a verla, no volver a hablarle, tenía que sacarla de su vida para siempre y para ello necesitaba tomar distancia, que el tiempo pasase , alejarse de ella para poder controlar sus sentimientos ya que estaba segura de que nunca podría anular todas las sensaciones que embriagaban su alma cuando estaba cerca. Tenía que abandonar la ciudad, si volvía a verla caería de nuevo en su embrujo, volvería a perderse en sus ojos e inevitablemente volvería a caer rendida entre sus brazos.
Lucy estuvo durante unos minutos tumbada, llorando desconsolada en la cama con el corazón y el alma rotos en pequeños pedazos. Sabía que la única culpable de todo lo que había pasado era ella y entendía que no volviese a querer nada suyo. Con su comportamiento la había destrozado, pero no podía rendirse, no podía resignarse a perderla, la amaba con locura, necesitaba su perdón para que su corazón siguiera latiendo.
Tenía que explicarle como había pasado, que no hubo sentimientos, sólo fue sexo, había sido un error de dos minutos. Dos minutos durante los cuales su cerebro se apagó y su estúpido cuerpo se había dejado llevar por la lujuria y el deseo. Tenía que hacerle entender que Emma nunca había entrado en su corazón, ni tan siquiera se había acercado a las puertas, ese órgano al igual que toda ella le pertenecía y le pertenecería para siempre.
Llamó una y otra vez por teléfono pero no obtuvo respuesta, se vistió y fue a su casa, llamó insistentemente al timbre pero obtuvo el mismo resultado. Llamó a la estación policial Amy tampoco se encontraba ahí. Se acurruco en el asiento y se dispuso pacientemente a esperar.
Los primeros rayos de sol iluminaron la ciudad, Lucy seguía mirando tristemente al portal esperando en el coche a que volviera su amada, pero Amy no daba señales de vida. A media mañana resignada arrancó el motor, volvería más tarde, sabía que tarde o temprano tendría que aparecer, no quería irse pero Tina y Tino necesitaban comer.
Amy y Jennifer vieron alejarse el deportivo blanco desde el final de la calle, la rubia suspiró aliviada por poder entrar a casa, para recoger sus cosas, su avión salía en tres horas. Subieron al apartamento, al entrar al dormitorio y ver la cama el corazón de Amy se encogió al recordar la mágica noche en que se amaron por primera vez, las lágrimas amenazaron con rodar por sus mejillas, apretó los puños y los dientes evitándolo, no se iba a permitir llorar por ella.
Prepararon rápidamente el equipaje con lo justo, no había tiempo para nada más, llamaron a un taxi y se dirigieron al aeropuerto. Al cruzar la pasarela para embarcar, el alma de Amy se iba desquebrajando, con cada paso que daba hacia aquel avión se desprendía un trocito de su corazón. Había tomado la decisión más dura de su vida, no quería alejarse de ella, quería volver entre sus brazos, inspirar su aroma, volver a sentir sus caricias, sus besos; pero el dolor y la rabia por aquella traición eran demasiado grandes, todo había terminado, cruzó la puerta del avión y se sentó en su asiento.
Después de dar de comer a las cachorritas Lucy volvió a casa de Amy, llamó una y otra vez a la puerta con el mismo resultado conseguido anteriormente, iba a volver a su coche para sentarse a esperar cuando vio como se acercaba la encargada de los apartamentos, cargada con unas bolsas, inmediatamente se acercó para ayudarla.
“Hola hija”, saludó la anciana dejando las bolsas en el suelo agotada.
“Deje que la ayude”, contestó Lucy inclinándose para coger las bolsas, “No debería usted cargar con tanto peso, agárrese a mí”, dijo ofreciéndole su brazo.
“Ya lo sé hija, pero una empieza a comprar y no se da cuenta”, se disculpó la anciana agarrándose agradecida al brazo de la joven y encaminándose hacia el portal.
“¿Vienes a ver a Amy?”, preguntó la anciana.
Lucy asintió con la cabeza, “deme las llaves del portal, se lo acercaré hasta el ascensor”
“Ya me parecía extraño que se fuera de viaje sin despedirse”, murmuro la anciana, mientras buscaba las llaves, “¡aquí están!”
La joven de ojos azules la miró sorprendida, “¿de viaje?”, preguntó.
“Si, hace un rato vi como subía a un taxi, con otra joven y una maleta”, la anciana le tendió las llaves.
Lucy palideció, su corazón se paró, intentaba decir algo pero las palabras se negaban a salir de su boca.
“Hija ¿te encuentras bien?”, preguntó la anciana preocupada al ver su reacción.
La joven castaña no respondió, “¿cómo era la chica que la acompañaba?”, preguntó con voz débil y temblorosa.
“Déjame pensar.......”, murmuro la mujer del pelo blanco, "más o menos de su misma estatura, cabello negro, de muy buena figura…. Y portaba un arma en la cintura”.
“¡Jennifer!, ¡mierda! ¿por qué no he pensado en ella”, exclamó, “ tengo que irme”, llevó las bolsas hasta el ascensor y se despidió de la sorprendida anciana.
“Hija, ¿va todo bien?”, preguntó aún más preocupada la anciana, pero la joven castaña no podía escucharla, había salido del portal y corría hacia su deportivo.
Lucy se subió en su coche y se dirigió lo más rápido posible a casa de Jennifer. Estaba muerta de miedo, ¿por qué Amy llevaba una maleta?, ¿Irá a otra misión?.
Tenía que detenerla, se maldijo una y otra vez por no haberse acordado de Jennifer, era la mejor amiga de Amy, más que amiga es como su hermana. Si lo hubiese recordado hace unas horas quizá podría haberla detenido, ahora tal vez era demasiado tarde.
Aparcó enfrente de la casa de la agente, se bajó del coche, corriendo se dirigió hacia la puerta y aterrada llamó, una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces. La joven de ojos azules estaba a punto de perder el control, se encontraba cada vez más nerviosa, temblaba, respiraba rápidamente, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Finalmente se abrió la puerta.
“¡Lucy!”, exclamó Jennifer sorprendida.
“Necesito hablar con Amy”, contestó la joven de ojos azules.
“Lucy es demasiado tarde, ya no está aquí”, respondió la agente apenada.
“¿Dónde está?”, preguntó la joven, temblando cada vez más fuerte.
La agente no contesto temerosa de la reacción de Lucy.
“Jennifer maldita sea, dime donde esta”, gritó Lucy con voz aguda, completamente histérica, mientras zarandeaba por los hombros a la detective.
Con un hábil gesto, Jennifer se liberó de las manos de la joven castaña y se apartó unos pasos, “se ha ido Lucy, hace una hora que cogió un avión con rumbo a Buenos Aires, Karen autorizo darle unas vacaciones, así que pasara unos meses fuera. Quería alejarse lo máximo posible de ti, ni siquiera yo sé como ponerme en contacto con ella”.
Lucy sintió que le faltaba la respiración, todo se volvió negro durante unos instantes, las piernas se negaban a sujetarla. Hincó sus rodillas en el suelo y lloro sin consuelo completamente atormentada afrontando la cruel realidad, -se había ido-.
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Solo cuando estoy contigo
RomanceLucy una joven pintora enamorada del hombre de su vida, todo cambia cuando matan a alguien dentro de su casa, y para hallar al responsable aparece Amy una joven oficial altamente capacita en el tema de crimenes, de la cual Lucy se enamora, pero p...