Velas y Cristales

5.3K 311 4
                                    

Izquierda.

Derecha.

Una y otra vez. Incluso aunque doliera.

Mientras Joan golpeaba uno de los costales en el gimnasio de Alex, escuchaba y analizaba cada uno de los detalles que Derek decía sobre las rutinas de cada uno de los hombres a los que tenía vigilados.

Sus actividades diarias consistían en un desayuno al aire libre en el balcón de su suite, visitas de sus clientes personales, salir a pasear por la ciudad y regresar para trabajar desde la seguridad del hotel.

«Rutina», pensó ella. Odiaba la rutina. Fue lo peor de haber estado en prisión.

—... hay una fiesta —dijo Derek.

— ¿Una fiesta? —preguntó Luis.

—Sí. Mañana por la noche.

— ¿En honor a qué? —preguntó Alex.

—No lo sé. Pero él está invitado y estoy casi seguro de que irá.

—Bueno, nosotros también iremos —dijo ella deteniéndose por unos segundos.

Reacomodó las vendas alrededor de sus nudillos y continuó golpeando el costal.

—Esperaba que dijeras eso —comentó Derek.

Joan inspiró profundo y se detuvo. Levantó la cabeza hacia el techo y se puso las manos en la cintura, recuperando el aliento. Sonrió débilmente.

— ¿Por qué?

—Porque tengo listas las invitaciones.

⎯⎯⎯⎯⎯⎯ ⋆✦⋆ ⎯⎯⎯⎯⎯⎯

A la noche siguiente, Joan se encontraba sentada frente a un espejo con Luis trabajando en su maquillaje. Se miraba de vez en cuando, solo por hacer algo además de mirar las grietas en el suelo.

El chico le maquilló los ojos con diferentes tonos de café y un negro intenso que contrastaba con el luminoso azul de los lentes de contacto en sus ojos. En los labios solo puso una capa de color cobre muy sutil y cubrió con mucho detalle las dos cicatrices en su rostro, junto a su boca.

Voiládijo, satisfecho.

Ella intentó formar una sonrisa.

Observó a Luis mientras este sacaba del armario un sedoso vestido negro, su amigo llevaba ya puesto su traje de gala, con camisa blanca y corbata roja. Se había peinado el cabello hacia atrás, dejando relucir sus ojos color miel. Era guapo.

—Toma —dijo él, ofreciéndole el largo vestido.

Ella ahogó un reproche en su garganta y lo tomó. Comenzó a ponérselo frente a él, ya que llevaba puesto un body de color negro que ocultaba dos delgadísimas navajas a la altura de sus caderas. Además, claro, de definir cada curva de su cuerpo: desde las anchas y estilizadas caderas hasta el elegante escote.

Mientras pasaba el vestido por las piernas, se quejó en su mente de nuevo. Había insistido, reprochado y dicho que sería una mejor idea que ella no fuese disfrazada como una dama. Incluso mencionó que preferiría vestirse de mesero y pasar así la velada, oculta de la mira de cualquiera.

Pero no había funcionado.

—El mejor lugar para esconderse es a plena vista —había dicho Alex. Y ella lo había fulminado con la mirada.

Luis aseguró el cierre del vestido, cerca de la nuca y alisó unas cuantas arrugas que habían aparecido. Se paró frente a ella y la recorrió de pies a cabeza.

...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora