Tequila

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—No sé cómo hacerlo —se quejó Carolina.

Alex reunió toda la paciencia que le quedaba después de dos horas de entrenar con ella para dedicarle una sonrisa agradable.

—Tu codo está muy abajo, necesitas subirlo un poco.

Carolina aprendía por sexagésima vez a usar el arco. Alex, sin poder evitarlo, la comparó con Joan. Ella había aprendido en un dos por tres, Carolina en cambio parecía hacer todo lo que estaba en sus posibilidades para no hacerlo.

— ¿Así?

—No.

—Muéstrame como.

Él, exasperado, se dio cuenta del típico truco que Carolina usaba para que él la abrazara. Sin embargo no podía rechistar, ella pagaba las clases y él debía enseñar. No necesitaba el dinero, en absoluto, pero mantener una imagen requería coartadas bien elaboradas. Además, no le iba mal el contacto.

Se colocó detrás de ella y la rodeó con los brazos. Tomó el arco sujetando su mano izquierda y tomó la flecha sujetando su mano derecha. Ella suspiró sutilmente.

Alex corrigió la postura de Carolina y le habló al oído:

—Suéltala.

Ella soltó la flecha y dio en el blanco.

—Gracias.

Alex le sonrió. Carolina era bastante agradable cuando no intentaba seducirlo a cada minuto, aunque a él le gustaban sus tácticas y sentir ese familiar cosquilleo recorriéndole los músculos. Ella se acercó demasiado a él, invadiendo su espacio personal y Alex, tomado por sorpresa, se apartó de ella dando un paso hacia atrás y tropezó un poco con el estante de flechas, perdiendo el equilibrio y cayendo sobre una colchoneta de espaldas. Ella tropezó y cayó encima de él, ruborizándose.

Los ojos azules de Carolina brillaron cuando Alex se tardó un par de segundos en saber qué hacer. Con cuidado, él la tomó de los hombros y la empujó a un lado con la mayor delicadeza de la que fue capaz, se levantó y luego la ayudó a ponerse en pie. Él se recargó en la pared, esperando a que Carolina dijera adiós, quería salir de ahí para poder hablar con Joan.

—Ella también tiene muchas cicatrices —murmuró Carolina con voz pensativa, mirando el perfil derecho de Alex, allí donde él tenía esa cicatriz lineal desde la sien hasta la barbilla.

— ¿Quién? —preguntó él, distraído.

—Tu hermana... ¿Jett?

Alex rió.

—Así la llamo de cariño.

— ¿Por qué?

Él se lo pensó dos veces, pero al final no encontró nada de malo en decirle a Carolina algo personal.

— ¿Conoces a Joan Jett?

—No —respondió la chica ladeando la cabeza.

—Es una cantante de rock, es increíble. Cuando éramos pequeños, mi hermana solía reírse de su mala reputación y se burlaba de las reglas, igual que Joan Jett —sonrió al recordarlo.

—Qué divertido —dijo ella sonriendo sinceramente.

Carolina era el tipo de chica que siempre había soñado con romper las reglas y huir de casa para viajar por ahí, descubriendo cosas nuevas. Pero era hija de un importante abogado, por lo tanto debía cumplir y superar todas las expectativas que se le plantearan.

— ¿Y por qué tienen todas esas cicatrices?

Alex suspiró.

—Tuvimos una infancia difícil —fue lo único que dijo.

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