Ladrona de Arte

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    Al llegar a la base, Isa condujo a Joan hacia su nueva habitación en el sótano. Entraron por una pequeña puerta que se localizaba en el ala oeste de la sala de computo, bajaron a oscuras las retorcidas escaleras y, al abrir otra puerta, la luz blanca del extraño hotel la cegó por un momento.

Había un pasillo largo y un poco estrecho con puertas a ambos lados, cada una con un número, comenzando por el uno. Al llegar al otro extremo, bajaron otras retorcidas escaleras que estaban ligeramente iluminadas por la luz del pasillo anterior y se encontraron con otra serie de puertas a ambos lados del corredor.

Isa llevó a Joan a la habitación número veinticuatro. Al entrar, la asesina observó que era algo bastante sencillo y convencional. Tenía una cama amplia al lado derecho de la puerta y un armario al lado izquierdo; un escritorio y un pequeño librero al fondo. En una de las esquinas al otro extremo, a lado del pequeño librero, había una puerta de madera. Joan se acercó y al abrirla encontró un pequeño baño. 

—Bueno, al menos tiene ducha —comentó.

Isa rio un poco detrás de ella. 

—Nos vemos mañana en el desayuno —se despidió la rubia y cerró la puerta a sus espaldas.

Joan suspiró y aventó la mochila en la cama. Se quitó los jeans, las botas y la camiseta con mucho cuidado de no tocar su herida, la cual se había sensibilizado un poco más después de haber caído en el techo. Se enfundó en un pantalón negro holgado de tela ligera y volvió a ponerse la camiseta que había usado. No tenía más, no sabía dónde había dejado Luis sus nuevas prendas. Como no tenía sueño debido a la increíble descarga de adrenalina que había experimentado, decidió desempacar y dejar todo ordenado antes de tumbarse en la cama otra vez.

Al abrir el armario encontró todo el montón de camisetas que Luis le había mostrado, cada una estaba perfectamente doblada y colocada sobre las repisas.

Encontró una pequeña nota encima de una camiseta blanca:

—Con cariño. Luis —leyó ella con una sonrisa torcida.

Quizá de verdad se interesaban en ella.

Dobló sus jeans y los colocó en las repisas. Guardó sus botas y colgó su chaqueta. Al indagar en los cajones, encontró varios bóxeres femeninos como ropa interior, algunos pares de calcetines y algunos pares de copas para sus pechos. Luis pensaba en todo.

Al siguiente día empezaría todo, esta vez desde cero. Paty comenzaría a dar instrucciones, quizá comenzarían a entrenar y ella curiosearía por ahí para averiguar cosas sobre Soto. Si Audra le había dicho que querían confirmar si seguía viva, no era una buena señal. Eso quería decir que el curioso juego de ajedrez en el que ella era un peón seguía su curso.

No acabaría hasta que hubiese un jaque mate.

Sacó el libro de Harry Potter de su mochila y se tumbó en la cama boca abajo. No quería pensar en la realidad, así que leería hasta quedarse dormida.

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    Al día siguiente, Derek estaba sentado en una mesa en la cafetería con Luis, Tom, Isa y Frida. Cada quien tenía servido su platillo, un jugo, un café y un panqueque. Estaba sentado junto a Frida, quien rozaba con su brazo izquierdo el brazo derecho de Derek con bastante frecuencia. Quizá sería una buena idea acercarse más a Frida, después de todo, aunque Joan tenía ese algo que lo atraía, jamás se fijaría en él. Al menos no con Alex rondando por ahí. Y seguro que desaparecer a Alex de la faz de la Tierra no era una opción.

Como si lo hubiese invocado, Alex atravesó las puertas. Tenía una expresión cansada e incluso aburrida y Derek divisó la posible causa. Caminando detrás de él y con una expresión entre curiosa y asustada, caminaba una menuda chica de cabello castaño un poco enmarañado y ojos azules entrecerrados, como si esperara que alguien la atacara de pronto. Se dirigieron a la barra de comida.

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