Joan sonrió débilmente.
Después de todo, Matt seguía cuidándola. Él bajó la copa y le sonrió. Ella decidió que hablaría con él después para agradecerle y disculparse más veces de las que pudiera contar.
Se aferró aún más fuerte a la baranda y comenzó a bajar las escaleras. Su alrededor se transformó en una secuencia en cámara lenta. El sonido de las copas al golpearse unas con otras era ensordecedor y muy agudo, las risas de los criminales en el lugar sonaban tétricas, el estruendo de las bolas de billar al chocar era aterrador, y, por si fuera poco, se escuchaban voces distorsionadas.
La gente le abrió paso. Ella caminó directamente hasta la mesa de billar en donde los chicos estaban jugando. Derek estaba agachado contra la mesa, a punto de lanzar el tiro.
Luis parecía coquetear con un chico al otro extremo.
Alex le daba la espalda.
Joan recargó ambas manos en el borde de la mesa, a un lado de Alex, y soltó el aire que tenía contenido en sus pulmones. Se dio media vuelta y recargó sus caderas en la mesa. Tomó aire e hizo todo por calmarse. Sentía el sudor frío en su espalda y escalofríos en su nuca.
¿Asesinarla? ¿Por qué querría Soto asesinarla? De eso hacía poco más de tres años, ¿seguiría intentando llegar a ella? Joan dudaba que Soto supiese quién era la persona que acababa con su gente. A pesar de haber sido atrapada varias veces después de asesinar a alguno de ellos, todas las autoridades habían insistido en que a Joan no se le acreditara ninguno de esos homicidios, al menos no públicamente.
—No desatemos el pánico —había escuchado decir a Paty luego de uno de sus muchos juicios.
A vista de la gente normal, ella estaba en prisión por asesinar a personas comunes y se había ganado tantas cadenas perpetuas por seguir cometiendo esos crímenes cada vez con mayor sadismo dentro de prisión.
Eso era lo que los civiles sabían. Eso era lo que Paty había hecho para... ¿Qué? ¿Para qué mentir? ¿Realmente quería evitar el pánico en las personas? ¿Por qué jamás la habían detenido con más que con rejas y unas cuantas cadenas? En su mente comenzaron a surgir infinidad de dudas y no sabía de dónde obtener respuestas.
— ¿Estás bien? —le preguntó Alex, cigarro en mano— Pareces un fantasma, estás pálida.
Joan tomó aire y enderezó todo su cuerpo.
—Sí, estoy bien —suspiró.
— ¿Qué te dijo?
— ¿Quién?
—Matt, por supuesto. ¿Segura que estás bien? —preguntó Alex por segunda vez antes de darle una bocanada a su cigarro y luego soplar el denso humo.
Era obvio que Joan estaba totalmente distraída. Y era raro que lo estuviese, siempre estaba alerta.
—Ah... —fue lo único que ella respondió.
— ¿Qué te dijo? —insistió Alex con voz calmada.
—Me dijo quiénes son... Los Huracanes —respondió ella.
Esta vez, Alex palideció, le dio una nueva bocanada al cigarro y dejó salir el humo por la nariz.
— ¿Te dijo quiénes son?
—Te lo acabo de decir —respondió ella.
A pesar de estar completamente ida, notó la súbita tensión que embargó el cuerpo de Alex.
—No, no me refiero a ellos como grupo. ¿Te dijo quiénes son? ¿Te dio nombres?
— ¿Qué te pasa? —preguntó ella mientras fruncía el ceño.