Epílogo

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—Buen clima el que tienen aquí —comentó el hombre mientras se quitaba la gabardina negra y la colgaba en el perchero junto a la puerta cerrada.

Paty asintió mientras servía la segunda taza de té.

—Es bastante templado, sí —admitió Patricia—. Nada extremo.

El hombre se sentó en un sofá y se quedó callado mientras recibía su taza en las manos. Estoico, como era su costumbre, mantuvo la espalda recta y el semblante calmo al darle el primer sorbo a su té.

—Delicioso —comentó—. Muchas gracias por tu hospitalidad —añadió. Su acento extranjero se marcaba en cuanto pronunciaba la erre.

Paty se sentó en el sofá frente a él. A esas horas de la mañana había muy pocos empleados en la oficina, así que podían charlar con las persianas abiertas sin preocuparse por la privacidad. No era que a Patricia le afectara, pero siempre era prudente ser cautos cuando se trataba con gente como él.

—Al contrario —sonrió ella—. Es lo menos que podría hacer luego de tu ayuda para sacar a Joan de la cárcel —dio un sorbo a su té—. Gracias por eso y por tu comprensión. Mis empleados no están al tanto de asociaciones como la suya, es común que archiven sus casos en el cajón equivocado.

El hombre frunció el ceño y agitó una mano en el aire para quitarle importancia al asunto.

—Ah, no hay por qué angustiarse —sonrió cálidamente—. Pasa todo el tiempo, en todo el mundo.

Paty se alisó una arruga invisible de su saco de vestir y le dio otro sorbo a su té. Al tragarse el dulce líquido, añadió:

—Me alegra que podamos entendernos.

—Lo mismo digo —dijo y se quedó unos segundos pensando en sus siguientes palabras—. Así que, tu chica, Joan Forley...

—¿Sí?

—¿Qué hace aquí?

—¿Disculpa?

Él meneó la cabeza ligeramente.

—Verás, la conozco desde antes que me pidieras que la ayudara. Hace unos años uno de mis muchachos se topó con ella y dijo que sería una buena adición para los Skylos...

—Ya veo —musitó Paty—. Está aquí cumpliendo la pena que ayudaste a reducir.

El hombre se llevó la taza de nuevo a sus labios y lo saboreó en la boca como si saboreara la pregunta que estaba a punto de formular. Un tintineo lo sacó de sus pensamientos y miró hacia su muñeca, donde uno de sus brazaletes destellaba suavemente.

—Me encantaría quedarme a charlar —dijo—, pero me solicitan en otro lado.

—No hay problema —respondió ella y se levantó del sofá.

Fue hacia su escritorio y tomó una gruesa carpeta de entre el montón de documentos y carpetas que estaban esperando su turno de ser resueltos. Regresó con el hombre, quien ya se había puesto de pie, y le extendió la carpeta. Él la tomó y la guardó en el portafolios que llevaba colgado del hombro derecho.

—Muchas gracias —dijo él—, te aseguro que Madame estará complacida.

Paty asintió. Él se dirigió entonces a la salida, pero se detuvo a un paso de la puerta.

—Quizá mis muchachos vengan en unos meses —comentó—. Tal vez tu chica, Joan, pueda venir a vernos. Ya sabes cuánto valoramos las alianzas.

La señora sonrió con cortesía y asintió, inconscientemente jugueteó con el listón negro en su muñeca al decir:

—Lo sé.


Continuará

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Joan Forley: Sombras de una Sicario
2022

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Precuela - JF: Las cosas marchitas

2021 • Ya disponible


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