Mientras el sol caía de nuevo por el horizonte para dar paso a la noche, Joan contemplaba el paisaje a través de la ventana. Después de la comida había pasado la tarde jugando ajedrez con Luis y Alex, perdiendo siempre contra Luis y ganándole unas cuantas veces a Alex, aunque tenía la ligera sospecha de que él le dejaba ganar.
Ahora estaba en la oficina de Paty, esperando a que la señora terminara con su recurrente trabajo para poder hablar con ella. La asesina jugueteaba con el collar de plata que colgaba de su cuello, girando el corazón entre sus dedos. Iba a dárselo a Paty, debía hacerlo, confiaba en ella y sabía que era la única que podría encontrar todo lo que su collar ocultaba. Le parecía una mejor idea que esconder el sacrificio de sus padres.
La puerta se abrió y Joan pudo ver, por el reflejo de la ventana, que Paty entraba vestida como en el Reformatorio B, con un traje gris y negro, casi como el de los guardias.
—Joan —saludó.
La asesina se giró sobre sus talones y avanzó hacia Paty. Sin decir más, se quitó el collar del cuello y lo miró por un par de segundos antes de ofrecérselo a la señora.
—Este es el collar que busca Soto.
Paty levantó ambas cejas, definitivamente no se lo esperaba.
—Pero no puedo aceptarlo. Es lo único que te queda de tus padres —respondió, recordando toda la información que Deya le había dado de Joan, un tiempo atrás.
—Lo sé, pero debe de contener algo importante. Tómalo.
Paty sostuvo con el brazo izquierdo el montón de carpetas que llevaba, extendió su pequeña mano derecha y Joan depositó el collar en su palma. A Paty siempre le había dado curiosidad ese collar, Joan lo guardaba y lo portaba siempre con tanto recelo que animaba a echarle un vistazo. Con la punta de su dedo índice, acarició la pequeña gema color rosa que se encontraba al centro del corazón.
—¿Puedo? —preguntó mientras comenzaba a abrir el dije.
Joan asintió.
Al abrirlo, se encontró con una foto encantadora: Eran Joan y sus padres, hacía muchos años, abrazándose y riendo. Joan miró la foto con nostalgia, deseando haber podido retirarla del collar, pero Luis le había dicho que la foto también podría contener algo importante, por lo que era mejor dejarla en su lugar.
—Solo... solo te pido que lo maltraten lo menos posible. Es muy especial —indicó Joan.
Paty asintió con energía.
—En cuanto tengamos el código, te lo devolveré.
Joan no aguantaba el nudo en la garganta. Se había separado del collar muchísimas veces, pero nunca había sido así. Siempre que lo guardaba, sabía que lo volvería a ver y esta vez no sabía qué pasaría con él. No sabía si lo único que le quedaba de sus padres sería simplemente destruido o volvería a portarlo en el cuello.
Negándose a soltar una sola lágrima, Joan rodeó a Paty y se dirigió a la salida, debía hacer otra cosa antes de romperse a llorar.
—Joan —la llamó Patricia antes de que la chica girara el picaporte.
Ella solo inclinó la cabeza para escucharla.
—Debes ir por tus pertenencias, tú y tu equipo se mudarán a nuestras instalaciones. Pronto comenzarán los entrenamientos y quiero que estés preparada.
Joan supo, por el tono de voz de Paty, que no era una sugerencia. Era una orden.
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