Se inclinó más hacia ellos.
¿Cómo es que la habían ignorado tanto tiempo? Supuso que no debió ser difícil deducir que Joan Forley era su antes desaparecida sobrina. Es decir, ¿cuántas Joan Forley existirían? ¿Y cuántas tendrían exactamente la edad y físico que la sobrina desaparecida? Exacto.
¿Qué habrían pensado? Obviamente no se alegraron. De haber sido el caso hubiesen ido a por ella a prisión, la primera vez que su nombre fue escuchado por los ciudadanos. ¿Se habrían decepcionado, horrorizado? Era lo más seguro.
Y ahora conocía un poco más el terreno en el que se encontraba, ahora podría mostrarse ante ellos sabiendo que su reacción sería una a la que estaba acostumbrada, ser señalada. Y no solo señalada, observada de pies a cabeza con reproche. Eran desconocidos, ¿cierto? No tenía por qué importarle su reacción más que la de otros extraños. No compartía con ellos nada más que el apellido, y eso no era algo siquiera palpable.
Sabiendo que era momento de charlar seriamente, todos los adultos se acomodaron en la pintoresca mesa del jardín, redonda y de color blanco.
—Aún no puedo creerlo —dijo un hombre moreno que poseía un bigote tan largo que cubría su boca, mientras se sentaba.
—Es mi culpa, ya lo saben —comentó Fátima, mirando a ningún lugar en específico.
—No, no sigas con eso —le reprochó la anciana.
—Sí... si tan solo ella hubiese sabido que mi casa estaba a un par de calles... quizá...
—¿Por qué no lo supo? —inquirió el hombre del bigote.
—Ya se los dije. Acababa de mudarme y sería una sorpresa para ella. Dios, Lilian se avergonzaría de nosotros y de cómo hemos manejado esto —respondió Fátima con voz entrecortada.
Todos guardaron silencio.
Joan no pudo adivinar lo que estarían pensando, le parecía inconcebible creer que ellos se arrepentían. Otro hombre, que vestía ropa casual y llevaba unos anteojos redondos, carraspeó.
—¿Hay novedades en las noticias?
—Lo mismo de hace unas semanas —suspiró una mujer de cabello teñido de rojo.
Joan bajó en completo silencio del árbol, quedando aún oculta por la sombra que este ofrecía. Pudo escuchar, muy ligeramente, el golpeteo en un vidrio. Alex y Matt la llamaban.
—Aún no puedo concebir que haya atacado a tantos guardias —comentó el hombre de los lentes.
—¿Cuántos fueron? —preguntó la mujer de cabello rojo.
—Diez —respondió Fátima con incredulidad.
El impulso le ganó a la razón, no pudo evitarlo más.
—Doce —corrigió Joan en voz alta, saliendo de la sombra del árbol y plantándose en medio del jardín.
Nueve miradas se clavaron en ella. Todas incrédulas, algunas horrorizadas, otras confundidas y, una, solo una, la miró con un poco de alegría: Fátima.
Tomó aire, lista para la reacción física.
—¡¿Qué...?! —comenzó a interrogar el hombre del bigote en un grito, mientras se levantaba bruscamente de la silla.
Fátima le tomó la mano con fuerza.
—Espera —le ordenó—. No grites.
Joan levantó una ceja al ver que él obedecía. Fátima se levantó de la silla y comenzó a caminar hacia Joan.
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Joan Forley: Historia de una Asesina © [JF#1]
Acción▲ Nos convertimos en los monstruos que nos hacían llorar. ▼ Con tan solo diecinueve años, Joan Forley tiene una peligrosa reputación. Huérfana desde pequeña, se ha dedicado a cazar a quienes le arrebataron su hogar, se ha rodeado de amigos y se ha e...