Abrí los ojos. Definitivamente esa noche no iba a dormir. Se escuchaba una tormenta afuera. El viento chocaba contra las persianas exteriores de mi habitación, haciendo que choquen contra la ventana y provocando un estruendoso sonido.
Me quedé mirando el techo durante 10 eternos minutos y al final me levanté impulsada por una fuerza inconsciente. Empecé a caminar por el pasillo de mi casa, atravesando la cocina y llegué a la terraza. Sin pensármelo dos veces, me subí a la valla y me dejé caer desde el cuarto piso donde se encontraba mi casa hasta el suelo, en el cual me empotré como si fuera de porcelana, destrozando todos los huesos de mis piernas, resquebrajando por todas partes mi cráneo, dejando un charco de sangre que se extendía por el suelo mojado mezclado con la lluvia, desprendiendo un extraño olor...
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Me desperté de golpe. Cómo podía ser que mis pensamientos suicidas estén persiguiéndome también en los sueños. Me pasé la mano por la cara para espabilarme un poco, repasando lo que acababa de soñar. Me levanté de la cama y me calcé mis zapatillas de estar por casa. Cogí las llaves y sin despertar a mis padres me dirigí a la puerta.Creo que no estaba muy segura de lo que estaba haciendo, pues no es muy normal eso de salir de casa en medio de la noche, y menos normal que salga yo. Abrí la puerta lo más silenciosamente que pude y la cerré con la misma metodología. No la cerré con llave por si la cagaba con el sonido de la cerradura. Inspeccioné el descansillo del piso en busca de nada y me decidí por bajar las escaleras. Abrí la puerta de las escaleras y me paré en el primer escalón. Estuve allí paralizada durante un par de minutos y de repente, empecé a bajar las escaleras a una velocidad que se incrementaba con cada escalón que bajaba. Cuando pasé el tercer piso, mi pie se tropezó con un escalón y caí muy torpemente por las sucias escaleras quebrándome codos, rodillas, cuello, nariz, man--...
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-¡María!Levanté la cabeza bruscamente del pupitre, tanto fue así que incluso me mareé, y miré al profesor el cual tenía delante de mis narices.
-María, ¿qué te pasa? ¿estás bien? -todas sus preguntas pasaban por mis oídos sin ningún tipo de interpretación ni escucha. Yo sólo me limité a asentir para que dejara las insistencias y siguiera con la clase.
-Anda, ve al baño a espabilarte.
La excusa perfecta. Sin decir nada, me levanté de la silla, cerciorándome de todas las miradas que en ese momento estaban posadas en mí, y salí de la clase. Al entrar al baño, solté un gran suspiro. Empecé a darle golpes a una esquina del baño, haciéndome pequeños moretones en las manos y me miré al espejo. Miré mi tez pálida y mis ojeras provocadas por el insomnio.
Todo era muy confuso, me sentía como en ninguna parte y en ese momento me costaba bastante diferenciar en qué realidad estaba. Con la rabia contenida en mi puño, le di un golpe tal al espejo que se rompió, soltando variados triángulos de cristal por el lavabo y suelo. Los miré con tentación e inevitablemente tomé uno. Me metí en una de las cabinas del baño y me senté con la espalda pegada contra la puerta, por si a alguien se le ocurría abrir. Acerqué el cristal a mi muñeca y lo presioné contra él. Lágrimas rojas empezaron a caer de mi brazo y una pequeña risa nerviosa se me escapó de la boca. La sangre recorría el brazo suavemente dándome una maravillosa sensación, tanto fue así que casi se me calló la baba. Chupé la sangre que estaba manchándome y tapé las heridas con una venda improvisada de papel de wáter.
Al salir, me miré por última vez en ese roto espejo, sin evitar sonreír torpemente. Al llegar a clase de nuevo, llamé levemente a la puerta, pues los nudillos me dolían aún. Entré en clase y me senté en silencio, también sin ninguna objeción del profesor. Delante mío, dos personas que siempre tienen que comentar mi vida se ponen a susurrar y a reír por lo bajini. Yo, carente de paciencia, me levanté de mi pupitre bajo la mirada de mi profesor y me puse delante de su mesa.
-Es gracioso, ¿verdad? -Les dije con una leve sonrisa. Ellas me miraron y luego se miraron la una a la otra, riendo de nuevo y yo, casi explotando, solté toda mi ira hacia la de la izquierda, propinándole un puñetado, tal vez más fuerte que el que le di al espejo. La chica cayó de espaldas de la silla, desprendiéndose varios metros de su mesa y me puse encima suyo. Empecé a pegarle con todas las fuerzas que aún tenía, delande de todas las miradas aterradas de mis compañeros. Iba a darle otro de los puñetazos cuando la mano del profesor me golpea dejándome inconsciente en el suelo.
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-Oye, ¿me estás escuchando?Me sobresalté por la voz que de la que de repente me percaté y miré a la pequeña personita de mi derecha -pequeña por la gran estatura que nos diferencia-. Ella me estaba mirando con esa expresión inocente que siempre había en sus ojos y que siempre me provocaba alguna que otra sonrisa.
-En fin, déjalo- parecía ser que me estaba contando algo antes de despertarme de ese bucle de sueños suicidas confusos. Seguí contemplándola unos instantes más hasta que salió corriendo hacia su amiga, lanzándose casi encima suyo y abrazándola con las piernas. Casi se caen al suelo, pero la que estaba hablando antes conmigo bajó al suelo y ella y su amiga se fueron abrazadas hacia clase. Yo, abandonada por ella, me puse a pensar. ¿Por qué no será así conmigo? Obviamente yo también quiero que me abrace así, pero creo que lo que yo quiero con ella es muy distinto a lo que tiene con su amiga...
Bajé la cabeza y subí a clase, no sin antes pasar por el baño. Esperé a que se fueran todas las chicas y cuando ya aceché de que no había nadie cerca me puse en frente de la pared. La miré fijamente y me empecé a dar cabezazos contra ella. No entendía mis sentimientos todo era muy confuso y me estaba volviendo loca. Alcé la cabeza, preparándome para un último cabezazo y la acerqué peligrosamente a la pared.****************
Me desperté sobresaltada. Mis manos estaban temblando y mi respiración estaba muy agitada.-...¿María? -Su voz me calmó un poco, pero mi respiración seguía algo revolucionada.
-Mari... ¿Estás bien?
-Sí...
-Me preocupaste, idiota. Empecé a oírte quejar.
-Perdón...
-No pasa nada.
Nos quedamos un rato en silencio. Es algo raro, pero algunas noches hablaba con mi ex por llamada de whatsapp y nos quedábamos dormidos en la llamada.
-Oye...- No sé que me producía en el estómago, pero algo pasaba cada vez que me decía eso.
-Dime...- Él se quedó callado unos instantes.
-Te quiero...
En ese momento una especie de cosquilleo recorrió mi espalda de arriba a abajo, dándome un regustillo bastante extraño. Me pasaba siempre que me decía eso y siempre ha ocurrido. En un impulso extraño no pude evitar responderle un "yo también te quiero", por el cual él respondió con una pequeña risa y un "idiota" medio suspirado. Esa risa que siempre me ha acelerado ligeramente el corazón. Sonreí levemente y volví a cerrar los ojos.
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Abrí los ojos. Se escuchaba una tormenta afuera. El viento chocaba contra las persianas exteriores de mi habitación, haciendo que choquen contra la ventana y provocando un estruendoso sonido.Me quedé mirando el techo durante 10 eternos minutos, pensando profundamente. La cabeza me daba vueltas ligeramente, tenía la sensación de que había tenido un sueño muy ajetreado, pero sólo podía recordar ligeras partes. Cogiendo aire, me di la vuelta en la cama y cerré los ojos de nuevo, ignorando esa maraña de recuerdos oníricos que al día siguiente se convertirían en nada.
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Yo.
RandomAbrí los ojos. Se escuchaba una tormenta afuera. El viento chocaba contra las persianas exteriores de mi habitación, haciendo que choquen contra la ventana y provocando un estruendoso sonido. Me quedé mirando el techo durante 10 eternos minutos, pen...