Sol, Re, La menor, Re...

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"Sol... Re... La menor... Re..." Las notas eran tocadas de manera suave y relajada sobre las cuatro cuerdas del ukelele negro, en bucle, repitiéndose una y otra vez, solamente variando en contadas ocasiones. 

Llovía bastante,  aunque no con fuerza. Le acompañaba un viento suave que hacía de las gotas percusión en mi ventana, y hacía frío. La hoguera estaba encendida, se oía la madera crujir al consumirse en la cálida llama, haciendo iluminarse tenuemente la sala. La joven, sentada, reposada, cantaba notas sin letra que acompañaban melódicamente al instrumento rasgado. Sentía la lluvia en el interior de su cuerpo, teniendo sus órganos en la presión del agua y los sostiene con cuidado. Una lluvia que se sentía de algún modo cálida, no dejaba de hacerla sentir como que también la ahogaba lentamente. Sus notas tornaron un tono melancólico aún siendo las mismas que han sido tocadas todo este tiempo. Los ojos caídos, con el pelo hacia adelante, y un silencio sólo roto por la armonía de la pieza, pero no dejaba de ser heladora la presencia de la soledad.

El pelo tornado oscuro, caía en gravedad sin tocar del todo los hombros, brillos castaños que se notan por la luz del fuego flamante. Sus frágiles labios sueltan notas contenidas en las cadenas de sus sentimientos. Las marcas de las caricias vividas aún eran sentidas muy en el interior de la muchacha. Y cantaba, cantaba y cantaba, pero no podía dejar de sentir que no hablaba. Imaginaba una y otra vez el sentimiento que le producían esas caricias, esos abrazos... Siempre lo hacía. "Algún día escribiré yo una canción como esas de amor"

Cada vez tocaba más y más despacio, con más y más diferentes notas vocales, casi era como si acariciara esas cuerdas, tal vez igual que solía hacerlo al sostener una mano compañera, aunque cálida la mano y heladas las cuerdas. Chocolate caliente.

Qué necesidad de querer llenar tu vacío con otra cosa que no sea el agua de tu tormenta interior, no se puede arreglar con sólo eso. Qué ironía que aún estando tan llena puedas sentirte tan vacía. Tus dedos ya te duelen de tanto presionar las cuerdas, toca tus mejillas que se sienten ardientes porque la tristeza a veces quema, como las lágrimas que primero te abrasan los ojos y luego se caen, y tú te caes con ellas también pero no puedes enterrarte en el suelo, cariño, es imposible.

La lluvia ya no se oía, pero seguía cayendo. Siempre está cayendo, sólo piensas que no está cuando no prestas atención a ella. El corazón se siente cálido y en reposo por la presión del agua de una tormenta que llena tu cuerpo. Deja el interior caliente y en el exterior no hay más que frío.

La hoguera se consumía mientras la chica miraba el suelo siendo devorado por la oscuridad y veía que lo que llenaba ahora la habitación no era la luz cálida de la hoguera, sino la luz fría de la luna que entraba entonces por la ventana. La muchacha no buscaba nada, todo se sentía vacío, y su mente, pero a la vez parecía estar lleno.

Y como agua caliente de baño de burbujas, sentía una manta grande rodear sus hombros y caer sobre ella, seguido de unos brazos que la rodeaban y entonces lo que se llenaba era su corazón con la esencia del chaval que apareció en la luz de la noche, y eso era lo único que bastaba.

Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora