Cycle II

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Abrí los ojos. Definitivamente esa noche no iba a dormir. Se escuchaba una tormenta afuera. El viento chocaba contra las persianas exteriores de mi habitación, haciendo que choquen contra la ventana y provocando un estruendoso sonido. 

Me quedé mirando el techo durante 10 eternos minutos y al final me levanté como impulsada por una fuerza inconsciente. Empecé a caminar por el pasillo de mi casa, atravesando la cocina y llegué a la terraza. Sin pensármelo dos veces, me apoyé levemente sobre la valla que me separaba de una caía de unos 100, cuatro pisos exactamente. Miré hacia el frente, vi el cielo negro, volviéndose cada vez más oscuro por las nubes, que descargaban su ira, fría y húmeda contra nosotros.

Un olor extraño vino a mí e instintivamente miré hacia abajo. Me vi a mi misma tendida muerta en el suelo, con un gran charco de sangre a mi alrededor, el cual desprendía un olor bastante fuerte, potenciado tal vez por la lluvia que caía sobre ella y hacía ondas pequeñas en ese líquido escarlata oscuro brillante. Sentí un déjà vu.

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Me desperté de golpe. ¿No había soñado esto antes? Me pasé la mano por la cara para espabilarme un poco, repasando lo que acababa de soñar. Me levanté de la cama y me calcé mis zapatillas de estar por casa. Cogí las llaves y sin despertar a mis padres me dirigí a la puerta. 

Creo que no estaba muy segura de lo que estaba haciendo, pues no es muy normal eso de salir de casa en medio de la noche, pero sentía que debía comprobar varias cosas. Abrí la puerta lo más silenciosamente que pude y la cerré con la misma metodología. No la cerré con llave por si la cagaba con el sonido de la cerradura. Inspeccioné el descansillo del piso con la mirada, "creo que ya es tarde". Me dirigí hacia la puerta que llevaba a las escaleras, la abrí y me paré en el primer escalón. Estuve allí paralizada durante un par de minutos, pensando y empecé a bajar las escaleras despacio, agarrándome a la barandilla pues el miedo a caerme por ellas empezaba a aumentar a cada escalón que bajaba, no entendía por qué.

Todo estaba en silencio, solo escuchaba mi respiración, la cual chocaba muy levemente contra las paredes y volvía a mí en un eco casi inaudible. Cuando llegué al tercer piso, miré las escaleras que daban al segundo y ahí estaba. Me vi a mi misma en una postura, la verdad, muy poco favorecedora, con el cuello totalmente quebrado, estando mi cuerpo de cara a la pared, pero mi cabeza echada completamente hacia atrás, y mi mirada perdida, aunque perdida estaba, parecía como si me mirara a mí, como si me hubiera visto antes de que la tragedia sucediera y clamara ayuda, la gritara con la mirada como un último suspiro, desesperado por recuperar la vida que ella misma quería perder. Me quedé mirando atónita a sus ojos que miraban los míos sin pestañear, unos oj--...

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—¡Oye!

Sentí una fuerte sacudida en mi cabeza, que hizo que levantara torpe y bruscamente mi cabeza del pupitre, tanto así que me mareé, y miré al profesor el cual tenía delante de mis narices.

—María, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? —Todas sus preguntas pasaban por mis oídos sin ningún tipo de interpretación ni escucha. Sentía la mirada de todos puesta sobre mí. Yo solo me limité a asentir para que dejara las insistencias y siguiera con la clase.

—Anda, ve al baño a espabilarte.

La excusa perfecta. Sin decir nada, me levanté de la silla, y tan siquiera quise comprobar si en verdad todos me estaban mirando o no, la respuesta estaba más que obvia, y salí de la clase. Al entrar al baño, intenté soltar un suspiro, pero mi respiración estaba inquieta. Me llevé las manos a la cabeza y me puse a pensar en todo y a la vez en absolutamente nada. Me miré al espejo. Miré mi tez pálida y mis ojeras provocadas por el insomnio.

Todo era muy confuso, sentía como si todo esto ya hubiera pasado, me sentía como en un déjà vu constante, tenía todo el rato esa sensación de familiaridad, aunque no podía saber exactamente qué era lo que iba a pasar. Empecé a sentir algo bajando por mi brazo, como si estuviera mojándome y me levante mi manga. De repente vi cómo sangre salía de mi brazo aun cuando yo no había hecho nada. Me asusté, más por preocupación que por otra cosa y rápidamente me llevé el brazo a la boca y chupé la sangre de mi brazo. "Metal...". Agarré un poco de papel higiénico y tapé las extrañas heridas con una venda improvisada.

En el momento en el que me disponía a salir, me di cuenta que el espejo del baño estaba todo resquebrajado, aunque no había ningún cristal en el suelo. Sólo grietas. Me acerqué a él y me miré detalladamente. Mis pupilas eran pequeñas. Cuando llegué a clase de nuevo, llamé levemente a la puerta, pues los nudillos extrañamente me dolían. Me quedé en blanco entonces y me mantuve de pie, aún con la puerta cerrada. El profesor, al ver que no abría la puerta, se levantó él mismo a abrirla y justo cuando lo hizo, caí inconsciente al suelo.

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Me desperté sobresaltada. Mis manos estaban temblando y mi respiración estaba muy agitada.

—...¿Mari? —Su voz me calmó un poco, pero mi respiración seguía algo revolucionada.—Cariño... ¿Estás bien? 

—no lo sé...

—Me preocupaste, idiota. —Sentí su mano tomando la mía y acariciándola. —Empecé a oírte quejar.

—Perdón...

—... Dime, ¿Qué pasó?

—... Pesadillas.

Mi pareja entonces me abrazó. Se sentía muy cálido y confortante. Me acarició la cabeza cariñosamente.

—Tranquila, yo estoy contigo. No lo olvides.

Nos quedamos un rato en silencio. Me sentí muy cómoda entre sus brazos, protegida de todo mal. Cerré mis ojos, preparada para conciliar el sueño de nuevo.

—Te amo...

Sentí su cálido aliento cuando me susurró esas palabras y en ese momento una especie de cosquilleo recorrió mi espalda de arriba a abajo, como un choque eléctrico. Me pasaba siempre que me decía eso y siempre me ha ocurrido. Sin planteármelo le respondí un "yo mucho más" que provocó que él suspirara como aliviado y feliz de mi respuesta. Noté que sonreía y le abracé más fuerte, cosa que correspondió él. Sonreí levemente y volví a cerrar los ojos.

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Abrí los ojos. Se escuchaba una tormenta afuera. El viento chocaba contra las persianas exteriores de mi habitación, haciendo que choquen contra la ventana y provocando un estruendoso sonido. 

Me quedé mirando el techo durante 10 eternos minutos, pensando profundamente. La cabeza me daba vueltas ligeramente, tenía la sensación de que había tenido un sueño muy ajetreado, pero sólo podía recordar ligeras partes. Cogiendo aire, me di la vuelta en la cama y cerré los ojos de nuevo, ignorando esa maraña de recuerdos oníricos que al día siguiente se convertirían en nada. Sentí un déjà vu.

Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora