Sentía su pecho moviéndose acompasadamente a la vez que su cálido aliento chocaba contra mi cabeza, mientras que con una mano acariciaba mi pelo suavemente y la otra la mantenía en la hierba de tonos rosa pastel y morado oscuro. Una ligera brisa movió mi cabello y levante la cabeza para mirarlo.
Sus hojas se habían vuelto de un color rosado muy ennegrecido, al igual que la hierba que crecía (moría...) ahí por donde pasaba la sombra del manzano. Parecía tan... triste... tan olvidado, parecía que nadie se acordó de cuidarlo en unos días.
Miré hacia el cielo, el sol estaba tapado por unas nubes grises... o tal vez fuera contaminación. No parecía que fuera a llover. Acaricié cariñosamente la apagada hierba mientras dirigía la mirada de nuevo al pobre árbol. Aún recordaba aquel día en el que... no llovía; y me reencontraba con una estrella apagada frente a ese mismo manzano, floreciente por el inicio de la primavera recién llegada, con aquellas hojas rosadas que caían de vez en cuando, dibujando unas armoniosas parábolas en el aire, hasta que caían al césped y tintaban la hierba verde de rosa y morado. Ese día yo era capaz de dar toda mi luz para que ese pequeño astro luciera de nuevo.
Otra pequeña ráfaga de viento hizo que mi vista volviera al árbol sufridor. Un par de hojas se desprendieron de éste, precipitándose torpemente contra el piso, manchando la hierba, empapándola de penumbrosos tonos, ahogándola en tristeza. Observaba el cerezo perdida en mis pensamientos. ¿Cómo pudimos dejar que esto le pasara? Tenía que hacer algo antes de que perdiera la vida del todo.
Me levanté con intención de buscar un río o cualquier fuente de agua, pero no había nada. Hierba. Solamente hierba. Y el manzano. No había caminos, ni ríos, ni casas... sólo un campo sin fin, un campo que se funde con el cielo como un helado derretido de arándanos y fresa con pistacho y chocolate negro.
Un par de gotas heladas cayeron en mi cabeza e instintivamente miré al cielo. Todo se había vuelto oscuro y la nube translúcida que ocupaba todo el cielo se había vuelto ahora una nube gris y que se tornaba cada vez más oscura, amenazante a atacar.
Me apuré en resguardarme bajo el árbol, pero sus hojas estaban en tan mal estado que la lluvia las traspasaba y no me servían de nada. Se derretían como cera ante el calor y caía por el tronco y las ramas, coloreando completamente el césped de un negro intenso. Me senté a los pies del árbol y abracé mis rodillas, la lluvia estaba muy fría. No podía hacer esto yo sola, necesitaba a mi estrella, mi luz, mi fuente de calor y energía, mi estrella...
Cerré los ojos y oculté mi cara en mis rodillas mientras me empezaban a caer lágrimas por las mejillas y la lluvia igual me mojaba la cabeza y la ropa. Entonces, sentí una mano cálida apoyándose en mi cabeza y levante la mirada para averiguar quién era. Vi a un chico alto que, desprendiendo una tenue luz, me daba una sonrisa triste, preocupado por mí. Le miré mientras él se agachaba y secaba mis lágrimas cuidadosamente, como si cualquier movimiento brusco me rompiera. Me miró a los ojos sin dejar de sonreír levemente y me dio un beso en la frente, luego de rodear mi cintura con sus brazos.
—Ninguna lluvia ni viento fuerte será capaz de destruir este árbol. Créeme. —Me decía mientras ponía mi cara en su pecho y acariciaba mi pelo suavemente. Sentía su pecho moviéndose acompasadamente a la vez que su cálido aliento chocaba contra mi cabeza. La lluvia ya no me importaba, me sentía protegida en los brazos del joven.
—No te vayas de mi lado, por favor.
—No lo haré te lo prometo. —La lluvia se detuvo y las nubes se volvieron ligeramente más claras.
Una nueva brisa removió mi cabello y cuando miré al frente, ahí estaba ese rosado manzano, con esas hojas rosadas que caían de vez en cuando, dibujando armoniosas parábolas en el aire, hasta que caían al césped y tintaban la hierba de tonos claros como las mismas hojas; y cerezas podridas en sus ramas.
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Yo.
RandomAbrí los ojos. Se escuchaba una tormenta afuera. El viento chocaba contra las persianas exteriores de mi habitación, haciendo que choquen contra la ventana y provocando un estruendoso sonido. Me quedé mirando el techo durante 10 eternos minutos, pen...