Errores.

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Ahí estaba. Llovía. Debajo de mí se extendía una amplia carretera llena de coches que pasaban sin descanso y que igual que aparecían ante mis ojos, desaparecían en el horizonte por mis espaldas. A cada coche que pasaba bajo mis pies, el puente que me separa del abismo automovilístico se tambalea como un flan con nata agria.

Mi mente estaba vacía, pero a la vez llena de ruido. Ruido que, como siempre, suena incesante al mismo tiempo. Nada claro. Ese ruido me tapaba los oídos y apenas era capaz de escuchar el sonido del motor de los coches, o a lo mejor sólo lo confundía con un ruido más de mi cabeza.

Un par de pasos sólamente eran los que me separaban de la muerte. Un par de pasos tan simples de realizar, un par de pasos que costarían nada para hacerse posibles. Sólo tenía que ir adelante... Adelante...

...

Pero eso no parecía estar sucediendo.

Era como si algún ente... O una sombra invisible me estuviese sujetando. ¿Qué quieres de mí? ¿Sirve de algo que mantengas mi existencia con vida? Deja que juegue en el borde de este puente de hierro. Deja que sienta el placer de volar, deja que libere mi alma corrompida de este dolor que no para nunca, que llaman Vida aunque no puedo dejar de sentir como esa Vida me acerca de la manera más lenta y dolorosa a la Muerte.

Sentía que la sombra tomaba mi mano. Su corta melena castaña se movía con el viento, igual que mi pelo lo hacía. Mi mano se sentía cálida, el resto de mi cuerpo helado (Sálvame, aunque lo que más quiero ahora mismo es desaparecer para siempre. Déjame saber que aún estás a mi lado).

Sentía entonces como despacio me abrazaba, y como impulsada desde dentro me fundía en su abrazo. Y sentía su pecho latir. ¿Por qué los corazones rotos tenemos que aprender a remendar nuestras propias heridas? Me invadía el calor de su cuerpo gélido, sentía que podía abrazar hasta sus entrañas, sólo tenía que ir adelante... Adelante...

...

Pero eso no parecía estar sucediendo.

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El aire a contra-corriente helaba mis mejillas, y las lágrimas me ardían en la cara; y cada vez era mayor el contraste cuanto más cerca estaba de encontrarme con el asfalto.

Cientos de imágenes aparecían en mi mente mientras iba precipitándome más y más al suelo congelado por la lluvia que nunca parecía dejar de caer, y con esas gotas yo caía también. Recuerdos, memorias, decisiones, errores, errores... Todo estaba mal, pero éste sería mi último error. Y ya no habría más fallos.

...

Tendría que haber sujetado tu mano, ¿verdad? Espero q-

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"Lágrimas ácidas caían del cielo y cada día las nubes llorarán amargamente la pérdida de un alma cruelmente inocente."

Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora