¿Qué? Sí.

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Suspiró y miró la hoja un poco impacientada. Llevaba media hora pensando y aún no venía la inspiración. Seguía dándole vueltas al lápiz en su mano sin conseguir ni siquiera una idea de lo que poder hacer. Con ligeras esperanzas empezó a dibujar una línea. Otra línea, otra línea... Y consiguió algo parecido a una cara. No  estaba mal. Le dibujó el pelo, la boca, un cuello que llevaba a una camisa con dos botones desabrochados. Todo iba bastante bien. Decidió que había llegado la hora de dibujar los ojos. Qué mala decisión. Empezó a contonearlos e iba a repasarlos bien y miró uno de lejos.

- ¿Qué mierda? ¿Qué demonios es esto?

Ese ojo parecía más una patata amorfa que lo que realmente era. Palpó por su escritorio en busca de un objeto mágico que borrara la mina de lápiz, pero no lo encontraba. Ya empezó a buscar con la mirada y al no verlo, soltó un gruñido a la par que se iba rodando en la silla, alejándose del escritorio. Miró el dibujo a lo lejos. Ese pelo, ese cuello y ropa perfectos... Y esa horrible cara.

- ¡Amorfo!- Intentó gritarle al dibujo con la esperanza de que él mismo recapacitara sobre cómo es y se arrepintiera de haber nacido. La joven volvió a quejarse y empezó a dar vueltas en su silla. Miró al techo perdida en sus pensamientos. ¿Para qué echarle la culpa de su existencia al ser que tú mismo creaste?

La muchacha dio un respingo en la silla y volvió en sí. Se sentía muy extraña, era como una presión por todo el cuerpo que la estaba incomodando bastante. Empezó a moverse en la silla buscando el sosiego, pero fue imposible. Se quejó, quería explotar. Literalmente. No encontraba inspiración para hacer nada, si lo intentaba no lo hacía bien. Para una vez que intentaba hacer algo... Era más productiva hasta cuando está tumbada en la cama sin hacer realmente nada. Sentía que estaba haciendo todo mal, y aunque en ese momento no estuviera atacando su depresión, esa estaba ahí, era como una sombra que la miraba fijamente y no se alejaba. Sólo estaba ahí, sólo guardaba silencio, sólo la miraba. Se levantó de la silla y se tiró a la cama en plancha, gruñendo de nuevo al volver a darse cuenta que está perdiendo cada segundo de su vida y que no parecía ser capaz de hacer nada por ello.

Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora